No soy aficionado al deporte rey, y no es frecuente que me informe en la prensa especializada o en las incontables páginas que los diarios de tiranda nacional dedican al balompié, de las vicisitudes que sufren nuestros equipos en la liga de campeones o el la competición doméstica, que siempre me pareció más interesante. Pero es inevitable oir hablar de Cristiano Ronaldo y de Gareth Bale, el fichaje más famoso de la historia, según dicen, y de su presencia simultánea en el Real Madrid, contando con los dos mejores jugadores del mundo sobre el césped, o al menos, con los dos más caros. El portugués gasta más en peluquería, según dijo un dirigente deportivo algo desacertadamente, pero es cierto que se gasta más chulería de la necesaria para celebrar sus goles o señalar su muslo para indicar la potencia de su disparo. Bale tiene algo más de flema inglesa y una hernia discal, además de una apertura bucal extensa y llamaativa. Ciento noventa millones de euros en cuatro piernas son un dinero excesivo, incluso para el todopoderoso mundo del fútbol. Da miedo. Asusta. La gente pasa hambre en las calles y CR7 colecciona deportivos de lujo, como se comentó en este mismo espacio, y además los compra en Portugal. Algo no funciona.