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Bailes de pasión, capítulo 21

Publicado el 11 mayo 2014 por Letrasconsaborachocolate
Bailes de pasión, capítulo 21
Capítulo 21"Sentimientos de cartón"
Edward PoV.Mi cabeza estaba por estallar. Todo a mí alrededor daba vueltas y el vértigo fue recibido de mala gana. Mientras salía de la cama prometí estúpidamente no volver a beber en el resto de mi vida; una promesa vacía ya que sabía que al primer desaire, el alcohol sería mi refugio ¿Quién lo iría a decir? Estaba a un paso de necesitar internarme a la doble A.
A duras penas conseguí realizar la sencilla tarea de asearme y vestirme, mantenerme en pie era una verdadera osadía ya que mi mundo parecía ir en una montaña rusa, todo se movía a gran velocidad y acentuaba mis náuseas horriblemente. Una música suave llenó mis oídos cuando salí de mi cuarto hacia la salita de estar. La melodía del violín era tranquila y en cualquier otra ocasión podría haberla catalogado como tranquilizante, pero con una resaca de los mil demonios, la música era un verdadero martirio para mí.
— ¡Vaya, hasta que te despiertas! —Isabella interrumpió su sencillo y delicado baile de ballet para mirarme con la reprobación dibujada en cada rincón de su rostro.
No tenía ánimos de pelear con ella así que la pasé de largo y fui directo a la mesita donde estaban las sobras de su desayuno. Había ordenado por mí una taza de café cargado, que ahora estaba totalmente helado, y un par de huevos en salsa, que estaban en la misma posición térmica que el café. Gruñí por lo bajo y masajee mis sienes. Dios, mi cabeza estaba a punto de explotar.
—Tenemos que ensayar —su voz que antes amaba, ahora solo me provocaba el instinto de tomarla por el cuello y hacerla callar de una vez, aunque algo me decía que si comenzaba a ahorcarla, ella haría cualquier cosa menos callar esa boca exasperante.
La ignoré, era lo mejor que podía hacer. Hablar parecía una tarea imposible porque mi garganta estaba completamente seca y rasposa, me daba la impresión que decir una sola palabra me costaría un montón de trabajo. Sin decir ni una sola sílaba, cogí mi chaqueta del mueble y salí de la habitación. La escuché refunfuñar algo a mis espaldas y luego su voz aumentó a gritos, pero yo era realmente bueno ignorando a mujeres histéricas, con Alice había tenido demasiado práctica.
La chica en recepción me dedicó una sonrisa tan pronto como me vio, le devolví el gesto a medias y me dirigí al bar del hotel. Técnicamente tenía prohibido ingerir sustancias en lo que durara el concurso, pero realmente necesitaba algo para calmar la maldita resaca. Suspiré mientras me sentaba en un taburete del bar, pedí la primera bebida que encontré en la carta y esperé.
Perdí la noción del tiempo mientras estuve en el bar; rellené mi copa con una bebida azulada y amarga en tres ocasiones, hasta que finalmente mi resaca comenzó a dar tregua y luego cambié por un café extremadamente cargado. Hubiese preferido seguir tomando más de ese líquido azulado pero si alguien me veía tomando bebidas alcohólicas podría ser descalificado del concurso. El café al menos enmascaró mi aliento a alcohol.
—Hola, chico.
Una voz femenina sonó a mis espaldas cuando estaba por llevarme la taza a los labios. Me era conocida y mi cabeza aturdida fue capaz de identificarla; giré hacia la silueta delgada de cabellos rubios desparpajados por toda la espalda, cayendo algunos mechones sobre su rostro. Me hundí en un exquisito mar que me observaba con un toque juguetón y risueño.
Sonreí casi por instinto.
—Hola, chica —respondí, aun con la sonrisa en mi rostro. Mi garganta se había calmado y hablar ya no era tanto trabajo como cuando llegué susurrándole al encargado del bar qué quería tomar.
