Hoy cedo este espacio a Loque, que ha sido la impulsora de las lecturas conjuntas de los Episodios Nacionales. Nuestro inmenso amor por don Benito se lo debemos a ella, chicos.
Fernando VII puso sus tropas en manos de Napoleón, y las autoridades todas (…) pero los madrileños dijeron “No nos da la gana de obedecer al Rey, ni a los Infantes…” y acuchillaron a los franceses. ¿Qué pasa después? El nuevo y el viejo Rey van a Bayona donde les aguarda el tirano del mundo. Fernando le dice “La Corona de España me pertenece a mí; pero yo se la regalo a usted, Sr. Bonaparte”. Y Carlos dice “La Coronita no es de mi hijo, sino mía, pero para acabar disputas, yo se la regalo a usted” (…) Pero ustedes se encabritan con aquello y contestan: “No, camarada, aquí no entra usted. Si tenemos sarna, nosotros nos la rascaremos.
Probablemente esta sea la más manera más clara y directa en la que se pueda explicar la situación de España a finales de mayo de 1.808, cuando da comienzo el cuarto de los episodios nacionales: Bailén.
Efectivamente el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII, después de tanto luchar por la corona, han renunciado ambos a ella, en favor de Napoleón, pero el pueblo no lo acepta y pocas semanas después del Dos de Mayo, se está organizando un ejército para luchar contra los franceses que invaden el país.
Para mí, este es el tema más importante de esta novela y casi me atrevería a decir, de este período histórico: la inmensa contradicción que supone que un país decida espontáneamente no obedecer a su rey (Fernando VII) al mismo tiempo que le reclama para el trono.
En una escena magnífica, Santorcaz - el mismo personaje que pronuncia el párrafo inicial - charla con unos reclutas que no se pueden plantear, ni por un minuto, que un rey no sea el que gobierne en el país y que el pueblo en sí, sea soberano.
Santorcaz viene de Francia, donde ha vivido años, y en esta conversación parece que está dando ejemplo de cómo la invasión napoleónica trajo a nuestro país, ideas constitucionales desde el extranjero y bla-bla-bla.
Yo esto, francamente, lo hubiera puesto en un “comentario de texto” de 3º de BUP, pero ahora pienso que en realidad, el pueblo ya estaba demostrando que ya era soberano al actuar así, y ya sabe que si tiene sarna, se la puede sacar solo.
Pero hablemos de Gabriel, el protagonista de esta primera serie de Episodios Nacionales, que ha participado en la revuelta madrileña e incluso ha sido fusilado en la aciaga madrugada posterior, pero ha sobrevivido y recupera la consciencia, poco a poco en casa de un matrimonio que lo acoge: Doña Gregoria y El Gran Capitán, llamado así por sus vecinos porque siendo joven sirvió en el ejército… rizándole el pelo a los altos oficiales, algo que según ellos, desmoralizaba mucho al enemigo.
En esta casa puede darse cuenta que en Madrid el ambiente está sumamente revuelto y que la lucha contra los invasores no ha muerto el dos de mayo, sino todo lo contrario: “Se conspiraba con el deseo, con las noticias, con las sospechas, con las exageraciones, con las sátiras, con verdades y mentiras, con el llanto tributado a los muertos y las oraciones”.
Pero a nuestro protagonista, no le importa tanto el futuro de nuestro país, como el de su novia Inés, que vuelve a estar retenida contra su voluntad.
Inés es la hija natural de una importante dama de la corte y, después de años de criarse con una familia humilde, ha sido acogido por su familia biológica, a tiempo de prepararla para un matrimonio de conveniencia con otro heredero “siendo entonces costumbre emparentar lo más pronto posible a los mayorazgos, los casaban fresquitos”.
Así pues Gabriel acudirá a Córdoba, donde se encuentra su amada y donde se unirá al recién creado ejército que se enfrentará con las tropas napoleónica en la batalla de Bailén.
Y es que en este nuevo encuentro con la historia del diecinueve español , de nuevo se encuentran hábilmente entrelazadas las aventuras de Gabriel e Inés, para que nunca la parte histórica resulte demasiado “didáctica”, ni la trama personal ahogue el contenido histórico del libro.
Si en la anterior novela El 19 de marzo y el 2 de mayo (reseña de Loque) conocíamos de primera mano la revuelta espontánea de Madrid, aquí vamos a participar en primera persona del delirante ejército que se forma en contra de las tropas imperiales de Napoleón.
Mientras el ejército español se encuentra bajo mando francés, los civiles se equipan de cualquier manera y se instruyen, a toda prisa, bajo el mando de militares extranjeros y desertores.
Todo esto financiado con el dinero que aportan voluntariamente los españoles de toda clase social: “¡Aquel sí era llover de dinero, y reunirlo a montones, sin que ni un realito de vellón se escapase por entre los agujeros del cesto administrativo!”
Bueno, yo esto, la verdad es que no me lo creo, que esto es España por favor, y algún realito ya se escaparía, ya, que ese cesto está hecho con los mimbres que ya conocemos todos.
