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Bailando salsa

Publicado el 22 agosto 2012 por Mediasmentiras @mediasmentiras
BAILANDO SALSA
Caminaba con rumbo a una cafetería de las que tienen desayunos generosos a buen precio y saben que el tomate de mi tostada en mi "Mediterráneo" no son láminas gruesas.
Otra ventaja es que tiene varios periódicos, con lo cual me aseguro lectura informativa y compañía.
Tuve la mala suerte de que en el trayecto me encontré a una conocida bajita, con pelo rozado y caderas amplias (no feas) que me soltó una batería de preguntas tácitas  carentes de interés por su parte al preguntar y por mi parte al responder.
Era jueves, hacía calor, volaban las palomas, ¡yo que sé! el tema es que escuché lo que me decía. Es de esas personas que su única función de preguntarte es soltarte su historia que quiere que escuches y con la que te hace ser el "elegido" para la chapa. Con solana son menos aguantables, pero sus caderas estaban perdiendo amplitud en mi mente.
Me comentó que iba a bailar salsa con un grupo de gente muy maja (nadie es sincero y dice la verdad : en todo grupo hay gente maja y gilipollas) y que además de un ejercicio social era también físico, resaltándome lo bien que se la queda el bioritmo después de tales sesiones.
Mi afán de cazador en estepa africana me hizo acceder a su invitación de acompañarla esa misma noche. Pensé que esas caderas en mis manos no deberían quedar tan mal, y que disimular mi falta de coordinación durante unos minutos tampoco tenía que ser tan difícil.
Sobre las 22 horas de la noche la pasé a recoger. Yo iba con vaqueros y camiseta a lo Marlon Brando, ella con faldita negra de volantes y top a juego. Parecía que acababa de ser nacionalizada brasileña, vi ante mi a una garota de Ipanema. La noche prometía.
Fuimos a un garito con poca luz y música alta, me hago mayor, no tolero los ruidos altos.
Saludó al portero que era un armario de 2x2 el cual me lanzó una mirada cómplice donde pude leer claramente compasión. Empecé a preocuparme.
Me presento a Paolo, el jefe del tinglado, y a un montón de compañeros que sonreían felices cual secta de túnica naranja y amor libre.
Me acerqué a la barra y me pedí una caipirinha, cuando ni siquiera la tenía cerca de mis labios mi amiga me agarró de la mano y dijo:
- ¡Veeeeeeeeeeeeeeeeeeeeenga, a mover el esqueleto!
Comprendí que el polvo no me iba a resultar fácil, y que tenía que demostrar algo antes.
Entonces, no se como fue,pero me vi envuelto en un maremágnum de gente que daba vueltas como posesos, me daban vueltas a mi, me frotaban mi cebolleta con su culo, sonreían a lo Profiden y formaban curiosas coreografías tipo Flash Mob, las cuales me resultaban demasiado complicadas.
Tome la determinación de que todo ser que me tocará recibiría unas vueltas sobre su eje, así pasaron unos interminables minutos en los que me sentí patoso y fuera de sitio.
Me acerqué a la barra donde me esperaba, caliente, mi bebida. A esas que se me acerca Paolo, un mulato con trenza de lo más mono, y me dice:
- Carlos, hermano, tienes madera de bailarín, te veo bailando salsa muy suelto, ¿quieres apuntarte a clases para mejorar tu técnica?
- ¿Mejorar? ya me gustaría, pero es que yo por las tardes suelo tener clase de bolillos y me viene mal, ¡una lástima!
Paolo se alejó siendo menos simpático de lo que parecía cuando me quería "captar" para su causa, pilló de la cintura a mi acompañante y la soltó un morreo que creo que me pareció ver como la salía la lengua de él por la oreja izquierda.
Sonreí aliviado.
A esas que la camarera, una morena tetuda con flequillo a lo pin up me dice:
- ¿Eres escritor?¿tienes pinta de escritor?
- Hoy es tu día de suerte preciosa, tengo un poema en mente y me falta una musa, ¿a qué hora sales?
Esa noche cambié la salsa amarga por la guindilla sabrosa. Buen cambio.

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