Foto: Twitter @ccifuentes
LAS IMÁGENES DEL hurto en el Eroski, difundidas por ‘OK Diario’, han precipitado la obligada e inevitable dimisión de Cristina Cifuentes.Dice, en su descargo, la hasta ahora presidenta madrileña, que se marcha tras “una campaña de acoso y derribo, que es personal”, que sufrió un intento de "extorsión" por este asunto y que tenía previsto anunciar su marcha tras los actos institucionales del 2 de mayo.El “error involuntario” de las cremas ha sido el empujón definitivo, apenas un desliz en comparación con el ‘caso del máster’, que es en realidad el que ha rubricado su defunción política. Aunque comprensible desde el punto de vista político, resulta delirante la explicación de que ya había decidido renunciar para evitar que "la izquierda radical" gobierne en la región y "ponga en riesgo" la gestión hecha por el PP en tres años de legislatura.No es difícil imaginar que las cloacas del poder, las del Estado o las del PP, tuvieran guardado el vídeo de marras desde hace siete años y que estuviera en manos de los mismos que la han venido jaleando y que ahora le han enseñado la puerta de salida de una vez por todas.Compruebo con cierta desolación que para un político puede ser más fácil justificar una mala gestión, cuando no el latrocinio, que el robo de un par de cremas de 40 euros en un supermercado. Escalofriante resulta igualmente el hecho de que, según parece, en el Partido Popular se pueda asumir con pasmosa naturalidad que unos guarden pruebas contra otros para utilizarlas cuando y como mejor convenga.El hurto, la supuesta cleptomanía, evidencia un problema personal cuando, en realidad, debió dimitir nada más saltar el ‘caso máster’. Hubiera sido lo más sensato y justo, pero también lo más elegante. Sorprende que se negara a marcharse hace 35 días, cuando se supo que se había beneficiado de una red clientelar en la URJC y que había abusado de una institución académica. Su estéril empecinamiento deja, ahora y para siempre, en la retina de todos que tiene que marcharse por robar dos cremas anti envejecimiento. Leo en internet que “según algunas leyendas, cuentos y tradiciones, una bala de plata es el único tipo de munición para un arma de fuego que resultaría efectiva para matar a hombres lobo, brujas y a otras criaturas fantásticas”. A Cifuentes, fantástica criatura política hasta que dejó de serlo, la han rematado con la bala de plata que tanto temía y que le podían haber evitado.Mariano Rajoy podría haber pedido la dimisión de la presidenta madrileña sin rodeos ni ambages. Públicamente y sin intermediarios. Con el lenguaje que entiende todo el mundo y sin escudarse en esa calculada ambigüedad que en ocasiones puede resultar perniciosa. De haberlo hecho le habría evitado a Cifuentes el despiadado episodio del vergonzoso vídeo, que acabará volviéndose en contra de todo el PP.Visto lo visto, tampoco parece que haya muchas dudas: nadie puede escapar indemne a la maldición que corroe la Presidencia de la Comunidad de Madrid. El tamayazo, los casos Gürtel, Púnica y Lezo, las "tramas de espías", los "expresidentes con sospechosas bolsas” en Cartagena de Indias… Claro que también, como ha escrito Raquel Ejerique, la periodista de ‘eldiario.es’ que destapó el ‘caso Cifuentes’: “el periodismo ha ganado a la corrupción y la mentira”. Muy de acuerdo, salvo en la innecesaria traca final que ha supuesto el vídeo de la vergüenza. Nunca un título académico salió tan caro, ni una dimisión tuvo un desenlace tan innecesariamente cruel.