Mientras en España se producen 0,8 homicidios anuales por cada 100.000 habitantes, en Baltimore, la ciudad marinera en el este estadounidense de los conflictos raciales de estos días, se dan 37.4, lo que supone 244 muertes violentas anuales entre sus 652.000 habitantes.
Pero, descontados esos habitantes de Baltimore, entre los 4,5 millones restantes del Estado de Maryland sólo hubo 131 homicidios o asesinatos en 2010, por ejemplo.
Asesinos y víctimas negros, y policías mayoritariamente negros: en lo que va de año ya hubo 63 homicidios allí, de los que 56 tuvieron como causantes y muertos a negros, que forman el 64,4 por ciento de la población; los blancos son el 30,96 por ciento, y la siguiente minoría, la hispana o latina, el 1,7.
Baltimore es la ciudad más violenta de EE.UU. La renta per cápita de sus barrios más pobres equivale a la media actual española, de unos 22.500 euros, que allí marcan el umbral de la pobreza; quienes tienen esos bajos ingresos reciben numerosas ayudas sociales.
Baltimore es un centro industrial, tecnológico y científico de primer nivel. Allí están las instituciones Johns Hopkins, por ejemplo, hospital, laboratorios, universidades.
Una mujer negra, Alveda King, famosa líder de los derechos humanos, sobrina del asesinado Martin Luther King y su heredera moral, acaba de hacer unas declaraciones muy interesantes ampliando su carta-protesta a la alcaldesa negra de la ciudad, Stephanie Rawlings-Blake, que inicialmente había justificado –ahora ya no-- los disturbios por la muerte en una comisaría de un delincuente negro.
Los negros de Baltimore, dice King, han ganado bienes y servicios, incluyendo posibilidad de obtener la mejor educación, pero demasiados han elegido tener niños sin padre, madres solas –casi el 90 por ciento--, maltrato infantil, aborto anticonceptivo, drogas, y la subcultura que hace héroes a los delincuentes:
“Más que segregación sufrimos degradación. Moral”, asegura King.
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