Revista Viajes
En vista de que el día anterior nos había ido de perlas con la moto que alquilamos para ir al Uluwatu, sin imprevistos de averías o problemas con la policía, regresamos de nuevo al chiringuito que alquilaba motos frente a nuestro hotel. Tras negociar una bajadita de precio de 20.000 rupias al ser nuestro segundo día de alquiler, nos enfilamos por la carretera de Legian en busca de una de las joyas del sur de Bali, el Templo de Tanah Lot. El trayecto por la saturada carretera pasó de la saturación y contaminación de los camiones en los aledaños de Kuta y Legian a los paisajes costeros despejados y bellos, ya en las cercanías del templo. Una vez allí volvemos a comprobar el negocio que se tienen montados los balineses. Hay que pagar por aparcar la moto, para más tarde pagar por acceder a los acantilados y la playa del Templo de Tanah Lot, al que por cierto no se puede acceder. Aunque ésto último también es matizable porque hay unos "guardianes" del templo que previo pago te dicen que puedes acceder al templo. Nosotros lo observamos escépticos y de inmediato Ceci se dio cuenta del truco, así que pasamos del tema. En realidad sólo puedes subir unos cuantos escalones dando la curva a la roca hasta una valla cerrada que impide el paso, y ahí se quedan. Con dicho truco liman unos billetes a montones de turistas. El Templo de Tanah Lot es una verdadera belleza al igual que su entorno.
Batidos por las olas, los acantilados del suroeste de Bali han sido modelados durante miles de años formando bellas ensenadas, arcos naturales horadados en la roca e islas como la que se asienta el templo de Tanah Lot. La entrada al complejo del templo se efectúa por una de las típicas puertas balinesas que da acceso a algunas edificaciones como templos menores o los edificios techados consistentes en una plataforma con un tejado para descansar y refugiarse de la solana en las horas centrales del día. Desde la punta enfrentada a la pequeña isla se disfruta de una vista panorámica de Tanah Lot fabulosa.
Es interesante, si es posible, consultar la tabla de mareas para planificar la vista a Tanah Lot. Al menos nosotros preferíamos llegar con la marea baja para que nos permitiera pasear por las rocas y la arena que rodea la isla donde se asienta el templo, y de esa forma disfrutar de una perspectiva diferente de Tanah Lot. Justo en las plataformas de la base del templo dormitaban el grupo de guardianes del templo, dejando de guardia a uno de ellos con la misión de que no se colara ningún turista a las escaleras que dan acceso al templo. Recordar que a mitad de camino de las escaleras está cortado el acceso por una puerta, de ahí el engaño.
Aprovechando la bajamar algunas pescadoras rebuscan entre las rocas a la pesca de algún crustáceo o molusco. Otros pescaban con pequeñas redes en la orilla, muy cerca de las rompientes de las olas. También había algún turista chino jugándose un remojón en las resbaladizas rocas buscando la foto imposible.
El Templo de Tanah Lot fue levantado como protección y dedicado a la diosa balinesa del mar, Betara Tengah. Antiguamente los balineses pensaban que las plagas, los desastres naturales y las epidemias procedían y llegaban desde el mar, y es por ese motivo por lo que se eligió este emplazamiento para construirlo. Un lugar muy especial de la Isla de Bali, y donde nosotros dejamos nuestra huella, eso si, una huella temporal y sin perjuicio para el lugar. Pocas veces nos ponemos a pensar de donde proceden determinados nombres y en el caso de Tanah Lot no se rompieron mucho la cabeza pensando en ello, ya que Tanah significa punto de encuentro de la tierra y Lot con el mar.
Uno de los templos pertenecientes al recinto de Tanah Lot y que complementan el conjunto es el templo de Pura Penataran Luhur situado en la entrada al complejo, y como los demás cerrados a cal y canto. Otros templos que forman el complejo son: Batu Bolong, Batu Mejan, Jero Kandang o Luhur Pekendungan.
Después de la visita mañanera a Tanah Lot regresamos a Kuta. Gracias a nuestra moto de alquiler llegamos relativamente pronto y nos perdimos por las caóticas calles de Kuta en busca de algún restaurante donde poder picar algo. Aparcamos la moto en uno de los lados de la calle -aquí también hay que pagar por aparcar a no ser que te escaquees rápidamente- y nos fuimos a ver el monumento levantado en honor a las víctimas del terrible atentado del año 2002.
En la denominada zona cero del atentado se levanta un monumento de recuerdo a las 202 victimas mortales, con un altar donde están grabados sus nombres y nacionalidades. Este monumento está ubicado en el solar que ocupaban la discoteca Sari y el disco bar Paddy´s.
Tras la comida y paseo por las calles de Kuta nos montamos en la moto de nuevo para recorrer el paseo marítimo e ir a entregarla. Queríamos pasar el resto de la tarde disfrutando de las estupendas playas de Kuta y Legian, tomarnos unas cervezas y pasar el rato relajados. Todavía tenía que llegar uno de los momentos especiales del día: el atardecer sobre la playa de Kuta.
Hace veinte o treinta años las pequeñas aldeas de Legian y Kuta comenzaban a llenarse de mochileros y viajeros de bajo presupuesto que descubrieron en sus largas playas el paraíso del sol y del surf. A su vez surgían pequeños hospedajes para dar respuesta a la demanda de alojamiento en la zona. Hoy en día el turismo está asentado completamente y los hospedajes se sustituyeron por grandes hoteles y resorts a pie de playa que ofrecen toda clase de servicios. Siempre se agradece algún caprichito de vez en cuando, una cómoda tumbona y unas frías, heladas cervezas, contemplando a los suferos mientras cabalgan las olas.
Ciertamente tengo que decir que los atardeceres en Indonesia parecen sacados de otro mundo. Quizás el áurea que se respira en Bali, las historias de la isla, los cientos de dioses reinantes que pululan por la isla de los dioses, quizás mi propia sugestión leyendo la historia de esta isla, pero lo que no cabía duda alguna es de la gran belleza del atardecer sobre las aguas del Océano Índico. Un ritual -la contemplación del atardecer- seguido cada tarde por cientos de afortunados adeptos a lo largo de las playas de Legian y Kuta y entre los que nos encontrábamos nosotros. Todavía no habíamos abandonado el sur de Bali y ya estábamos deseando regresar.
Con la noche caída en Legian nos fuimos a nuestro hotel para ducharnos y prepararnos para la cena. Era el momento de disfrutar de la gastronomía balinesa, de charlar sobre los buenos momentos vividos y de los los maravillosos paisajes que habíamos podido contemplar en nuestra estancia en el sur de Bali. También nos preguntábamos sobre las diferencias que íbamos a encontrar entre el sur de Bali, muy turístico y enfocado a la playa, el surf y la diversión nocturna, y el interior y norte de la isla, que en principio presuponíamos más espiritual y auténtico. Pero eso iba a ser más adelante. Antes teníamos que dar el salto a la vecina isla de Lombok.
Muy cerca de la playa de Legian hay un local de cenas estupendo. El Romeos bar y grill ofrecía música en vivo y una buena variedad de carnes y mariscos hechos al grill a buen precio y con un gran ambiente. Nos decantamos por un batay campur, pasta oriental con marisco y unos típicos y sabrosos satay o pinchos de carne, y por otro lado un plato de mariscos con mejillones, calamares, gambas y pescado acompañados de salsas que en algunos casos picaban como demonios. Un buen punto final en Kuta acompañado de un mejor sabor de boca. Mañana nos esperaba Lombok.
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