Ella se deslizó al lado de mi silla del bar y ordenó un vaso de agua mineral. Su sonrisa era pequeña y enigmática, con el toque justo de coquetería, sin hacerla parecer una presa fácil ni una chica inexperta. Todo en ella parecía equilibrado y bueno.
— ¿Qué haces aquí? —pregunté, curioso.
Ella alzó una ceja, inquisitiva, aunque sus ojos aún se mostraban juguetones.
— ¿Está corriéndome, señor? —contestó, haciendo un ademán de estar ofendida.
Solté una risa espontánea. Con Camille me sentía increíblemente relajado y a gusto.
—Solo tengo curiosidad, señorita —seguirle el juego era sencillo y divertido. En mi rostro seguía aquella sonrisa estúpida.— ¡Que curioso es usted, señor! —Masculló, tratando fallidamente de contener su risa— Es sólo que he descubierto que usted tiene el complejo de la cenicienta.
Fruncí el ceño pero fui incapaz de borrar la sonrisa de mi rostro.
— ¿Complejo de cenicienta, señorita? Lo siento, no logro entender su argumento —charlar con Camille me hacía olvidarme casi de cualquier cosa que estuviese en mi cabeza en ese momento—. Estoy llevando mis dos zapatillas de cristal hoy.
En ese momento llegó su vaso con agua. Ella soltó una risa baja y negó con la cabeza mientras llevaba el vaso a sus labios; la imité, dándole un pequeño sorbo a mi café.
—Realmente no me refería a eso, señor —continuó.  Subió una bolsa de papel a la barra del bar y me dedicó otra de sus sonrisas coquetas—. Esto quedó en mi poder anoche, y debo confesar que dormí abrazada a ella.
Arqueé una ceja y tomé la bolsa por las azas, dentro se encontraba la chaqueta de mi traje. Intenté recordar cuándo se la di a cuidar, pero estaba realmente ebrio como para lograr recordarlo.
—Gracias —contesté.—En realidad, la devolución de tu chaqueta trae un precio extra —su tono fue casual pero aun así con una pisca de travesura.— ¿Con que un costo adicional, eh? ¿De qué se trata? —pregunté.—Oh, es algo sencillo para un hombre de tu calaña —declaró.
Volví a enarcar una ceja, en una pregunta muda.
— ¿Estás ocupado esta tarde? —cuestionó.
Lo pensé por un segundo.
—Tengo la presentación de baile esta noche y debo practicar con… —dolía pronunciar su nombre, pero finalmente me atreví a hacerlo— Isabella.—Ah.
Su tono era desilusionado.
—Pero podrías ir a la presentación y al terminar iríamos a tomar algo —propuse.
Fue su turno de arquear una ceja.
— ¿Tomar algo? Chico, estás a un paso de ir a la doble A.
Me reí porque justo pensé eso más temprano. Ella rió conmigo.
—Vamos ¿Qué dices?
Lo pensó un segundo.
—Podemos ir a comer una hamburguesa o algo así —sugirió—. En alguna de esas cafeterías de los barrios bajos.
La propuesta podía sonar mala, pero a mí me pareció excitante.
Me encogí de hombros.
—Estaría bueno.—Es una cita, entonces —sonrió tiernamente.—Por supuesto.—Hecho —me tendió una mano.
No pude evitar reírme, pero aun así extendí la mano y estreché la suya.
—Hecho.
Luego de un momento, Camille se despidió con un beso en la mejilla y la promesa que iría a ver la presentación del concurso en el museo. Verla partir me dejó un hueco en el estómago, pero no supe con qué llenarlo, comer algo para aliviar el vacío parecía ridículo, así que opté por pagar la cuenta y subir a la habitación con mi calvario: Isabella, la mujer a la que amo… o amé. No lo sé, aún no lo sé.
Bella PoV.
