Entre el calor y la humedad, el espesor de la selva y el tronar de las cataratas del Iguazú, las más bellas notas de oboe que puedan oír en sus vidas se alzan descontextualizadas, un instrumento occidental en medio de la selva paraguaya (lógica y a su vez hermosa metáfora del choque de culturas entre españoles y americanos), oído por unos impresionados guaraníes que se acercan con cautela al origen de tan extraña y bella melodía, un barbudo hombre blanco sentado sobre una piedra tocando dicho artefacto. De esta manera, aparecen las primeras notas de "Gabriel's oboe", uno de los temas principales de la banda sonora de La Misión (1986), compuesta por el eterno Ennio Morricone. El público, acostumbrado a asociar su música con Monument Valley y el desierto de Almería, quedó sorprendido y se rindió a sus pies. Y yo también por supuesto. La Misión no hizo más famoso a Morricone, pero si que le consagró como uno de los mejores compositores de bandas sonoras de la historia, sino el mejor ( frikis de John Williams, las bandas sonoras de Superman e Indiana Jones molan, pero son igualitas, y Tiburón son dos notas). Además de este tema, merecen la pena destacar, dentro de lo inmejorable del conjunto, "On earth as it is in heaven", el de los famosos coros y mil veces escuchado en televisión, "Falls" y "Ave María Guaraní", este último interpretado por un coro infantil de voces angelicales con las que a muchos se les pondrá la piel de gallina. La inmensidad de Morricone quedó plasmada en esta obra maestra de los ochenta que supo conjugar ritmos étnicos y melodías religiosas acompañados de la London Philarmonic Orchestra y el coro de Barnett's School.Dos años después, el genio romano volvería a lucirse en Cinema Paradiso, pero eso es otra historia.