Revista Cultura y Ocio

Balance lector de 2021

Publicado el 10 enero 2022 por Samarkanda
Pese a que han pasado unos días de este nuevo año echo la vista atrás para ver qué dio de sí dos mil veintiuno y, en cuanto a la cantidad de libros, he leído sólo veintinueve títulos siendo cuatro de ellos cómics de Asterix y Obelix pero, para no variar, me decanto por libros con bastantes páginas (me van los tochos).
Respecto a los propósitos que me planteé he cumplido algunos y otros no, entre los que sí he cumplido está haber terminado la bilogía de Julia Domna y avanzar con algunas de las demás trilogías y series que tengo empezadas pero no he sido capaz de terminar aquellas en las que tan sólo me queda un libro para darles carpetazo.
Otro propósito que me planteé y que sí he cumplido ha sido salir de mi zona de confort y, en esta ocasión, he leído aventuras infantiles, relatos, novelas epistolares, con representación LGBTQ+ y hasta una novela romántica que confirma que sigo sin reconciliarme con éste género. También he leído los tres clásicos que me había fijado y, sí, lo sé, no es que sea la panacea pero ahí sigo poco a poco.
Tampoco he conseguido leer los cinco libros pendientes que me había planteado sacar de la estantería, finalmente, sólo han sido tres por lo que el tema de propósitos lo voy a dar como no superado ya que no he logrado cumplir con todo (me vine muy arriba).
No obstante, pese a la modesta cantidad de libros leído puedo decir que ha sido un año de buenas lecturas aunque también ha habido alguna decepción y de otros me esperaba más.
Entre los libros que más me han sorprendido se encuentran: La casa de las voces de Donato Carrisi, mi autor favorito dentro del thriller, que siempre me deja con la boca abierta con sus historias y sus giros insospechados, me ha vuelto a sorprender nuevamente. El signo de los cuatro de Arthur Conan Doyle, nunca pensé que disfrutaría tanto con un clásico pero me lo he pasado genial leyendo éste libro, sobre todo con la persecución por el Tamesis. Ciudad de cristal de Paul Auster, fue una lectura extraña y me resultó muy surrealista pero, aún así, me sorprendió gratamente y disfrute de los ricos matices con los que nos regala el autor.
Entre las lecturas más divertidas se encuentran: La señora Badobedah de Sophie Dahl, un libro de aventuras infantil con el que la niña que llevo se lo ha pasado estupendamente tanto con el texto como con las ilustraciones. Los cómics de Asterix y Obelix (mis favoritos) con los que he disfrutado tanto como si los hubiera leído por primera vez.
También ha habido lecturas que no han cumplido mis expectativas: el título de peor libro del año es, sin lugar a dudas, para La sombra de la sirena de Camila Läckberg, una lectura que no hay por donde cogerla y me ha hecho plantearme si seguir o no con esta serie; de verdad, es lo peor que he leído en mucho tiempo. Cada día, cada hora de Natasa Dragnic, novela romántica en la que no he conseguido empatizar con sus protagonistas ya que una me ha parecido muy pedante y el otro un cobarde, además, el estilo de la autora no me ha convencido tampoco. Esta visto que no congenio con este género literario.
Por suerte me he resarcido con aquellos libros que he disfrutado y me han hecho viajar en el tiempo: Y Julia retó a los dioses, la última lectura del año con la que viajado a la antigua Roma para disfrutar con las conjuras, las traiciones, las rivalidades entre hermanos y el ansia por el poder, pero sobre todo, con el personaje de Julia que lo eclipsa todo. Con Otra vuelta de tuerca de Henry James he sentido cómo el autor jugaba conmigo y no sabía qué era real y que no, no deja indiferente. Los siete maridos de Evelyn Hugo me han llevado a los años dorados de Hollywood y a conocer a un personaje que se hace así mismo. En La luz que no puedes ver de Anthony Doerr he conocido a Werner y Marie Laure en los días previos al bombardeo de la ciudad de Saint-Malo, una historia emotiva y diferente sobre la II G.M.
Pero las joyas de la corona son para El chico de las bobinas de Pere Cervantes, una novela dura y con personajes que dejan huella que tiene elementos para gustar a todo tipo de lector. Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, cuatro relatos maravillosos pese a su dureza que te remueve por dentro y, nuevamente por segundo año, no podía faltar una novela de Zweig: Novela de ajedrez, una joya como todo lo que escribió este autor que se ha convertido en uno de mis autores favoritos, que teniendo este milenario juego como eje sirve para deleitarnos con el virtuosismo de Zweig y su conocimiento del alma humana.
A grandes rasgos esto fue lo que dio de sí dos mil veintiuno, esperemos que este año que hemos empezado nos deparare buenos momentos.

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