Froilán Escobar
Demoledora. Desde que arranca. Desde la primera línea. Desde que ella, Mabe, María Belén, se mete en la novela traída por los vientos de la realidad “con los abejones de mayo”. Una güila. Recién salida del cole. Pero “su carita de niña, según comprobé tiempo después, contrastaba con el expediente que tenía entre las piernas”. Y aún, así como una Alicia más salida del país de las maravillas, con su carita de niña parece decir: Solo vine a ver el jardín. Aunque con esa misma boca, “ya saboree la muerte en el paladar.”
Resulta inquietante: los personajes que habitan en estas páginas han sido excluidos de la vida. Pero a pesar de la angustia pesadillesca en que están inmersos, los sucesos se corresponden con experiencias reales. La paradoja: la “configuración real de la paradoja”(como diría Foucault). En esta historia Mabe y los que van con ella (Bernal, Ratatás, y los otros), hacen así, rácata, y huyen con todo su huir hacia un vacío que los borra y al mismo tiempo los acompaña hacía, o hacia la desembocadura de un poema como evidencia de que existen, o de que ya han muerto y son solo momias “que los antropólogos hallaron”. No hay escape. Tanto en la ficción como en lo real está el absurdo. Esta el dolor. Sin cesar, sin tregua, sin piedad. Como en Sísifo, en un eterno terminar y comenzar de nuevo. No hay escape. Se salen de Warren, se salen de la realidad, en la que están recluidos y excluidos, en un intento por zarpar, como tripulación de la novela, para asomarse del otro lado y escuchar mejor el canto, el poema, que, como vuelta a la antigua esperanza, aun en la anulación total, les resucita la presencia, los saca de la nada y los devuelve convertidos en imagen, como si quisieran ver de nuevo la realidad que los excluye.
De ahí parte la historia de unos seres que recurren a la locura, a las drogas, al suicidio, en una búsqueda desesperada de otro lugar donde habitar. Porque son jóvenes que mueren porque quieren existir. No hay otra salida para ellos. Un túnel tiene una sola salida. O sea quedan hostigando sus conciencias, esperando (¿a Godot será?), descreyendo heréticamente de sus padres. O perpetran, con un disparo o una sobredosis, el olvido.
Porque lo terrible es que los huéspedes de esta novela son también huéspedes del mundo. Desde uno y otro lugar piden auxilio. La palabra aquí no solo es parábola, es también parabellum: comprime lo real y los comprime, es acta de nacimiento y defunción. Es un ballet de la transformación y el desplazamiento, un giro para expresar la angustiosa transformación y el desplazamiento, un giro para expresar la angustiosa experiencia de límite: solo pueden ser reales en el momento en que los nombra. No pueden ir más allá. El lenguaje, que los identifica y les permite coloquialmente “volar Culo” y hablar “paja”, al igual que la realidad, les “encarcela la furia”, pero también, con reveladora adivinación, les regala una segunda existencia.
Pareciera que Warren Ulloa, su autor, como Georg Trakl, no los escribe: los vive. Se complace en meterlos dentro de la metáfora como si los metiera obstinadamente dentro de una botella, en la que, por vivir un ocuro, perciben lo real como descenso a sus miedos. Pero Warren insiste, traga su respiración incluso da resonancia a la narración con un lenguaje que, por la irrupción constantes de múltiples vocablos y propios de Costa Rica –cuya especifidad no anula el alcance universal del texto porque la universalidad, por suerte, después de Darío y Martí, pasa por el patio de la casa–, nos llega como evidencia de la identificación, de rumiada identidad que recorre la novela, y con el cual alcanza momentos poéticos muy intensos a partir de ese sabor único que la oralidad popular le confiere al idioma. Es su manera de decir, de decirnos, de poner a los personajes a ser algo más que meras apariencias de carne y hueso, algo más que efímeros fantasmas para la comunicación de un último e inacabable sentido.
