Una resignificación del término aventura. La ópera prima de Ignacio Ceroi encuentra un tono dinámico y vertiginoso sobre una historia que es sencilla pero se la expone más compleja de lo que es, en eso el juego inicial otorgado desde el título es astuto. La historia del film empieza en 1995, cuando Edgar y David encuentran una escultura en una excavación arqueológica. Obsesionado con el hallazgo, Edgar se va a Perú para buscar a una figura mítica llamada Shapshico y desaparece. Luego nos situamos en 2021, el presente de la película donde María (Camila Rabinovich) quiere buscar a su padre, pero sobre eso nos concentraremos en el final.
En el medio, se muestra un universo muy urbano y colaborativo, con una banda sonora compuesta principalmente por grupos independientes, como Las Edades, Chico Laser o Mi Amigo Invencible. Así María se vincula con Ramiro (Ramiro Bailiarini) y empiezan una relación tan sobria como tierna, sustentada por el buen trabajo de los protagonistas. Entre robos, fiestas, recitales, intentos de comunicaciones a través de arboles y viajes, el film salta de un punto al otro logrando esa aura propia del cine independiente con un dinamismo constante que por momentos marea en su estructuración y puede resultar un poco confuso con tanta información a procesar.
Una vez en el viaje a Perú, Ramiro y María están decididos a buscar a Edgar y allí los planos y la fotografía toman otro color y un espíritu distinto, que logra su clímax en el relato fantástico del guía amazónico. En ese sentido "Una Aventura simple" se muestra como un relato místico indie, con espíritu urbano y sorprende por eso.
Dirección: Affonso Uchoa y João Dumans Sección: Competencia Internacional
Espíritu obrero. Arabia empieza siguiendo a André, un joven que vive en una ciudad de Brasil llamada Ouro Preto. El punto de vista del film cambia rápidamente cuando descubrimos que un operario de una fábrica de acero fallece y no se conoce a nadie para avisarle por su muerte. Así André irrumpe en el apartamento de este obrero y se pone a leer su diario personal.
De esta forma empezamos a seguir la vida de Cristiano, una vida de lucha y de constante viaje. Una especie de road movie obrera que comienza en la cárcel, en su juventud, por el robo de un auto, para luego ir a los primeros pasos en la vida laboral que va desde la recolección de mandarinas a las labores físicamente más duras.
El film de Affonso Uchoa y João Dumans muestra con mucha sensibilidad y honestidad los pensamientos de Cristiano, con momentos de mucha lucidez y reflexión. Una banda sonora deliciosa acompaña varias escenas, en las cuales se rescata el compañerismo, el amor, el sacrificio y la consciencia de clase, sin ser chocante en esa bajada de línea ni en hacer un culto del sufrimiento o las fuertes carencias que se ven en los personajes a lo largo del trabajo.
Arabia logra introducir al espectador en la vida de sacrificio que no da respiro ni para poder establecerse y armar una familia. En ese sentido, la película quizás en algún momento cae y se torna un poco repetitiva y densa ante tanto cambio de las circunstancias del protagonista. Cerca de ese momento es cuando el trabajo logra encaminarse, el monologo final impacta y levanta todo. Un cierre digno y casi mágico que, al contrario del resto de la cinta, marca una postura fuerte y un prologo de lo que es la vida del trabajador.