Desperté con los ojos sumamente hinchados por pasar la noche llorando. Luego de una ducha y de tener la cabeza un poco más clara, me di cuenta que no valía la pena derrumbarme por una cosa como esa. Yo tengo un objetivo claro y preciso: Ganar el concurso y aprovechar la beca en la academia de baile. Si Edward no tiene la capacidad de luchar por mí hasta el final, significa que él no vale la pena, por lo que concentraría mi atención en lo único que me ha importado siempre y que ha sabido hacerme feliz: el baile.
Pero a pesar de mi decisiva de olvidar mi absurdo encaprichamiento con Edward Cullen y concentrarme únicamente en el baile, no pude ignorar un enorme vacío que se abría paso en mi pecho.  Salí de mi cuartito, Edward aún no se levantaba por lo que aproveché para hacer un par de estiramientos al ritmo de la música de Ballet.
Dejé que mi mente se desconectara de mi cuerpo, dejándome guiar a mi lugar feliz donde los dramas románticos no existían, donde el baile era capaz de llenarme internamente de una forma que era imposible describir; donde yo era totalmente completa; donde mi alma flotaba libremente, moviendo sus caderas y sus brazos al ritmo de una música mística que envolvía mi silueta en luz centelleante. Mi mundo de danza era todo lo que necesitaba, me hacía sentirme conectada con aquella parte de uno mismo que siempre se mantiene oculta por miedo a que sea lastimada, y que muchas veces olvidamos que existe porque estamos demasiado ocupados viviendo una farsa. Las notas del violín de Lindsey Stirling inundaban toda la habitación transportándome a aquel lugar mágico donde todo es sencillamente impecable y maravilloso.
Mi tranquila y mágica danza se vio interrumpida cuando mi compañero se dignó a levantarse. Lo miré, borrando la sonrisa que había predominado en mi rostro mientras bailaba; él me observó en completo silencio, un silencio pesado e incómodo; finalmente lo rompí.
— ¡Vaya, hasta que te despiertas! —no quería que mi voz sonara tan hostil, pero fue así.
Me ignoró olímpicamente y fue directo a la mesita donde estaba el desayuno que había pedido para él. Café cargado para la resaca, y huevos en salsa; hacía poco menos de una hora que la comida estaba en la mesa por lo que supuse que ahora estaría fría; estuve a punto de decirle que si así lo deseaba, podría llamar y pedir un almuerzo nuevo, pero me forcé a morderme la lengua. Yo no era más que su compañera de baile. Edward soltó un gruñido bajo y se dio la vuelta.
—Tenemos que ensayar —le recordé, sabía que no lo olvidaría pero sentí la urgencia de decir algo pero no supe qué más decir.
Hizo un gesto y se volvió hacia su chaqueta que descansaba en uno de los muebles de la salita y se dirigió a la puerta. Mi mandíbula casi cayó hasta el suelo ¿realmente me estaba ignorando de esa manera? Obedecí mi instinto primitivo de gritarle que volviera pero de nada sirvió porque él no parecía interesado en hacerme el más mínimo caso.
Grité de frustración y fui a meterme a mi cuartito. Si el muy idiota planeaba ignorarme de ahora en adelante esto no resultaría para ninguno de los dos. Me di cuenta en ese momento que tenía mucho que perder si las cosas no salían bien. Edward estaba ahí ‘haciéndome un favor’, él no recibiría ninguna clase de premio por esto porque había manifestado querer ir a estudiar al extranjero, además que él no parecía del tipo que elegiría baile como profesión.
Si quería ganar este concurso tenía que mantener a Edward Cullen comiendo de la palma de mi mano como lo había mantenido durante todo este tiempo… sin importar qué, yo tenía que cumplir con mi objetivo.