El aullido que se escucha aquí resuena como el grito desesperado de los inmigrantes que intentan pasar de la pobreza a la promesa, del naufragio de una balsa o un tren a la esperada Arca de Noé. Pero la frontera que desafían es más terrible y angustiante que la de México con Estados Unidos. Aquí, de un lado está la ficción y del otro la realidad: ambas acechando, alucinando, produciendo igual esquizofrenia. Porque ambas, a la vez, con la misma ferocidad, se los disputan, mientras ellos las ilusionan o las salmodian, como si con ese desespero e irónico intento de verosimilitud, lograran por fin salir del tormento y dar el deseado salto al abismo.
Mabe, al igual que Eurídice: se va, se fuga hacia la sombra, mordida por la muerte, pues, a pesar de su carita de niña, ya “tenía la mirada atardecida”. Bernal, como Orfeo, en un intento por devolverla, va en busca de su presencia en el poema que le dejó, porque aunque constituye un documento irrefutable de su ausencia, es para él la única posibilidad de volver a oírla. Porque solo en el poema, en el canto, en la novela, ella puede ser restituida.
Esa es para mi la intención de esta novela: los personajes van en busca del lenguaje para ser reales. Van coloquiando costarricensemente lo que les ocurre, pro solo para contar una historia, no solo para decir, una vez más, que la locura y la muerte están de moda. Warren se ha propuesto contar esta historia para, mediante un voraz uso de las palabras, mostrar una realidad de arrancapescuezo y poner así, al descubierto, todo el absurdo que puede haber en sus entrañas. De ahí que los personajes se viren al revés como un bolsillo, pero para decirnos cuan falaces o verosímiles pueden ser. Warren utiliza la realidad como centro alrededor del cual nace la novela, peo no la enmascara con la novela. Crea el doble registro. La muestra, con todo el grotesco o el candor de unos jóvenes que hacen tatuajes en su enfrentar en su cuerpo, o lo modifican, o combinan lo imposible y lo prohibido hasta enfrentar con el sexo y las drogas, los peligros del sida y la tentación del suicidio. Este es el marco referencial. La realidad se vuelve imagen, hipérbole si se quiere, contacto inaudito si se quiere, algo que se intenta transcender en su más violenta distinción, con el fin de ver los intersticios oscuros de la cotidianeidad, de la circunstancia monstruosa o cruel de lo inmediato, pero sin amputarle a ese humano quehacer el respirar de la sorpresa.
La novela de Warren, como quería Lezama, es “un cuerpo resistente” que, para darnos una visión de lo intransferible, lo toca con la palabra y, paradójicamente, al tiempo que reduce lo real a una interpretación metafórico, los agranda a los dos, los ensancha en esa tentativa de copulan de reconciliación fecunda entre dos mundos opuestos.
Porque esta novela no es la representación de una herida. Es la herida misma. Al mostrar lo que sucede, pone al descubierto lo que se oculta, lo que parece que no sucede.
La ficción que antecede es ¿la de los existencialistas y surrealistas que, como se dice aquí, solo buscan en la poesía “la huida de esta mierda”? ¿La de Alejandra Pizarnik, a quien se nombra como adjetivo, como antecedente de la angustia y el suicidio?
La realidad que la antecede ¿es la de esos jóvenes que caminan las calles de San José vestidos de negro y que se hacen llamar góticos, o la de los emos, que también deambulan por esas mismas calles con su fatídica y lacerante apología del dolor como fuente de emoción? ¿O es la de los que en la novela se llaman “basureados”, porque el mercado primero les vende las drogas como puertas de escape y luego, después del éxtasis, las cierra tras ellos y los deja flotando, con muy pocas posibilidades del regreso, pues, a pesar de los celulares, del Skype y de las múltiples redes sociales que sirven como lugar de encuentro, no logran saltar el hiato de la incomunicación?
