Locas, la obra magna de Jaime Hernández, comenzó a publicarse serializada en la revista Love and Rockets junto a Palomar de su hermano Beto. Más tarde ha sido recopilada independientemente en forma de libros por Fantagraphics en los USA y por La Cúpula en España. Locas forma un microcosmos cuyas vicisitudes pueden ser extrapoladas a cualquier lugar y cualquier sociedad. Sus caracteres y tramas, como en todas las grandes obras, son universales. Muestra la vida de los chicanos que dejaron su tierra y se marcharon a vivir en los suburbios de los Estados Unidos. Presenta sus problemas y sus sueños, desde su adolescencia hasta que maduran, y sus conflictos con la necesidad de afrontar la edad adulta y su negativa a crecer. Todo con un tono que recorre desde la comedia al comic de aventuras, del drama social al retrato diario.
Son jóvenes punks que salen de fiesta, se emborrachan, se enamoran, buscan trabajo, lo pierden, les rompen el corazón, viven y mueren. Personajes que crecen, desaparecen y se reencuentran a través de pequeños retazos de vidas cruzadas en los que se relata la cotidianeidad de un colectivo humano moviendose en el tiempo adelante y atrás, recurriendo a flashbacks y acciones paralelas contadas desde diferentes puntos de vista. El estilo ligeramente caricaturesco, y tal vez por eso rotundamente realista, de Jaime Hernández se basa en la línea pura, los entramados a rayas, la mancha en negro en contraste con la vida llena de grises de sus personajes. Locas es casi un slice of life tintado de surrealismo y salpicado con generosas dosis del rock and roll más divertido. Como el London Calling de The Clash.Joe Strummer murió de una enfermedad cardiaca en el invierno de 2002 tras una errática carrera en solitario. Mick Jones se ha quedado calvo, ha producido a The Libertines e intenta aferrarse a la gloria del pasado con Carbon/Silicon. A Paul Simonon ya no le quedan tan bien los trajes, colabora con Damon Albarn y su reticencia a quitarse el sombrero resulta altamente sospechosa. Topper Headon sigue con su mala salud de hierro y poco más. Hace más de 30 años los cuatro músicos salían de los Vanilla Studios tras haber dado forma a London Calling, uno de los pasajes más deslumbrantes de la historia del rock & roll y de los pocos discos dobles sin un gramo de grasa. Todas las canciones están ahí porque son petardazos de primera calidad, como una colección de grandes éxitos single tras single.
En 1979 yo tenía 12 años y una exigua colección de vinilos de la que me sentía muy orgulloso. Había llegado a ella por una combinación de buena suerte y curiosidad. Transformer, Ziggy Stardust, Rubber Soul y Revolver, Blonde on Blonde, Aftermath y Beggars Banquet, Lust for Life… Comprar cada uno de esos discos me exigía meses de ahorros, de no gastarme un céntimo ni en respirar. No les cuento ya si además quería hacerme con algo de Jack Kirby, Steve Ditko, Will Eisner o Harold Foster. Me obligaba a ir caminando desde mi casa hasta el centro en busca de tiendas de discos y rastros de comics viejos en los que pasaba horas con los dedos cubiertos de polvo escarbando en sus cajones y soñando. Tenía el dinero tan justo que no podía permitirme coger un autobús. El retorno, también a pie, lo pasaba mirando esas portadas icónicas, intentando descifrar las letras de la hoja interior con mi precario inglés de entonces, fascinado con las fotografías de los grupos cuya imagen infructuosamente intentaría imitar entre batallas con mis sufridos progenitores, deseando llegar para ponerme a leer mientras sonaba de fondo uno de aquellos discos.Ese diciembre fue publicado London Calling y supuso el último gran album de los 70′s y el primero de los 80′s. The Clash despliegan una exhibición de estilos que no sólo es un resumen de la historia de la música popular, también recoge todo lo que han hecho en sus obras previas y los lanza hacia el futuro apuntando por dónde irán los tiros. Antes de él habían definido el lenguaje del punk y habían expandido sus fronteras con dos LP’s y un reguero de singles emocionantes y combativos. Después de él se perderían en multitud de caprichosos vericuetos hasta llegar al arcoiris musical en que se convirtieron sus respectivas carreras en solitario. La tarde que lo compré lo escuché una y otra vez sin parar clavado al sillón, deslumbrado por su magnificencia. Las primeras escuchas de muchas otras. Aún hoy en día lo llevo en el coche.