Alguien tocó a la puerta de la habitación. Imaginé que se trataba de Edward que había olvidado sus llaves, así que salté fuera de mi cuartito y fui a abrir la puerta de la habitación. Dibujé una sonrisa en mi rostro e intenté alisar mis cabellos revueltos, tomé la perilla y la giré para encontrarme con la imagen de una chica en el umbral.
La sonrisa en mi rostro se disipó.
¡Se trataba de la misma chica con la que se había ido a emborrachar Edward!
—Hola —su tono dulce y cantarín me empalagó.—Hola —respondí secamente.—Busco a Edward… —se asomó disimuladamente hacia el interior de la habitación— ¿Está aquí?
Sonreí hipócritamente y abrí la puerta para que pasara.
—Él no está, pero seguramente no tarda en llegar. Pasa, por favor.—Gracias —contestó, entrando en la habitación.
Cerré la puerta detrás de ella. Si quería mantener a Edward a mi lado tendría que deshacerme de ella primero.
—Creo que no nos hemos presentado —comencé. Extendiéndole mi mamo agregué—: Soy Isabella Swan.
Ella tomó mi mano, manteniendo una sonrisa pequeña y educada en su rostro.
—Camille Vega.—Encantada de conocerte, Camille —agregué, haciendo un ademán con mi mano libre hacia el sofá de la salita—. Siéntate, por favor.
Ella murmuró otro ‘Gracias’ y se sentó. Noté la bolsa de papel que llevaba en las manos y con una ojeada rápida desde mi lugar detrás de ella, vi la manga de la chaqueta del traje que había llevado Edward ayer.
No pude evitar que los celos ardieran dentro de mí ¿Qué hacía ella con la chaqueta de Edward? ¿Había pasado algo entre ellos dos? Me mordí la lengua para no atacarla a preguntas, si quería que mi plan funcionara tenía que ganarme a Camille para después alejarla de Edward bajo la careta de amiga íntima.
Una triquiñuela sucia y vil, pero era necesario.
Conversé un poco más con Camille. Sonreí todo el tiempo y bromeamos otro tanto, finalmente ella se tuvo que ir; la acompañé de nuevo a la puerta y nos despedimos con un beso en cada mejilla. Al parecer ganarse a esa chica sería pan comido.
{…}
Edward llegó a la habitación después de dos horas, traía consigo la bolsa de papel que Camille llevaba más temprano, por lo que supuse que pasó todo ese tiempo con ella. Volví a morderme la lengua para no decir nada, necesitaba desesperadamente que Edward estuviera a mi entera disposición.
—Me alegro tanto de que hayas llegado —murmuré, sonriéndole abiertamente. Él me miró ceñudo por un minuto.—Vamos a practicar —se limitó a contestar.
Asentí, sin borrar mi sonrisa y fui a poner la pista del rock and roll que bailaríamos en esta ocasión. El concurso se basaba en tres fases, la primera había sido para seleccionar a los mejores con un estilo totalmente libre, la segunda sería compitiendo contra los que hubiesen elegido el mismo género que nosotros y solamente quedarían cuatro parejas. El género final era totalmente secreto y la coreografía se montaría bajo presión, con el fin de calificar nuestra creatividad.
Edward y yo practicamos por un largo rato la coreografía que ya habíamos practicado hasta el cansancio en casa. Nos era tan conocida la coreografía que podíamos hacerla sin prestar la atención debida, no es que fuera lo correcto pero debido a que no era más que una práctica cualquiera, por lo que me di el lujo de dejar que mi mente vagara entre el millar de cosas que abrumaban mi mente.
