Revista Cultura y Ocio

Bandeja de plata – @CosasDeGabri

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Observó la bandeja de plata rectangular que había en la vitrina del mueble del salón. Estaba colocada en el estante superior, apoyada de costado, de forma que su superficie quedaba perpendicular a la vista. Se inclinó acercándose al cristal, en el fondo tenía un bonito dibujo en forma de líneas paralelas y unos diminutos puntos marrones de óxido que delataban que en realidad no era de plata.

Daba igual, un pensamiento se había adueñado ya de su mente, como cada vez que miraba algo con atención: ¿por qué se entregaba siempre en bandeja de plata?.

Marta preparaba café en la cocina mientras Gabriel esperaba en el salón. Lo natural habría sido que la acompañase, pero ella se negó a que viera el desorden ocasionado al preparar la comida. No le había dado tiempo a recoger y le avergonzaba mostrar el desastre que era en la cocina. Como si no se hubiese dado cuenta de que la comida estaba bien colocada en los platos pero pésimamente elaborada. No importaba, porque él era un perfecto caballero y le había agradecido su esfuerzo con una sonrisa y una crítica favorable centrada principalmente en la presentación. Sin dudarlo, le habría ayudado a recoger. Siempre se desvivía por sus parejas, aunque ellas no dieran nada a cambio.

Sus brazos eran protectores, sabían abrazar de forma espontánea, sin previa petición y especialmente por las noches en la cama. Aguantaba el calor desprendido por el otro cuerpo, el peso al caer sobre el suyo y el adormecimiento del brazo que entregaba como almohada. Cuando regresaban de comprar en el supermercado insistía en llevar todas las bolsas. Siempre conducía y procuraba ser paciente aunque su acompañante perdiera la calma. Escuchaba, continuamente. Daba besos inesperados y sinceros. Sabía hacerlo y tenía unos labios tan atrayentes que nunca le había costado esfuerzo obtener el primer beso. Intentaba ayudar y dar buenos consejos. Era comprensivo, incluso cuando no lo eran con él. Cocinaba, muy bien. Preparaba la mesa con esmero y la recogía con pulcritud. Fregaba los platos, los secaba y ordenaba. Hacía las camas, limpiaba el baño. Barría y fregaba el suelo. Era experto en lavadoras, secadoras y planchas de vapor. Trabajaba adaptándose a los horarios infernales como un demonio, aunque fuera un ángel. Se esforzaba en el sexo, le gustaba complacer más allá de su condición natural, su envergadura y su resistencia. Los problemas de dinero no eran un problema.

Miró por última vez la bandeja plateada, antes de que Marta entrase al salón con un bonito juego de café en una colorida bandeja de plástico. Sonrió, se excusó señalando el móvil y bajó las cuatro plantas despacio por las escaleras. Mientras Marta se preguntaba qué había hecho mal –además de la comida– y se ponía las bragas que se quitó en la cocina, ya Gabriel conducía calle abajo su Mercedes escuchando música pop en la radio tras tirar por la ventanilla el compact disc de música clásica que le regaló su exnovia, aquella de gustos tan refinados, la que se follaba a otro al ritmo de AC-DC. No entregaría a nadie su vida en bandeja de plata nunca más, un poco de egoísmo le vendría bien. Estaba cansado de que se aprovecharan de él. No era justo.

Mientras Gabriel pensaba en ser libre, Marta sólo deseaba volver a verle para entregarle lo mismo que él ofrecía. Pero no volverían a verse hasta que él superase su deseo de venganza.

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