Para ellos, de un lado o del otro, de la realidad o de la novela, elegir es un privilegio de los que solo aspiran al suicidio o a la locura. Sino que lo diga Mabe, sino lo que diga Bernal o cualquier otro de los personajes que pasan por aquí queriendo borrar su rostro. Sino que lo digan que los jóvenes reales que terminan sus vidas en las páginas de sucesos de un periódico. Sino que lo digan ustedes cuando la lean.
No hay dudas: esta es la novela de un poeta que, con conciencia lacerada, muestra el caos, per con elección de bando: contando del lado del caos.
Así lo atestigua Bernal, el narrador, cuando pregunta:-Mae, ¿sabes por qué somos basureados?
La respuesta la encontrarán cuando se zambullan en sus páginas y perciban, en el vértigo y el deslumbramiento que produce su lectura, que bajo esa lluvia donde Dios no existe, el dolor, al ser contado como lo cuenta Warren, puede ser “un peaje a pagar por la belleza”.
Nota:
Aunque esto puede servir para picar el deseo de lectura de este tipo de trabajos, dejamos claro que esto es todo lo que hablaremos de este libro.
Nota 2:
Para Cat y su amiga (¿Sylvia?)
Las madres y los viejos no siempre tenemos la razón, pero en el caso de anoche de don Warren y la presentación de su libro, ellas tenían totalmente la razón esta vez. El verbo basurear que es nuevo para mí es lo que ustedes habrían ido a hacer y a aprender allí. Yo no he leído la novela y no puedo hablar de ella, pero sí puedo hablar de la presentación que hizo el autor. Pensaba escribir una nota sobre la presentación pero voy a abstenerme porque creo que no vale la pena. Hay ciertos valores como el amor a los padres, el amor al suelo que a uno le ve nacer, el respeto a las creencias religiosas de los demás, el cariño y respeto por la lengua que uno ha usado desde su niñez, el respeto para un público que lo viene a escuchar a uno, etc., son cosas que no se deben pasar por alto. Desde luego que de los presentadores, no tengo nada que objetar, especialmente don Froilán Escobar, sin duda alguna poseedor del don de la palabra.
Mil abrazos F. Perry
Buenas Don Franklyn; permítame el placer de escribirle para darle las gracias por el comentario de ayer: Tiene usted toda la razón; la decadencia en que se ha sumido este país es, en gran parte culpa de actitudes como las se vieron el día de la presentación de Warren Ulloa, y de la gente que le rodea. No tenemos ni Anne ni yo nada en contra de la literatura de protesta pero que diga también cuáles son las soluciones a lo que está denunciando, que sean consecuentes con sus actos de autobombo personal, porque estoy, estamos seguros de que pese a sus elocuencias a la hora de la hora ellos no saldrían a defender sus ideas como lo hicieron los intelectuales de antaño, porque viven pensando que todo lo saben por la moderna educación pública y privada que les dieron esos mismos padres divorciados, mujeres y hombres claros y enfrentativos en sus posturas y que peleaban por lo que deseaban: un mundo mejor, educación que pese a todo nos enseñó a amar lo poquito que tenemos, la patria que nos alberga pese a tanta injusticia social, y desgano emocional. Gente que ni siquiera sabe que la función del escritor es enseñar a pensar y a creer en los cambios, es precisamente la que esta dañando nuestras estructuras y este es el mejor ejemplo. ¿Dónde están los académicos de la lengua, los académicos escritores que con su silencio y sus publicaciones políticamente correctas, guardan silencio ante semejante torre de procacidades, sino “basureados” como dice el autor?… Miguel Cabrera