El guión de Locas es un reflejo de su propio dibujo. Parece que lo que muestre sean partes de una simplicidad extrema cuyo conjunto tejiera un complejo tapiz. Un todo tan rico y variado como la diversidad estilística de London Calling, un album totalizador de la historia del rock and roll que se complementa a la perfección con la historia de Maggie y Hopey, las protagonistas de Locas, cuya peripecia se resuelve con una claridad meridiana cuando se ve en su contexto. Es el lector y oyente el que debe reunir las piezas e ir componiendo el puzzle. Producido por el desquiciado Guy Stevens, mentor al viejo estilo de Mott the Hoople, quien utiliza sus extravagantes métodos para conjurar una desbordante panoplia de estilos, London Calling se incia con el salivazo punk que da título al album y que tan bien encaja con el comienzo de Locas, dos jovencitas punkies con la cabeza llena de pájaros que sólo piensan en divertirse.
A partir de ahí el album recorre desde el jazz descarado de (¡claro!) Jimmy Jazz a momentos llenos de sentido del humor. Un humor que en Locas es reflejo del propio dibujo, y que destila desvela una mirada llena de ternura y comprensión hacia el ser humano. En medio del abanico estilístico resalta la querencia de Joe Strummer por España y especialmente por Granada, que tiene su reflejo en la pegadiza Spanish Bombs, una canción que mezcla el terrorismo de ETA, el asesinato de Federico García Lorca y la Guerra Civil Española. Les aseguro que la mitad de ella está cantada en español, aunque no lo parezca, igual que muchos momentos de los diálogos de Locas en su versión original.
La relación de Mick Jones con Viv Albertine de las Slits se deteriora y da pie a dos gloriosas canciones: I’m Not Down y, sobretodo, Train in Vain. Esta última, impregnada del sonido Motown, no llega a tiempo para ser incluida en la contraportada del LP y queda como uno de los más fantásticos hidden tracks de la historia y uno de los mejores temas de la banda. Hasta Paul Simonon se arranca con un riff de bajo fronterizo con el reggae y da forma a su primera canción, The Guns of Brixton, una tensa melodía que está a la altura de las composiciones de los dos gigantes que son Strummer y Jones. Momentos todos ellos que intensifican las vicisitudes por las que pasan Hopey y Maggie, sus primeras aventuras de corte fantástico, sus encuentros disparatados, sus desencuentros sentimentales, los conciertos de rock a los que asisten.
Los recuerdos de la infancia de Strummer se traducen en una sencilla y pegadiza canción de pop melódico como es Lost in the Supermarket, que esconde una historia de alienación urbana, tan dulce como las páginas más cotidianas de Locas. El rockabilly de Brand New Cadillac se codea con el ska de Rudie Can’t Fail, y el ritmo clásico patentado por Bo Diddley en Hateful se ve acompañado de los toques funk en Clampdown. Hay hasta emulaciones del muro de sonido de Phil Spector con The Card Cheat, versiones insopechadas como Wrong ‘em Boyo y eufóricas odas a Montgomery Cliff en The Right Profile. Cambios uno detrás de otro que juegan con la insondable variedad de tonos de las historias que escribe Jaime Hernández. El soul más suave hace su aparición en Lovers Rock al lado del rhythm & blues de Death or Glory, y queda para los anales hasta una insólita incursión en el country que no fue publicada en su momento y que fue recuperada en la edición del 25 aniversario del album.
Es el propio Paul Simonon quien en un momento de frustración destroza su bajo en medio de una actuación en directo. Aquella foto se convertiría en una portada mítica que no se sabe muy bien si homenajea o parodia el primer LP de Elvis Presley, y que luego ha sido infinidad de veces imitada. En un giro final y fieles a su ética punk la banda engaña a su discografica y logra que CBS saque el doble a precio de sencillo aunque ello suponga ingresar menos ganancias por las ventas. A London Calling el grupo había querido llamarlo The Last Testament en un claro indicio de sus intenciones. The Clash dan por finiquitado el punk y construyen con él su manifiesto definitivo, su última llamada a las armas. Su diversidad de géneros, su asombrosa inventiva, su frescura y descaro a la hora de asumir el pasado y regurgitarlo al futuro supuso el último clavo en el ataud del punk. Les invito a sumergirse en estas dos obras y a dejarse arrastrar por la música mientras les cautiva un elenco de personajes inolvidables que maduran, cambian y evolucionan. Que podrían ser su grupo de amigos, parte de su familia. Usted mismo.
Fran G. Lara