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Bailes de pasión, capítulo 19

Publicado el 11 mayo 2014 por Letrasconsaborachocolate
Bailes de pasión, capítulo 19
Capítulo 19"Realidad"
Edward PoV.
Me acerqué a ella y acuné su hermoso rostro entre mis manos. La miré a los ojos, tratando de transmitir en mi mirada lo que realmente sentía por ella ¿Por qué no podía verlo? ¿Por qué no podía creerme?
—Entiéndelo, Bella —supliqué—. Yo te quiero ¿Por qué no te puedes permitir quererme?
Yo sabía que ella me quería, me lo había demostrado la primera vez que pasamos una noche juntos. Ella se había entregado a mí por propia voluntad, me había dicho que me quería y yo le había creído, le creía ahora y le creería siempre. Podría ser contraproducente creer que en su interior ella realmente me amaba, incluso podría caer como masoquista considerando los constantes rechazos por los que me había hecho pasar, pero no me importaba. Ella me había dicho una vez que me quería y me aferraría a eso.
Ella negó con la cabeza mientras aún la tenía cogida del rostro. Quería besarla, rozar mis labios con los suyos y suplicarle una vez más que me amara…
—Por favor, Bella —gemí—. Por favor, déjame quererte.
Sonaba desesperado, pero así es como realmente estaba. Desesperado. Muerto de amor por ella.
—Edward, yo… —comenzó a decir, pero entonces alguien detrás de nosotros la llamó. No tuve que levantar la vista para saber que se trataba de él.
De un momento a otro llegó hasta donde estábamos, la cogió de la cintura y la volvió hacia sí para plantarle ese beso que yo no me había atrevido a darle segundos atrás. Observé la escena, aturdido. ¿Cómo podía tocar así a mí bella? ¡Ella era mía!...
Una voz en mi cabeza me dijo que eso era absurdo… Ella no era mía, era de James.
El rostro de ella estaba descompuesto por la sorpresa mientras que el de él estaba inundado de dicha; abrazaba con toda la naturalidad del mundo y parecía enfrascado solamente en ella. Parecía enamorado.
Siempre me burlé de las personas sentimentalistas que dicen que sentían cómo su corazón se rompía en su interior cuando tenían algún mal trago amoroso, siempre pensé que todo eso era ilógico y mera cursilería; palabras estratégicamente creadas por algún lírico aburrido.
Entonces, me enamoré… y como era de esperarse, mi corazón caliente fue arrancado de mi pecho y lanzado a los leones para que lo devoraran. Una comparación bastante drástica, pero se parecía mucho al dolor que sentía en mi pecho en esos momentos. Verlos disfrutar de su pedacito de cielo, mientras yo moría lentamente por dentro, era como recibir una cubetada de agua helada y una bofetada al mismo tiempo.
"Nunca fue tuya, Cullen" me dije a mí mismo, girando sobre mis talones para salir de ahí.
El dolor y la tristeza pronto le abrieron paso a la cólera ¡Tenía que salir de ahí urgentemente! En un leve rayo de ingenuidad le dediqué una mirada de soslayo a Isabella, pero ella seguía mirándome con el rostro descompuesto por la efusividad de James. Esperé que ella saliera de sus brazos, aguardé que corriera hasta mí y me dijera que a quien amaba era a mí; y sabía que yo la perdonaría, porque el corazón nos hace hacer cosas irracionales. En cambio, ella se quedó ahí sin hacer ni decir nada, se quedó mirándome, hablándome a través de su mirada… diciendo cuán importante era para ella; pero no era suficiente, no quería que me lo dijese con la mirada, quería que lo demostrara.
"Es la última vez que juegas conmigo, Isabella Swan. Nunca más volveré a caer en tus juegos." Mis pensamientos estaban cargados con rencor, sentí mi mirada endurecerse y me volví hacia la salida, pisando duramente mientras caminaba por los abarrotados pasillos del lugar.
Afuera el aire es bochornoso pero realmente no me importa mucho, bajo los escalones con el único fin de alejarme tanto de ella como de su nuevo amante. La rabia quema en mis venas y mi visión parece enrojecida gracias a la ira. Quiero apartarme, quiero mandar todo a la mierda y alejarme de la mujer que no sabido hacer otra cosa que lastimarme; pero no puedo, una estúpida e ingenua parte de mí aun siente esperanzas, sin importar lo ridículo que suene eso.
—Hey, tú… al que se le perdió la fiesta de disfraces.
Es una chica quien grita, y no necesito mirarla para saber que se dirige a mí. No me saqué el vestuario así que puedo imaginar el por qué de su comentario.
—Amigo, sólo bromeo —ella se acercó y se emparejó conmigo.
—Sólo déjame en paz —murmuré, por lo bajo.
Ella resopló.
—Si perdiste la dirección de la fiesta donde será el show, tal vez yo te pueda ayudar —murmuró, plantándose frente a mí.
—Realmente no estoy de humor…, y no soy tu amigo —mi voz suena gruesa y dura, realmente quiero estar solo y golpear algunos botes de basura para descargar mi frustración.
— ¡Oh, vamos, chico! —insistió.
Le saqué la vuelta, de verdad no quería lidiar con ella. Comencé a caminar pero apenas si di un par de pasos lejos de la chica, cuando corrió detrás de mí y me hizo volverme, cogiéndome del brazo.
— ¿Qué? —pregunté, llegando a mí limite.
