Revista Cultura y Ocio
Título original : Dansu dansu dansu ダンス・ダンス・ダンス
Año de publicación : 1988
Título em português : Dance dance dance
Presente edición : Editora Estação Liberdade, 2005
Traducción : Neide Hissae Nagae / Lica Hashimoto
No me veo leyendo a Haruki Murakami en verano, o en algún día con sol. El frio invierno me parece que es el marco perfecto para agarrar un libro suyo, y cayó muy bien este cielo gris y muchas veces negro, de fuerte viento y lluvia de dimensiones bíblicas que desde hace meses es el cotidiano en Curitiba para conocer los personajes inicialmente anodinos pero que en realidad muy sustanciosos, muy bien construidos, que el bueno de Haruki parece acostumbra presentar.
Y creo que el éxito de estos personajes tan bien elaborados son porque están descritos desde su propia alma, nos permite conocer el más recóndito lugar de sus pensamientos y sentimientos, motivo por el cual engancho rápidamente con el narrador, frio, aparentemente apático, sobrellevando una vida que no lo entusiasma ni un poquito hasta conocer a Yumiyoshi, la frágil recepcionista del Hotel Delfín, quien a su vez lo enlazará con Yuki (que significa “nieve”), la adolescente que desarrolla una absurda madurez a manera de autodefensa ante el abandono de sus padres, ella poseedora de poderes de médium y conceptos y conversas que dejarían pasmado a cualquiera, aunque son sus silencios los más duros y difíciles de asimilar. Y así, un personaje lleva a otro a nuestro narrador sin nombre: por medio de Yuki conocemos a sus padres, quienes están separados: un escritor millonario, Hiraku Makimura (el autor juega con las letras de su propio nombre: ¡cómo detesto esas demostraciones de ingenio! Quizá sea lo único que le pueda reprochar a Murakami en este libro) quien tiene pegado como estampilla a Viernes, su secretario afeminado; y una madre fotógrafa que vive en su propio mundo de creación artística que la lleva a dejar muchas veces por su cuenta a Yuki. La madre, de pseudónimo Ame (que significa “lluvia”) comparte su vida con un poeta manco, Dick North, quien le ordena el cotidiano, le hace compañía, escucha y protege a Ame. Dos policías: Pescador e Intelectual, quienes rinden grandes momentos en la trama, rompiendo la monotonía con sus conversas forzadas y esforzadas para no llegar a ejercer la violencia física en el detenido. Gotanda, el famoso amigo del narrador, actor de poca monta pero famoso al fin, poseedor de una elegancia y un donaire que difícilmente pasará desapercibido: aunque vista un saco de papas lucirá con garbo y estilo, pero quien a pesar de llevar una vida confortable y cómoda está pasando frio en su propio infierno. Y claro, están las prostitutas, cada cual más interesante que otra, no sólo por la belleza descrita sino por la conversa que llegan a desarrollar tras el servicio.
Book trailer de la novela elaborado para su editora en español, Tusquets Editores.
Todos estos personajes aparentan simpleza desde un inicio pero de a pocos la trama nos va desarrollando cuán complejos somos los seres humanos, conociendo las más oscuras rendijas de su estructura develándonos todos los temores y sinsabores que ellos cargan y esconden, y que muchas veces ellos mismos ignoran. Pero para mí el gran personaje en esta obra es el Hotel Delfín, esa gélida oscuridad con la lucecita al fondo donde habita el Hombre Carnero. Aquel lugar probablemente exista, no sólo en la novela, sino en cada uno de nosotros.
Engancho de principio a fin con esta historia que aunque tiene algo de policial la encuentro ante todo más psicológica e introspectiva. Murakami debe haber leído a Thorndike (y no a Guillermo, sino a Edward), a Koffka (tocayo de Cobain), a Freud, esto sumado a las experiencias con los compadres que debe haber conocido cuando tenía su bar de jazz en Tokio.
Tras esta obra puedo entender el júbilo y la algarabía ante la sola mención de su nombre por muchas personas tanto en Perú como aquí en Brasil. Esa legión de lectores que a veces parece que exageraran –cuando conozco una obra como la leída anteriormente- con sus denodados comentarios hacia él y toda su obra, a veces alejan en vez de acercar más personas, pero en esta obra está aquel maestro que todos sus hinchas aseguran que es. Murakami Haruki, ¡gracias viejo! El deleite fue total.
Franz Schubert: Piano Trio No. 2 in E flat Major, Op. 100, D 929 2nd movement
Eugene Istomin, piano
Isaac Stern, violin
Leonard Rose, cello
Si Rayuela de Cortázar derrocha jazz en cada página, aquí Haruki además de jazz nos deja algo de música clásica y rock’n roll por doquier. El narrador, luego de leer los cuentos de Haruo Sato (ni en inglés he encontrado algo de él) escucha aquella pieza de Schubert : pág 367.
Ya Gotanda y nuestro narrador en uno de sus encuentros escuchan varios temas de rock de los 60's mientras beben cerveza, aquí dos de esos grupos:
The show must go on, Three Dog NightSummer in the city, The Lovin' Spoonful