Se cumplen estos días 70 años del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. El 30 de abril Hitler se suicida en el búnker, el 7 de mayo, el general Jodl, jefe de lo que poco que quedaba del ejército alemán firma la rendición ante británicos y estadounidense, el 8 ante los soviéticos.
Europa en ruinas, Alemania arrasada. Los responsables intentan escapar del desastre y algunos lo lograrán, esfumándose o pasando a trabajar para los vencedores. Pero los más notables no pueden escapar a la muerte, a la que habían convocado. Hitler y Goebbels se suicidan antes de ser capturados. Bormann, aunque la causa de la muerte no está del todo confirmada, también. Entre los capturados hay quien consigue suicidarse –Himmler y Goering– y otros que son ejecutados tras un juicio.
Pero sus muertes, su desaparición, no borran el horror y la vergüenza, que se queda y todavía perdura. Dejan hijos que han de cargar con apellidos infames, con una culpa que no es suya. A su manera, también son víctimas de sus padres. Se firma la paz pero ¿hasta cuando dura una guerra?
Sobre el tema hay un documental que recomiendo, Los hijos de Hitler (Chanoch Zeevi, 2012). En el mismo participan algunos de estos huérfanos que habían pasado de ser unos niños privilegiados viviendo entre algodones en un mundo que no era el real a convertirse en unos adultos que debían esconder su apellido por vergüenza, acosados por una culpa ajena de la que no es fácil desprenderse.
Monika Goeth
A algunos, como Monika, hija de Amon Goeth, se les ocultó la verdad durante muchos años. Amon era el comandante del campo de concentración de Plaszow. Para resumir diremos que se hizo famoso por su aparición en La Lista de Schindler, interpretado por Ralph Fiennes. Goeth fue declarado culpable de crímenes de guerra “a un gran número, no aclarado, de personas” y ejecutado en la horca en septiembre de 1946.
Amon Goeth y Ralph Fiennes en La Lista de SchindlerSin embargo, la madre de Monika le decía que su padre trabajaba en un campo “donde se trabajaba”. “¿Por qué había niños y ancianos en un campo de trabajo?”, le preguntaba Monika. E insistía “¿Pero él no les hacía daño a los judíos? Bueno, sí mató a unos pocos”, le contestó su madre, negándose a más detalles. Y si la hija insistía, la madre pintaba en cólera. Por aquella época Monika frecuentaba un bar de Munich, en el que había un camarero alto y guapo llamado Manfred. Un día Manfred se remango para fregar y ella vio el tatuaje con su número. Le preguntó en qué campo había estado, pero él no quería hablar de ello. Ante su insistencia le confesó que en Plaszow. “Mi padre también estuvo allí ¿conociste a mi padre? No puedo conocer a todo el mundo, Monika, en Plaszow había mucha gente. Mi padre era Goeth, el comandante de Plaszow, tenías que conocerle. De repente se puso blanco como la cera, me miró fijamente y dio un paso atrás. ¿Ese Goeth? Gritaba: un asesino, un cerdo. Yo estaba confusa ¿a qué te refieres?”.
En aquel bar de Munich Monika conoció finalmente a su padre. “Me parezco físicamente a mi padre, pero yo no soy Amon, ni tampoco tengo absolutamente nada en común con él”.
Niklas y Gudrun
Niklas Frank junto a sus padres“Mi madre debía estar agradecida a Hitler y Himmler por los guetos y por los supermercados que hacían un descuento especial a la familia Frank. Le encantaba pasar con su mercedes por delante de los vigilantes de la SS para ir a comprar. Yo podía ir en el asiento delantero (…) Pero lo que más me gustaba era pasear por un campo de barracones rodeado de alambre de espino, hoy se que era el ala externa de un campo de concentración. Entonces yo solo veía a mi tío vestido de uniforme con un burro. Me reía a carcajadas cuando sentaban a hombres delgados en el burro (…) El burro se sacudía y los hacía caer. Les costaba trabajo levantarse y no les hacía tanta gracia como a mí. Los sentaban una y otra vez, uno tras otro (…). Fue una tarde genial, después entraba a tomar chocolate con los oficiales”.
“Hoy hemos estado paseando por el campo de concentración de Dachau y papá me ha enseñado la huerta donde crecen las lechugas y los cereales. Después hemos visto los cuadros que han pintado los prisioneros. Eran todos muy bonitos. Al final hemos almorzado muy bien”.
