Algo que he aprendido en el mundo real, en la vida diaria, sobre todo en los últimos 20 años, es que la autoestima es uno de los tantos aspectos del ser humano que determina el grado de felicidad o tristeza y nuestro éxito o fracaso en su vida. A través de la autoestima, logramos relacionarnos con nosotros mismos. Otro aspecto importante es que sirve para desarrollar vínculos con los demás cuando nos encontramos en modo sociabilizar. De lo que vivimos a lo largo de nuestra vida y de cómo enfrentamos estas vivencias dependerá nuestro amor propio o el amor a nosotros mismos y el valor que nos conferimos como personas, y es por eso precisamente que este aspecto de nuestra vida no existe en un nivel fijo o lineal en nosotros, existe más bien en uno muy variable o irregular. Si luchamos, nos sobreponemos o si nos dejamos llevar por la corriente, es consecuencia del manejo propio de nuestras vivencias.
La autoestima se define como «un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidos hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter». Todo esto se reduce a: cómo nos percibimos a nosotros mismos.
Es prácticamente universal la sensación de necesidad de aceptación, de aprecio de los demás hacia nosotros, es una tendencia natural en todas las civilizaciones del globo terráqueo. Debemos recordar que somos seres por naturaleza sociables y que tenemos un instinto natural de pertenencia a grupos de individuos afines.
El principal obstáculo que en mi experiencia he observado, es el tan nombrado Ego, ese niño malcriado siempre está metiéndose donde nadie lo ha llamado y lo peor es que es un enemigo que metes en tu casa, tu vida sin darte cuenta. Los creadores o emprendedores, por ejemplo, le hacemos muchas veces más fácil el acceso a nuestra existencia. Debemos tener cuidado, la figura malcriada que emerge desde lo más entrañable de nuestro ser, se afianza tanto cuando su vocecita pregunta por qué no podemos ganarle a todos los demás en esto o aquello. hace semejante berrinche y no hay manera de hacerlo callar. Y empieza con aquella retahíla de razones, todo un discurso de que somos mejores de lo que en realidad somos, y tan lindo el niño, nos deja a gran distancia del éxito verdadero. Nos bloquea el camino que nos lleva a que conectemos con la realidad del mundo que nos rodea y nos hacemos todos unos expertos en construir unas murallas que muchas veces son tan altas que no nos facilitan para nada trabajar en equipo, discernir con cabalidad en vez de imponernos y por supuesto imposible que nos permitamos dar o recibir retroalimentación. ¿Crear y reconocer oportunidades? no, no y no. Se nos hace muy cuesta arriba y ¿cómo no? si es que para nada podemos ver lo que tenemos delante de nosotros, lo único que detectamos es ese mundo que existe en nuestra mente, y ¿nuestra percepción del mundo real? totalmente eliminada.
Casi todas las personas tenemos aspiraciones, metas, sueños, ambiciones, etc., luchamos para alcanzarlos y de repente, estando en pleno éxito de nuestra propuesta, llega el conocido fracaso o se nos ocurre subir un escalón
Algo que he aprendido en el mundo real, en la vida diaria, sobre todo en los últimos 20 años, es que la autoestima es uno de los tantos aspectos del ser humano que determina el grado de felicidad o tristeza y nuestro éxito o fracaso en su vida. A través de la autoestima, logramos relacionarnos con nosotros mismos. Otro aspecto importante es que sirve para desarrollar vínculos con los demás cuando nos encontramos en modo sociabilizar. De lo que vivimos a lo largo de nuestra vida y de cómo enfrentamos estas vivencias dependerá nuestro amor propio o amor a nosotros mismos y el valor que nos conferimos como personas, y es por eso precisamente que este aspecto de nuestra vida no existe en un nivel fijo o lineal en nosotros, existe más bien en uno muy variable o irregular. Si luchamos, nos sobreponemos o si nos dejamos llevar por la corriente, es consecuencia del manejo propio de nuestras vivencias.
La autoestima se define como «un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidos hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter». Todo esto se reduce a: cómo nos percibimos a nosotros mismos.
Es prácticamente universal la sensación de necesidad de aceptación, de aprecio de los demás hacia nosotros, es una tendencia natural en todas las civilizaciones del globo terráqueo. Debemos recordar que somos seres por naturaleza sociables y que tenemos un instinto natural de pertenencia a grupos de individuos afines.
El principal obstáculo que en mi experiencia he observado, es el tan nombrado Ego, ese niño malcriado siempre está metiéndose donde nadie lo ha llamado y lo peor es que es un enemigo que metes en tu casa, tu vida sin darte cuenta. Los creadores o emprendedores, por ejemplo, le hacemos muchas veces más fácil el acceso a nuestra existencia. Debemos tener cuidado, la figura malcriada que emerge desde lo más entrañable de nuestro ser, se afianza tanto cuando su vocecita pregunta por qué no podemos ganarle a todos los demás en esto o aquello. hace semejante berrinche y no hay manera de hacerlo callar. Y empieza con aquella retahíla de razones, todo un discurso de que somos mejores de lo que en realidad somos, y tan lindo el niño, nos deja a gran distancia del éxito verdadero. Nos bloquea el camino que nos lleva a que conectemos con la realidad del mundo que nos rodea y nos hacemos todos unos expertos en construir unas murallas que muchas veces son tan altas que no nos facilitan para nada trabajar en equipo, discernir con cabalidad en vez de imponernos y por supuesto imposible que nos permitamos dar o recibir retroalimentación. ¿Crear y reconocer oportunidades? no, no y no. Se nos hace muy cuesta arriba y ¿cómo no? si es que para nada podemos ver lo que tenemos delante de nosotros, lo único que detectamos es ese mundo que existe en nuestra mente, y ¿nuestra percepción del mundo real? totalmente eliminada.
Casi todas las personas tenemos aspiraciones, metas, sueños, ambiciones, etc., luchamos para alcanzarlos y de repente cuando estamos en pleno éxito de nuestra propuesta, llega el conocido fracaso o se nos ocurre escalar un tanto más nuestra aspiración, y este proceso se puede repetir varias veces, de hecho, se repite incontables veces aún en la vida de los más exitosos referentes de todo el planeta, de manera tal que es un constante e inevitable fluir. Esto lo entendemos y lo manejamos cuando actuamos de manera consciente, pero ¿qué pasa cuando hace acto de presencia el mocoso malcriado llamado Ego? Pues, alteramos todo nuestro proceso a tal punto que encerramos en una gaveta nuestro instinto de creación, no nos mantenemos y no nos sobreponemos o recuperamos.
Una manera excelente de desarmar a ese mocoso petulante lo encontré en el planteamiento expuesto por Ryan Holiday en su libro «El ego es el enemigo», accionar tres procesos para atacarlo
- Ser humildes en nuestras aspiraciones.
- Ser sensatos cuando estemos rodeados de nuestros éxitos
- Ser resilientes en nuestros fracasos.
Así que, si aprendemos a controlar a ese niño caprichoso cuyo nombre ya he mencionado, en parte tenemos garantizado que podemos ser sinceros con nosotros mismos logrando ver mejor la realidad que nos rodea no la que creamos en nuestra mente, nos aceptaremos y sentiremos mejor con nuestro reflejo en el espejo, y lograremos tener una autoestima más fuerte avanzando con mayor firmeza en nuestros pasos y así encaminarnos hacia donde queramos llegar.
CARMEN TERESA ROMAY