Revista Cultura y Ocio

Bajo el árbol de los Toraya. Philippe Claudel

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Bajo el árbol de los Toraya. Philippe Claudel
     "Nosotros enterramos a nuestros muertos. O los quemamos. Nunca se nos habría ocurrido confiárselos a los árboles."
     Claudel tiene una forma especial de escribir que muchos descubrimos con Almas grises. Tiene una suerte de tristeza perenne en su todo que no consigue despegarse ni en los buenos momentos. Quizás por eso me ha costado acercarme a este libro cuya naturaleza triste se intuía ya en la sinopsis. Hoy traigo a mi estantería virtual, Bajo el árbol de los Toraya.
     Esta vez conoceremos al narrador, y alter ego más que probable del autor. Realiza un viaje a Indonesia y descubre la forma que tienen en una zona de encarar la muerte. Con ella aún en la memoria, recibe la noticia de que su gran amigo Eugène tiene cáncer. La muerte de su amigo le servirá para hacer un recorrido sobre los muertos que le han rozado, pero también sobre su propia vida y las mujeres que han pasado por ella.
     La muerte siempre ha sido un tema complicado, tanto en la vida como en la literatura. Y en esta última, recurrente. Quizás por eso Claudel ha querido dedicarle un libro a ella y concederle una doble lectura que representa perfectamente en la tradición funeraria de Sulawesi, Indonesia. Allí, como el narrador y cineasta descubre en un viaje, cuando un niño muere, es depositado en el tronco de este árbol como si se tratara de un féretro vivo. El árbol, herido en su corteza, va sanando y cerrándose manteniendo en su interior el cuerpo del niño, convirtiéndose en un féretro ahora vivo que sigue creciendo hacia el cielo. Esta costumbre tan chocante, intenta tener algo de curativo también para los padres que han sufrido la pérdida. Para cualquier persona ajena, no deja de ser una costumbre chocante, quizás por eso la usa Claudel en su libro: la muerte y frente a ella, la vida. La muerte, el dolor, el duelo y, frente a ella, la capacidad del ser humano para recomponerse y seguir adelante.
     En la trama, el gran amigo muerto: la noticia, la llegada del inminente final, el recuerdo de sus últimas palabras. Los muertos en la vida del viejo protagonista: el padre, el compañero de alpinismo, el suicidio, convivir con la muerte... su exmujer y el niño muerto... las formas de aceptarlo: divergencias. Pero no aparecerá solo Florence, también hablará de su relación con una mujer croata, incluso una doctora tendrá relevancia. Todo ello son ingredientes para una vida y en toda vida ronda la muerte. Volvemos a ese rito casi homenaje a la vida que se realiza en Indonesia y reflexionamos junto al narrador sobre la necesidad de no olvidar a los muertos, pero también la de sobreponernos y seguir adelante. Y todo ello con el estilo de Claudel, la calma, la cultura rondando, la música, el capítulo en el que Kundera aparece por ejemplo, es sin duda alguna lo mejor de esta novela.
     Claudel es escueto, para mi gusto demasiado en un momento en el que a muchos libros parecen sobrarles páginas. Me hubiera gustado que se extendiera un poco más, que desarrollase algunas preguntas, que se terminara de mojar y me obligara a mojarme a mi. Me he quedado con las ganas de decírselo al propio libro a medida que se acercaba el final. ¡venga, que tu puedes, estruja un poco, haz que sangre! Pero no lo llega a hacer. Quizás porque en ese caso se hubiera perdido el homenaje a su amigo muerto, a la amistad entre ambos, a esa relación especial que se tiene con quien se es afín y que hace pensar que habla de su amigo Jean-Márc Roberts, editor fallecido en 2013.
     Pienso, porque este es uno de esos libros que obligan a pensar, que quizás sea este libro el ataúd vivo de papel que le entrega a su amigo, su propio rito no exento de poesía o de vida. Que sus reflexiones sean la forma de afrontarlo y que cada lectura sea un avance en el proceso de cicatrización de un árbol convertido en papel. O tal vez esté dándole demasiadas vueltas debido a la lectura, poco importa. el caso es que me gustan los libros que me hacen removerme, aunque sea a ratos incómoda. Eso es lo mejor que tiene Bajo el árbol de los Toraya, su poso, la permanencia en la mente del lector. Eso y el placer que es leer a Claudel.
     Comentaba hace apenas unos días un  escritor al que admiro que casi todos libros tratan de amor o de muerte, excepto los que trataban de amor y muerte a la vez. Puede que tenga razón, ¿qué me decís vosotros, son vuestros temas recurrentes en las lecturas realizadas?
     Gracias.

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