El primer testimonio es de Niklas Frank, el segundo de Gudrun Himmler. Pueden notar las diferencias ¿verdad? En el segundo los prisioneros no se ven. Niklas Frank es hijo de Hans Frank, un cercano colaborador de Hitler y gobernador general de Polonia durante la guerra. Culpable de crímenes contra la humanidad en Nuremberg, Hans fue ahorcado en octubre de 1946. Su hijo se hizo periodista e investigó y denunció los crímenes de su padre, en una condena sin paliativos. Escribió dos libros “rompiendo el tabú del amor a los padres”, como él mismo afirma. Tras jubilarse como periodista de la revista Stern, recorre las escuelas leyendo fragmentos de sus libros para enseñar a los niños el horror del nazismo.
Gudrun Himmler es otra manera de enfrentarse al recuerdo. Su padre era Heinrich Himmler, máximo jefe de las SS, responsable de los campos de exterminio. Gudrun se ciñe a la versión oficial del nazismo y convierte Dachau en una versión bucólica de campo de trabajo para prisioneros reeducados. Claro que cuando escribe su diario es una niña fascinada por su padre, alguien muy importante y poderoso. Gudrun, a quien su padre llamaba Püppy (muñequita), era su favorita (aparecen los dos, junto a la madre, en la foto de inicio).
Heinrich Himmler junto a su hija GudrunElla le ha correspondido con adoración durante toda su vida. Una vez acabada la guerra siguió declarándose abiertamente nacionalsocialista. Se convirtió en una importante revisionista y colaboró en la creación de grupos neonazis. En 1951 se unió junto con su marido, Dieter Wolf Burwitz –del que cogió el apellido– a “Stille Hile” (ayuda silenciosa) una organización que de manera discreta ofrecía ayuda a los nazis en busca y captura por las autoridades. A sus 85 años, la conocida como “princesa del nazismo” mantiene aún viva la exaltación de la figura de su padre, de quien dice que no se suicidó sino que lo asesinaron.
Gudrun apenas se deja ver en público y solo responde, de manera muy selectiva, por teléfono. Obviamente no aparece en el reportaje, ya que niega el Holocausto. Los que sí aparecen son otros testimonios de la siguiente generación, la de los nietos. El sufrimiento quizás se atenúa con el tiempo, pero no se borra.
¿Dónde está la línea?
Bettina, sobrina nieta de Goering, decide hacerse una ligadura de trompas “para no traer al mundo a más goerings”. En cambio, Katrin Himmler, autora de varios libros sobre su familia, sí ha tenido hijos, ya que para ella el bien o el mal no se lleva en la sangre, eso sería darle la razón a las absurdas y dañinas ideas de su abuelo, Ernst, y del hermano de su abuelo, Heinrich.
Katrin, es la que, en mi opinión, hace la pregunta esencial de todo el asunto. “¿Dónde queda el amor por los padres si uno es sincero y sabe realmente lo que hicieron y pensaron? Creo que la pregunta más difícil es ¿dónde se pone el límite? ¿desde qué momento pasa a ser imposible amar a esos padres, o hasta cuándo se puede?¿dónde está el punto de ruptura?”. Según ella, la mayoría de los descendientes se debaten en los dos extremos: la ruptura total con sus padres (Niklas) o la fidelidad a ultranza (Gudrun), ya que la postura equilibrada es muy difícil.
Familia Goebbels. Magda, la madre, les ‘ahorró’ el dilema envenenando a todos su hijos antes de suicidarse. El mayor, de uniforme, se salvó.¿Cómo evitar los buenos recuerdos familiares, una niñez feliz junto a tus padres? Pero ¿cómo evitar que en ese recuerdo se cuelen los fantasmas de tanto muertos y torturados? Debe suponer una desazón constante que vuelve y vuelve, que nunca se despega del todo. Una vida en constante huida de tus orígenes. Kitty, hermana de Niklas Frank, se suicidó a los 46 años, la edad en que su padre fue ejecutado; y el hermano mayor, Norman, se fue a vivir a Argentina, desde donde, harto de la admiración de la comunidad nazi allí establecida, huyó a la selva y luego a los Andes, hasta que años después volvió a Alemania a petición de su madre.
Dice la historia que aquella guerra en Europa duró unos 5 años, de octubre de 1939 a mayo de 1945. Sobre el papel todas las guerras tienen un principio y un final. Sobre el papel.