Revista Ópera
... Una adolescente acababa de entrar... En lo alto del estrado se despojó del velo... Después comenzó a danzar... Sus pies pasaban, uno delante del otro, al ritmo de la flauta y un par de crótalos. Sus brazos torneados llamaban a alguien que huía siempre... Sus actitudes expresaban suspiros, y toda su persona mostraba tal languidez que no se sabía si lloraba a un dios o si moría entre sus caricias. Con los párpados entre abiertos, torcía la cintura, balanceaba su vientre con ondulaciones de brisa, hacía temblar sus dos pechos, y su cara permanecía inmóvil y los pies no se detenían... Después fue la pasión del amor, que quiere ser saciado. Danzó como las sacerdotisas de la India, como las nubias de las cataratas, como las bacantes de Lidia. Se inclinaba hacia todos lados, semejante a una flor agitada por la tempestad... Ella se lanzó hacia delante, con los talones en el aire, recorriendo así el estrado como un grueso escarabajo: y se detuvo bruscamente... Su nuca y sus vértebras formaban un ángulo... Un chasquido de dedos se oyó en la tribuna. Subió, reapareció, y, ceceando un poco, pronunció estas palabras con aire infantil: "Quiero que me des en un plato..." Había olvidado el nombre pero continuó sonriendo: "... la cabeza de Iaokanam"...
"Herodias" de Gustave Flaubert