Teacha Franklyn: Yo como Migue, pienso que la vida no es solo quejarse de los logros y del país. A mi modo, le digo a mi hija que no vale ser sin hacer y quisiera saber si ese abogado graduado de nuestras instituciones públicas que ahora hace crítica literaria, expone a sus hijos a ese tipo de decadencia??!!, ¿les habrá enseñado algún día lo que escribió en los periódicos cibernéticos contra los premios nacionales y contra Del? Al margen de las diferencias entre autores Eso se llama no ser consecuente con lo que uno piensa y Warren Ulloa es el mejor ejemplo de ello: personas que después de mantener un libro que sabía incumplía con los requerimientos de participación son capaces de escribir en sus páginas ME PASO LOS PREMIOS NACIONALES POR EL CULO cuando no ganó, para después mantener una observación crítica sobre quiénes son los jurados como si tuviera mejor moral que los demás, no influyen en mi forma de pensar; y la verdad es que pienso que ahora tampoco va evitar participar porque es algo que le debe el país que denigra. Yo como la mama de Sylvia no le prohibí, ni le prohibiré a mi hija ir a ese tipo de cosas, me gusta que tenga roce cultural, pero a una de verdad; simplemente le dije y lo mantengo que si el crítico estrella de La Nación; a quienes todos rodean porque creen que es el omnus man de la literatura costarricense no expone a sus hijos a ese tipo de cosas ¿Por qué yo, o Migue deberíamos permitírselo? Sylvia lo sé, vivía, espero que ya no, enamorada de ese galán de 5 patio, pero fue la primera en entender lo que su madre le estaba diciendo al mostrarle el libro que, No voy a decir que esté mal escrito, pudo haberlo hecho sin tanta procacidad sexualmente explicita, que también va a manos de niños y adolescentes de los que actualmente, sin opinar su origen, están sumiéndose cada día más en la violencia patógena, ¿en qué le beneficia/ría este tipo de insumo?, y no estoy siendo puritana son las mismas objeciones de faceboock o las redes sociales, Y me vale si todos los demás se ríen de este tipo de tendencias literarias y pasan por alto este tipo de manifestaciones basureadas, el mejor invento del libro, YO igual que Migue y usted, digo lo que pienso, para eso me dieron mis padres una educación pagada con su sacrificio y el de muchos otros, incluyéndolos mientras vivan aquí, para saber de diferencias… Anne
Y teacher Perry Kat y yo fuimos estudiantes suyas en el canadiense, y aunque sé que usted probablemente no se acuerde de nosotras, nosotras sí, porque nos puso un 6 por una traslation homework que Kat, con k porque ella dice que el otro la convierte en gato y yo nos copiamos y ud se dio cuenta; no nos regañó pero nos mandó maaaaaas tarea ese mes y con eso aprendimos a ser honestas y que la época en que estuvo de bibliotecario fue la mejor porque por usted aprendí a analizar lo que leía, gracias por seguir siendo mi/nuestro maestro… Sylvia
Colega:
Anne y Migue no fueron a la presentación porque su amiguita, la Del, tiene su carácter, ud sabe; pero yo sí: había mucha gente joven influenciable, claro de los que entran al blog ese, pero una cosa si me quedó claro, esa condensación de La Extra y la Teja dista mucho de ser un libro que al menos yo recomendaría a mis estudiantes: Buscowsky con todo y lo mal que me cae, hubiese sido aquí una mejor fuente de trabajo. Además yo también soy producto de hogares disfuncionales, y antes del mes de la patria soy la primera en defender mi nacionalidad, soy lo que soy gracias a las becas que el estado me dio y que aproveché, a los regaños y palizas que me dieron mis padres y he trabajado en instituciones públicas y privadas sabiendo bien que tengo una casa, un algo en cualquier parte gracias a que mi país me lo dio: el día que deje de vivir en Costa Rica, igual que los valores que esta gente no tiene y que se llama inteligencia emocional aplicada y es poder hablar de las cosas cuando uno no forma parte de ellas hablo lo que me dé la gana, pero sabiendo que una aportó soluciones y no solo andar de acusetas: como educadora digo que se lea, ¿ a ver que padre de los que están conscientes de las necesidades y requerimientos de sus hijos y los escuchan, piensa de este tipo de lecturas cuando le hagan preguntas al respecto? Y Kat y Sylvia me deben una tarea y no la quiero gemeleada…
Prof. Lucia