Un ejército en el que cada uno viste como quiere y puede, de manera que - como nos dice Galdós - el concepto “uniforme” no existe.
No puedo dejar de preguntarme si los soldados franceses no se reirían ante semejante collage de civiles que aspiraban a convertirse en militares en pocas semanas.
¿Se rieron tanto cuando acabó la batalla? Eso es algo que (si no recordáis de la clase de Historia) os invito a descubrir en este libro.
También merece la pena leerlo para reírse. Sí, sí, reírse abiertamente a mandíbula batiente, con las cargas de profundidad que lanza el autor contra la rancia institución de la nobleza.
Sobre todo cuando conocemos a Don Diego, más conocido por el “Mayorazguito” o el “Condesito”, un joven tratado con un mimo excesivo desde su nacimiento solo por haber nacido hombre y heredero de un gran título.
Esto hace que cuando le encuentre Gabriel, sea más un niño enrabietado que un adulto al que cuando “no le hacían gusto en alguna cosa, poníase los puños en los ojos, comenzaba a regar con pueriles lágrimas los veinte años de su cuerpo…”
Sobre el destino de las mujeres de las familias nobles también tiene algo que decir Galdós, así una de las hermanas del joven “no tenía necesidad de aprender nada, porque era destinada al matrimonio”.
Todo esto se pondrá totalmente de manifiesto cuando Doña María de Rumblar, su madre, lo aliste (sí, su madre le alista como le podría apuntar a ir a un campamento de verano) en el improvisado ejército en el que va a servir junto a Gabriel, y el joven marcha pensando que va a ser algo así como una excursión escolar “el joven palpitó de entusiasmo al verse enviado a tomar parte en un juego que no conocía, y que visto de lejos es muy bonito”.
Y es que el citado heredero de un gran mayorazgo, ha recibido una escasísima educación a manos de un inútil instructor que apenas sí conoce unas cuantas frases latinas y algunas anécdotas de Alejandro Magno, y que tan solo le ha enseñado a recitar cursis poesías.
Educación que el muchacho ha completado leyendo a escondidas libros tan instructivos como “Princesa, ramera y mártir, Santa Afra. Ambos libros son muy bonitos, y traen un aquel de amores y besos, que me daba mucho gusto cuando a escondidas los leía yo”
No todo es humor y crítica en esta breve - pero muy intensa - novela, también conoceremos de primera mano cómo es una batalla: el entusiasmo de los nuevos soldados frente al miedo de los veteranos, las estrategias de uno y otro bando (que a veces tienen menos peso que el hambre, la sed y el calor extremo que sufrieron los combatientes) la sangre, las fuerzas que se agotan, las mujeres que corren bajo el fuego cruzado para ofrecer agua a los soldados y también la muerte, y un campo de batalla por el que caminar buscando el cuerpo sin vida de un hijo…
Pero ni en medio de este baño de sangre, Gabriel se olvida de su novia ni Galdós del lector que pueda estar saturado de guerra y muerte.
Así podremos ir conociendo los complicados planes que envuelven a Inés, que se ha refugiado de tanto cambio drástico en un convento, donde la acoge nada más y nada menos que la madre Transverberación.
Por cierto ¿Conocéis la expresión “no dar puntada sin hilo”?
Como ya mencioné en las reseñas de los anteriores “Episodios”, en poco menos de 200 páginas Galdós consigue mantenernos en vilo con una batalla, intrigarnos con los vaivenes de la vida de la pobre Inés, presentarnos a los personajes más inolvidables (El Gran Capitán, Santorcaz, Doña María, Marijuan, Malespina, el Diplomático…), mostrarnos un episodio decisivo en la historia de nuestro país, y no solo eso, también explicarnos cómo el país comenzó un cambio decisivo a partir de la Guerra de la Independencia.
Y como ya he dicho, a pesar de que se seguía gritando el nombre de Fernando VII en las batallas (el mismo Fernando VII que había ordenado a su pueblo que obedeciera a Napoleón), ideas nuevas van entrando en la península, ideas que hasta parecen sacudir los cimientos de la nobleza, ya totalmente inútil.
Tan inútil como un espadón de anticuario, lleno de símbolos heráldicos con el que Don Diego intenta inútilmente luchar en una batalla real, para descubrir que es imposible, hasta que consigue cambiarlo por una espada de verdad y así de claro se lo cuenta a su escandalizada madre: “Vea usted este sable: no tiene letrero, ni cabecitas, ni garrapatos, ni nada; pero corta que es un gusto”.
Así que si queréis ver cómo el país se empezó a librar de sables llenos de cabecitas y garrapatos, cómo se forma un ejército en tres de meses, cómo hombres, mujeres y niños hicieron la vida imposible a los invasores y cómo Gabriel consiguió sobrevivir en medio de toda esta locura, os invito a leer Bailén.
Título: Bailén Autor: Benito Pérez Galdós Editorial: Alianza Encuadernación: Bolsillo ISBN: 978-84-206-3777-8 Páginas: 208 Precio: 9,50 €