Suspensión sensiorial
Seattle, está en el mapa musical gracias, sobre todo, al grunge. Pero algo más se cuece por allí: Band of Horses, una banda prácticamente de culto, está cimentando las bases de una carrera de largo recorrido que merece suma atención. Acaban de publicar Infinite arms, su tercer disco, más pausado y más sureño que los anteriores, también si se me permite, más pop. Nada que objetar; es un disco fantástico que rezuma talento por los cuatro costados. Podemos tildarlo de blando, de almibarado, pero en la vida hay momentos para todo.
Si el gupo tiene un objetivo a la hora de componer, ese, no parece otro que alcanzar la belleza de forma incesante. Sus canciones se entretejen con sencillos ingredientes (una bonita voz, melódicos coros, instrumentación fundamentalmente folkie) en su justa dosis, sin sobrecargar, dejando al descubierto la sensibilidad y las virtudes interpretativas de Ben Bridwell y compañía en estado de gracia.
En Infinite arms me cuesta identificar los sentimientos. Percibo la melancolía, pero no llego a entristecerme, se produce esa hermosa sensación de alegrarse de la tristeza. Esto, sumado al tono atemporal de los sonidos (tan clásicos, tan limpios), consigue que las piezas más eléctricas (Compliments, Laredo, NW Apt.) y los melocotonazos rotundos (Infinite arms, In the way back home, Evening kitchen) entren por la escuadra en el hipocampo del receptor, dejándolo hipnotizado, transportándolo al equilibrio con la naturaleza y la vida, en una sensación de absoluta paz interior.
Puedes escucharlo en Spotify.