El innombrado (no se desvela su nombre en ningún momento) narrador y protagonista de esta historia típicamente murakamiana, tiene un sueño recurrente, con un lugar y una mujer que llora por él y que le está buscando.
El lugar es el Hotel Delfín y la mujer es Kiki, una prostituta de alto standing con la que mantuvo una relación amorosa en dicho hotel tiempo atrás.
Un día, ella desapareció sin dejar rastro, de forma repentina, se esfumó.
Él tiene ahora 34 años, está divorciado y se dedica a escribir artículos en una revista acerca de los buenos restaurantes de su ciudad, Tokio, informando sobre ellos (un "quitanieves cultural", como él se autodefine). Conduce un Subaru de segunda mano y ha perdido muchas cosas a lo largo de su vida.
Por eso se siente desmotivado, desgastado, cansado… Algo en su interior, le dice que debe regresar a ese Hotel, para intentar reencontrarse, reconectarse consigo mismo.
Allí conocerá y conectará con Yuki, una chiquilla de trece años, problemática en su relación con los demás, "su rostro era bello como una delicada escultura hecha de algún material irreal. Era una belleza muy delicada y vulnerable, como si al día siguiente fuera a desaparecer", con dotes premonitorios y sensible a las "olas emocionales " de la gente "yo lo que noto es esa fuerza que crean los pensamientos. Pero no es como un sueño. En todo caso es como un sueño vacío. Eso es. Un sueño vacío".
Pero sobre todo, surgirá una relación muy especial con la recepcionista, "el hada del hotel", de la que ¿podría llegar a enamorarse?
Sin comerlo ni beberlo se rodeará de un halo de muerte y destrucción y se deslizará irremediablemente desde el “mundo real” hasta el “otro mundo”, el de el "Hombre Carnero" y ya no podrá dejar de "bailar, bailar y bailar"
"-- Haré lo que pueda. Me cuidaré de que no haya ningún problema con tu conexión, dijo el hombre carnero. Pero tú tienes que hacer todo lo que puedas. Quedarse sentado pensando no conduce a ninguna parte
-- Entonces ¿que diablos hago?
-- Baila, no dejes de bailar mientras suena la música. No pienses porqué lo haces. No le des vueltas ni busques significados. Si te pones a pensar las piernas se detienen. Y si eso sucediera, servidor no podría hacer nada para ayudarte. Tu conexión desaparecería. Entonces ya solo podrías vivir en este mundo. Te verías arrastrado desde aquel mundo hasta este mundo. Así que por muy ridículo que te parezca, no dejes de bailar".
Tres prostitutas de alto standing desaparecidas (una de ellas asesinada), un actor, tres artistas, una niña guapa y una chica neurótica que trabaja en la recepción del hotel...
¿Estarán todos conectados? ¿cual será el hilo conductor? ¿Descubrirá nuestro protagonista el nudo que todo lo une? ¿Pero sabrá distinguir el mundo real del irreal?
Quizás haya muchas realidades…
A pesar de nacer en Kioto, Murakami vivió la mayor parte de su juventud en Kōbe. Su padre era hijo de un sacerdote budista. Su madre, hija de un comerciante de Osaka. Ambos enseñaban literatura japonesa.
Estudió literatura y teatro griegos en la Universidad de Waseda (Soudai), en donde conoció a su esposa, Yoko. Ya desde su juventud, Murakami estuvo muy influenciado por la cultura occidental, en particular, por la música y la literatura, hecho que denotan casi todos sus novelas. Son esas influencias occidentales las que distinguen considerablemente a Murakami de otros escritores japoneses.
Su primer trabajo fue en una tienda de discos (como uno de sus personajes principales, Toru Watanabe de Tokio Blues). Y antes de terminar sus estudios, Murakami abrió el bar de jazz Peter Cat ('El Gato Pedro') en Kokubunji, Tokio, regentándolo con su esposa desde 1974 hasta 1981 (todo esto lo cuenta en su novela autobiográfica "De que hablo cuando hablo de correr").
En 1986, coincidiendo con el enorme éxito de su novela Tokio Blues, abandonó Japón para vivir en Europa y Estados Unidos un tiempo, pero regresó a Japón en 1995 tras el terremoto de Kobe.
Baila baila baila, fue publicado en Japón en 1988 y su título, al igual que ocurrió con Norwegian Wood (inspirada en una canción de los Beatles), tiene una referencia musical, una canción de los Beach Boys: "Dance, dance, dance".
Que os puedo contar de Murakami que no os haya contado ya...
Los que me leéis habitualmente sabréis que soy la fan número uno de este autor japonés que me cautiva esa forma de narrar tan peculiar y característica, capaz de transmitir en sus argumentos, la importancia que no solemos darle a las nimiedades, a las escenas cotidianas del día a día.
Adoro su esencia: sus continuas divagaciones y desvaríos oníricos, las peculiares mezclas de lo real con lo fantástico y hasta si me apuras, sus habituales “finales inacabados” (aunque me suelan dejar cierto regusto a “obra inconclusa”).
En esta novela, Murakami reincide en personajes que todos consideran raros, excéntricos, solitarios, nostálgicos, amantes de la buena música y en la existencia de dos mundos paralelos en distintas dimensiones que se entrelazan (como ocurría en “1Q84”)
Ya comenzada mi lectura me enteré de que hay una primera parte “La caza del carnero salvaje”. Si bien, creo que no es imprescindible haberla leído previamente, parece recomendable ir por orden, para conocer más cosas de algunos personajes, sobre todo de el “hombre carnero”
“Hace mucho tiempo le perseguían y decidió penetrar en el bosque para pasar inadvertido entre la gente. Un día dejó el bosque y se fue a vivir al hotel donde se cubre con una piel de carnero y vive apartado de la gente. Le permitieron quedarse, refugiarse y ¿cual es su función? Conectar distintas cosas. El hotel es el nudo y el lo ata todo para que no se disperse”
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Sí, aunque no es lo mejor que he leído de Murakami, como siempre, he disfrutado leyéndole.
Algo real que saco de la irrealidad del argumento, es la conexión de lo que nos rodea: todo está conectado, las personas, los acontecimientos pasados presentes y futuros, las vivencias.
Y os adelanto que esta vez, el final es más o menos acabado…