Ella se encogió por un cuarto de segundo, pero luego alzó la barbilla y me miró a los ojos, desafiante.
— ¿Ves a los chicos que están allá? —preguntó.
Miré sobre su hombro a un grupo mixto que estaba cerca de unos cuantos autos remodelados, todos nos miraban con notable interés y sonrisas en sus rostros. Yo no entendí por qué nos estaban mirando así que la cuestioné con mi mirada.
—Son amigos míos y creen que soy una maldita mojigata —ella soltó un resoplido y sonrió traviesamiente—, así que hice una apuesta con ellos. Cien dólares a que invito al chico con traje de príncipe a tomar un trago.
Le di una mirada al grupo de chicos que no dejaban de observarnos, y luego la miré a ella. Realmente la miré. Era bonita, no cabía duda de ello. Ojos grandes color azul pálido, cabello rubio cenizo y en ondas que eran lo suficientemente largas como para cubrir sus pechos, labios rosados y carnosos, en forma de corazón. Sí, muy hermosa… pero no era Bella.
—No estoy interesado, gracias —murmuré, comenzando a darme la vuelta de nuevo.
— ¡Espera! —chilló. Me di la vuelta para dejarle en claro que no quería ir con ella a ningún lado— Si no logro llevarte a tomar algo al pub que está a unas cuantas calles, tendré que pagarles lo doble que ellos me pagarán a mí si gano.
Les di otra mirada a los chicos.
—Entonces esos no son tus amigos —respondí, cruzando mis brazos sobre el pecho.
Ella sonrió sardónica.
—Puede que tengas razón, pero ese no es el punto. Vamos, haz tu buena obra del día.
—Creéme, he hecho muchas buenas obras últimamente y no me ha ido muy bien —contesté, con cierto dejo de amargura mientras recordaba cuando René me pidió que fuera la pareja de baile de su hija.
—Eso significa que eres un buen samaritano —contestó, sonriente.
—Eso significa que soy un estúpido.
—Bueno, eso podríamos discutirlo en un pub ¿Qué dices? No puede ser tan malo ir a tomar una copa conmigo ¿Realmente soy tan fea?
Me reí, ella definitivamente no era fea. Alcé la vista al frente, el cielo estaba medio nublado y, como siempre que lo veía, me trajo tranquilidad. Me di cuenta que mi enojo se había disipado un poco desde que estaba charlando con esta desconocida, y tuve que agradecerle mentalmente por haberme metido en mi camino. Mis ojos cayeron en la puerta del museo por donde hacía poco acababa de salir, y la esbelta y hermosa figura de una mujer captó todo mi interés.
Era alta, pero no tanto; el cabello castaño levantado en un elaborado moño; a la distancia pude ver que sus labios eran de un exquisito color rojizo que contrastaba con su piel albina. Su vestido de princesa, bombacho y hasta los pies, con hebras del mismo volando al derredor y haciéndola parecer un ángel con sus gloriosas y hermosas alas extendidas. Era ella… mi Bella.
Creí, estúpidamente, que vendría tras de mí, que se había deslindado de los extraños brazos de James para correr junto a mí, dejarse envolver por mis brazos y enterrar su rostro en mi pecho. Tontamente esperé escuchar de ella un 'lo siento' y un 'te amo'…, pero eso jamás llegó. James y otro hombre desconocido se unieron a ella al cabo de unos segundos, el primero colocó su mano derecha en la parte posterior de su cintura, atrayendo así su atención. Isabella levantó la vista hacia James y sonrió educadamente, estrechó su mano con el desconocido y juro que vi su mirada ampliarse. No me hacía falta estar frente a ella para saber que sus ojos también brillaban con excitación. Seguramente ese hombre era alguien importante en el mundo del baile. Alguien que tenía una buena amistad con James.
Entonces me di cuenta de todo.
Ella no amaba a James y no me amaba a mí. Ella únicamente amaba el baile. Isabella Swan no me había entregado nunca su corazón, ni se lo entregaría a James, por la simple y sencilla razón de que su corazón pertenecía a la pista de baile. Tristemente me di cuenta que siempre había sido así.
Isabella Swan me había elegido únicamente porque sabía que era la persona indicada para seguirle el ritmo en la pista, se me había metido entre los ojos y había aprovechado mi debilidad hacia ella para utilizarme como un títere a su completo antojo. Sí, Isabella era malvada e interesada ¡Y yo apenas lo acababa de descubrir! Ella tampoco quería a James, sólo estaba con él porque James podría ligarla con gente importante que explotaría su talento.
Bien dicen que nunca se llega a conocer a la gente completamente.
Miré de vuelta a la chica frente a mí, me veía expectante a mi respuesta. No habían pasado más que un par de segundos, pero yo sentí que habían sido horas.
De pronto, la salida al pub me pareció increíblemente fantástica.
—Está bien, vayamos a tomar unos tragos —contesté, sonriéndole a la chica.
Su sonrisa se amplió y sus ojos expresaron su sorpresa. Volví a levantar la vista hacia Isabella, ella volvía a mirarme, ahora con el ceño fruncido. No le tomé importancia, ahora que había descubierto su jueguito no me dejaría vencer por ella.
Tomé la mano de la chica y me dejé guiar por ella hasta el pub, donde ahogaría mi pena por haberme enamorado de una mujer tan incorrecta con litros y litros de alcohol.

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