Lo que más predominaba en mi cabeza era mi nuevo plan y mis objetivos personales. Creo que establecer objetivos en nuestras vidas es esencial, por lo que hace muchos años yo me formé el mayor y el único objetivo de mi vida. Aquel sueño que se convertía en una meta cada vez más cercana me había señalado el camino que seguir, me había guiado y ayudado a organizar mis prioridades. ¿Encontrar al hombre de mi vida, enamorarme y formar una familia? No, definitivamente eso no estaba en mis planes, mejor le dejaba eso a alguien sin sueños en la vida. Yo quería salir y brillar sobre los escenarios, bailar para el mundo y para mí, ser libre como las aves cuando vuelan, ser tan ligera como una pluma y tan exitosa como ninguna otra bailarina. Y bueno, todos sabemos que de nada sirven los objetivos si no los cumples, y es por eso que tenía que actuar. Y lo que yo necesitaba para continuar en el juego era mantener a mi galante y egocéntrico compañero de baile, enamorado perdidamente de mí. Estaba totalmente dispuesta a abandonar mi estúpido y nada factible enamoramiento por Edward Cullen para concentrarme en lo único que me ha importado siempre: el baile.
{…}
Llegamos al museo junto con los demás participantes. Mi vestuario estaba guardado en una caja en mi camerino, justo como la otra vez. En esta ocasión fui un poco más atenta con Edward, aunque él parecía un tanto más distanciado, yo seguí haciendo mi mejor esfuerzo por seducirlo. Lo necesitaba conmigo, jugando a mi lado en el concurso… si él estaba totalmente perdida.
—Estoy segura que encantaremos a los jueces nuevamente —sonreí.
Él alzó una ceja.
—Con James vuelto loco por ti, no importa si bailamos pésimo, estoy seguro que pasaremos a la final —contestó secamente.
Bufé. No había hablado con James en todo el día… casi me había olvidado de él. Mi plan de mantener a Edward a mi lado y ganar el concurso, habían eclipsado mi cabeza totalmente.
—James es un idiota —murmuré, poniendo los ojos en blanco.
Sus ojos se abrieron en sorpresa.
— ¿Ya te diste cuenta? ¿Qué te hizo? —De pronto se puso serio— ¿Consiguió lo que quería?
No pude evitar sonrojarme.
—No, por supuesto que no —contesté rápidamente—. Es sólo que me he dado cuenta que no vale la pena…
Me acerqué un poquito a él. Era mucho más alto que yo, pero no me importó, me puse de puntillas y susurré contra su rostro.
—… El único que vale la pena eres tú.
Edward aspiró profundamente y retuvo el aliento. Sonreí para mis adentros, esa reacción era justo lo que esperaba. Me levanté un poquito más sobre las puntas de mis pies a manera de tener acceso a sus labios; me acerqué lentamente a él, vacié mi aliento sobre sus labios y la comisura de mis labios se levantaron levemente. Era mío… como siempre.
Me tomó por los hombros y creí que era para acercarme más a él, pero en cambio hizo algo que no me esperaba en lo absoluto. Me alejó de él y dio un paso hacia atrás para poner más espacio entre nosotros. Mi mandíbula casi cae hasta el suelo ¿Él me estaba rechazado?
—No hagas esto —susurró, cerrando los ojos y apretándose el puente de la nariz.—Pero Edward… — ¡No, Bella! No soy el estúpido con el que puedes jugar a tu completo antojo —su mandíbula estaba tensa y su voz era casi un siseo.
Mi propia mandíbula se apretó y lo miré a los ojos.
—Te estoy ofreciendo lo que quieres —gruñí, lentamente, ofendida.—No eres la Bella que yo quiero —su rostro parecía compungido—. No eres la Bella de la que me enamoré… has cambiado. Este concurso te ha cambiado totalmente.— ¡Eso no es verdad! —grité, completamente fuera de mí.—Lamento mucho lo que te ha sucedido, Bella —alzó una mano y acarició mi mejilla—. Si haces esto porque temes que te deje botada con el concurso, tranquila, no lo haré. Muy a mi pesar, te amo demasiado para hacerte eso.
