Se ve en el balcón de la plaza de San Jaume proclamando la República catalana, como hicieran en 1931 Maciá y en 1934 Companys. Sueña con esa imagen histórica. Ya no se calmaría con una nueva ley de financiación ni con el llamado federalismo asimétrico. Su ceguera pasional le hace creer que circula por el carril correcto y los demás lo hacen en dirección contraria.
Le han llovido críticas de todo tipo y desde todos sitios, sabe que están aislados pero da igual, el proceso ya es imparable. La razón y la sensatez hace tiempo que abandonaron esas tierras. Se aplican aquella máxima de que “lo que no nos destruye acaba haciéndonos fuertes” como quedará de manifiesto, desgraciadamente, cuando se abran las urnas.