Sin duda, la Bahía de San Francisco tiene lugares tan bonitos que no te los puedes imaginar hasta que los ves en persona. En un coche de alquiler, iba a pasar una noche en Pigeon Point, y me moría de ganas por visitar las dunas del Parque Año Nuevo, reserva de focas y paraje natural único en la zona.
A tan solo una hora del centro de San Francisco, llegar hasta el parque es de lo más sencillo. No tiene pérdida. Y es cierto. Fui capaz de llegar sin GPS, con mi escasa orientación y unas pocas indicaciones que me dieron cuando alquilé el coche.
No os olvidéis de abrir bien los ojos mientras conducís por la Hwy 1, carretera de curvas que bordea la costa californiana y nos deja disfrutar de acantilados y playas salvajes. No lo dudéis, si veis de lejos un paisaje que os llama la atención, pararos, bajaros del coche y deleitaros con la naturaleza y la brisa marina.
En el camino, hay granjas que venden sus productos ecológicos a pie de carretera. Os aconsejo que hagáis una parada a medio camino y probéis sus verduras y frutas. Yo compré cerezas. ¡Estaban riquísimas!
Una vez que llegas al Parque Año Nuevo, tienes que aparcar en la entrada. El resto del camino se debe de hacer a pie. Lo primero es pasar por el Centro de Visitantes, pues tienen que entregarte un pase para poder entrar en la zona de las dunas.
El recorrido total, ida y vuelta, son unas 3 horas; dependiendo de lo que te pares en cada mirador para observar a las focas. Pero teniendo en cuenta que la mitad del camino se hace sobre arena de playa, se tarde un poco más.
Las focas elefante, como su nombre indica, son enormes. Fue toda una sorpresa saber que en este punto de California, estas focas vienen cada año a tener a sus crías en febrero y a mudar en junio. Así que me hizo mucha ilusión poder ver, en primera persona, un acontecimiento anual tan importante, como si estuviese dentro de un documental.
En la época de muda, son las hembras las que llegan primero a las playas de la Bahía de San Francisco, para después dejar paso a las focas jóvenes de unos 3 años. Es todo un espectáculo. Como si de adolescente se tratase, se retan continuamente; y llega un momento en que no sabes si están peleando o jugando entre ellos.
Los machos, tienen la nariz sorprendentemente grande, y hacia abajo, y va creciendo según van pasando los años. Muy curioso.
Sus mayores depredadores son los tiburones blancos, que abundan en California; por ello, las focas elefante se encargan de no alejarse mucho de la costa cuando están mudando. Eso si, pude comprobar que el agua les encanta, y muchas de ellas se pasaron horas dentro de ella, nadando y jugando.
A lo largo del recorrido, que podrás ver en un mapa que te entregan en el Centro de Visitas (aunque no tiene pérdida), pasarás por 3 puntos clave diferentes: South Point, Bight Beach y North Point.
Sin duda, los mejores son el primero y el tercero. En South Point, unas pocas focas se acercan temerosas a la costa, y es el punto donde más cerca puedes verlas. Curiosamente, en esta zona había hembras y jóvenes focas.
En el último punto, cientos de focas se aglutinan en una pequeña playa, rodeada de acantilados, en un paraje de ensueño.
A lo lejos, una antigua casa que ahora sirve a los biólogos como centro de investigación, y es el lugar de descanso de decenas de leones marinos que no se juntan en ningún momento con las focas elefante.
Y para terminar esta mañana agotadora y a la vez tan gratificante, antes de salir del Parque Año Nuevo, baja hasta Cove Beach.
Una acogedora playa de arena blanca, donde tus únicos compañeros serán los 4 surfistas de la zona y las graciosas gaviotas, que miran inmóviles en dirección contraria al viento.