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Bajo su piel 5

Publicado el 21 septiembre 2014 por Vanessa Vanessa Guízar Marín @PortalEspejo

Capítulo 5: El vagabundo.

BAJO SU PIEL 5—¡Pero claro!—le insistía la señora Carlota a papá en el comedor, a la vez que se acababa todos los cacahuates. — Tú y yo nos conocimos cuando ustedes se mudaron aquí. Sí, claro que éramos niños, y ahora estamos viejos, pero… La excelente memoria de Carlota Enríquez ya tenía a mi padre hasta el gorro, pero a los historiadores les fue de mucha ayuda más adelante. Ellos, en ese mismo momento, liderados por la brillante doctora Grecia Jiménez, trabajaban en la sala, y nosotros no nos dábamos abasto atendiendo a la tropa de extraños que invadieron nuestra casa. Como les decía, la teoría se desarrolló a partir de dos pistas: una, la que aportó la nieta del doctor Enríquez, que implica que había una especie de conspiración entre él, la señorita Azucena Blancarte y otros amigos de ambos, para proteger una llave, o, más bien, lo que ésta resguardaba, y otra, que encontraron a otro lugareño cuya madre, al contarle la típica leyenda de que en el bosque se aparecía Azucena porque nunca encontraron su cuerpo, mencionó que los Blancarte venían de Puebla. En aquella ciudad, la investigación de la doctora Jiménez sacó más datos de esta familia, pero el interesante fue uno sólo: que Joaquín Blancarte era un pobre diablo sin un centavo en el bolsillo. Es más, era un borracho vagabundo, que probablemente salió huyendo de Puebla hasta llegar aquí tras haber cometido algún crimen. Otra de las cosas que sospechan es que Azucena no era su sobrina, sino alguna pobre niña que raptó, ya que no es posible que sus familiares le encomendaran una hija, considerando sus antecedentes. Pero lo mejor es lo que sigue. Cuando le realizaron el método de datación por radiocarbono a las paredes del túnel, descubrieron que, exceptuando las cámaras, éste tenía una antigüedad de aproximadamente doscientos años, es decir, era de la época de la Independencia, mientras que las habitaciones sí correspondían a la Revolución.En cuanto a los puntos donde el pasadizo desemboca, en lo que hoy es nuestra casa se encontraba el ayuntamiento y tesorería del poblado A, inmueble que derribaron hace más de cien años, después de lo cual los Enríquez compraron ese terreno. El ayuntamiento del poblado B era lo que hoy es la súper-papelería  y casa de los Ayala, que permanecía en pie, casi tal cual, desde el siglo XIX. Lo que casi con seguridad ocurrió es que Joaquín Blancarte vagaba por el monte cuando se encontró con la primera boca del túnel, y descubrió que podía meterse a los ayuntamientos cuando quisiera y robar los tesoros poco a poco. A partir de allí, los poblados se acusaron mutuamente, ignorantes de esta peculiar realidad. Más tarde, Blancarte se hizo pasar por recién llegado, como una especie de conde de Montecristo malvado, y construyó su casa en el bosque, no por el desprecio que decía tenerle a la gente a costa de la cuál se enriqueció, sino porque allí estaba su gran secreto: la entrada del túnel. Estuvo casado un tiempo, hasta que su esposa falleció de neumonía, por lo cual una hipótesis es que hizo pasar a Azucena como su sobrina para salirse con la suya de tener una amante más joven bajo el mismo techo, y seguramente sin su consentimiento, a juzgar por la cháchara del doctor Enríquez. Sí, señor, a mí también me suena a villano de telenovela, pero la verdad  es que tiene sentido, y de algún lado se tuvieron que inspirar para los villanos antes de que fuera un cliché, ¿no? En fin, lo que el tipo no sabía era que la presencia de Azucena echaría a perder su perfecto atraco.
CONTINUARÁ... 
Leer capítulo finalImage courtesy of Mantas Ruzveltas at FreeDigitalPhotos.net
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