Un nudo se creó en mi garganta, intenté tragarlo pero me fue imposible. Mi boca se quedó colgada, incapaz de emitir los sonidos que mi garganta apretujaba, las palabras se quedaron una vez más dentro de mí, incapaces de ser expresadas. Elisa apareció en ese instante, llevaba un bonito vestido azul cielo y el cabello levantado en un moño alto y elegante. Ella nos vio y sonrió emocionada.
—Chicos, que bueno que están aquí —tomó a Edward por la muñeca y con la otra mano me tomó a mí—. Venga, que ya es su turno.
Miré a Edward mientras Elisa prácticamente nos arrastraba hasta el escenario, pero él no me veía a mí, su mirada estaba perdida en el vacío.
—Cuenten hasta diez después de que los anuncie —nos ordenó ella—. Sonrientes chicos, es su hora de brillar.
Sonreí para Elisa, ‘nuestro momento de brillar’. Un sabor agridulce se instaló en mi garganta mientras forzaba los músculos de mi rostro para mantener la sonrisa fingida. Elisa salió al escenario llevando el micrófono inalámbrico en la mano, la escuchamos saludar al público y luego de una broma y unas cuantas palabras más, nos anunció. Conté mentalmente hasta diez y comencé a dar un paso hacia afuera pero Edward me detuvo, tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos para después arrastrarme hasta el escenario él mismo. Por un segundo mi sonrisa se volvió auténtica, pero bastó una mirada de refilón para darme cuenta de que no había nada romántico en nuestro toque, se trataba solamente de una pantalla para el público y los jueces.
Edward me dejó en el centro de la pista, besó mi mano galantemente y luego corrió hacia una de las esquinas del escenario. Dio la señal y la música comenzó. "Rock around de clock" de Bill Haley comenzó a sonar inmediatamente y Edward emprendió su baile tipo Elvis, hacia mí. Alcé mi brazo en su dirección, invitándolo a llegar a mí. Nos tomamos de las manos y el toque parecía tan íntimo y cercano que mi corazón se aceleró. Sus ojos verde esmeralda me observaron apasionados mientras seguíamos el ritmo de la música  y nuestros cuerpos parecían fusionarse en uno mismo. Era tan perfecto que la sonrisa que había en mi rostro se volvió verdadera mientras bailaba junto a él. Una parte de mí me dijo que nada podía ser tan maravilloso como eso.
Su mano se colocó en mi cintura y nos miramos fijamente por apenas unos segundos, pero durante el contacto sentí cómo una onda eléctrica invisible nos atravesaba a ambos, me estremecí y cerré los ojos. Mi cuerpo se movía casi en automático, mi mente se concentraba en el roce de sus dedos sobre mi piel y la calidez de su cuerpo cerca del mío.
Cuando menos lo esperaba, la música comenzó a concluir y Edward me levantó para hacer el paso final. Sus manos en mis caderas, nuestros alientos pesados y miradas profundas y anhelantes, almas desbordadas en el escenario y sueños cada vez más cercanos.  
Bastó una voltereta, un paso en falso y perder el equilibrio, para tenerlo sobre mí con todo su esplendor. Su aliento vaciándose sobre mi rostro sudoroso. Mi pecho subía y bajaba irregularmente, sus manos como grilletes apretujándome contra su cuerpo. Todo a nuestro derredor se desdibujó, no pude escuchar más la música y los aplausos del público parecían lejanos e irreales, no había nada en mi mente en esos momentos que no fueran esos ojos verdes y esos labios rojos entreabiertos. Quería quedarme ahí con él sujetándome hacia sí. Suspiré, arrojando mi aliento hacia él, su lengua salió a recibirlo y remojó esos labios que me gritaban que los besara.
Y entonces me besó, desatando un tsunami en mi interior.
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Primero que nada, millones de disculpas por estos meses sin actualizar. No diré que pasó, solo que lamento mucho la demora y que haré todo lo que esté a mi alcance para encontrar tiempo entre el trabajo y mi vida diaria para actualizar más pronto. Gracias por su apoyo y buenos deseos :)

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