Revista Cultura y Ocio

Bandeja de plata – @Moab__

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas
[ Escrito con JokersMayCry ]

Las sábanas manchadas de deseo no pueden asfixiar el anhelo que le provoca una almohada que huele a soledad y sólo devuelve nostalgias, nunca besos. Por el espinazo le recorre mudo el dolor del insomnio mientras la noche aferrada a una botella de whisky bosteza, con esos colmillos que desgarraron los sueños materializados en frustrantes lágrimas. Grita en desesperado silencio y aletea con los brazos espantando fantasmas que sólo la desquiciada oscuridad puede ver. Se está ahogando en el sudor que empapa cada rincón de su cuerpo mientras se estremece violentamente y rueda en la cama hasta caer al suelo que le acoge con su frío beso. Repta hasta agarrarse de la pata de la cama donde sus fantasmas le ayudan a levantarse. Escucha sus susurros de ánimo y ahora tiene claro qué debe hacer. Ya no tiembla, ya no suda, ya no duda y su paso es firme cuando llega hasta la puerta y la abre. Sale al pasillo con andar pausado, llega a su puerta, la abre con cuidado y se lo traga el silencio.

Ella duerme, cara dulce con mejillas que se sonrojan en la almohada. Él se desviste a los pies de la cama silenciosamente, a la velocidad del dolor, lento, suave, pero decidido. Ella se da media vuelta y él se detiene, contiene la respiración con la misma fuerza con la que contendría a cien demonios a las puertas de su alma. Espera unos segundos, sin dejar de mirarla, para quitarse la camiseta, es blanca, pero todo en esa habitación se ve negro. No es más que un bulto negro, ella es un bulto negro, todo es una inmensa sombra con distintos tonos de oscuridad tan sólo y poco más. Quiere verla, y corre la cortina suavemente. La luz deslumbrantemente pálida y fiera de la luna llena conquista sin gritos de guerra la habitación, baña su torso desnudo, ilumina la tez de ella y la contempla en esa atmósfera color violáceo por la que la brisa nocturna se cuela trayendo el olor de una noche de verano en la que se ha cortado la hierba al amanecer. Sus párpados de terciopelo, suavemente cerrados, ocultan el brillo de dos estrellas de plata, su pelo de lava se desparrama en bucles por toda la almohada enmarcando el delicado rostro de porcelana… No, no la contempla, la admira clavando sus ojos en la diosa durmiente para después seguir desvistiéndose. Se oye el roce de sus pantalones deslizándose por las piernas, la tela de su bóxer acariciando la incipiente erección, sus pasos desnudos acercándose a la cabecera. Se acaricia la polla mientras la brisa le lame el glande. La sigue admirando… Piensa que deberían dejarnos masturbarnos delante de un cuadro de Dalí, del Taj Majal o en una biblioteca con unas líneas de Cortázar. Él eleva el umbral del placer de estar frente a una obra de arte, una maravilla, una tentación, un pecado… Logra llevar el placer intelectual hasta la sensación física, necesita sentir carnalmente todo aquello de lo que se enamora. Se erige el monumento que le dedica, el Stonehenge de su amor, en entrecortados suspiros y se masturba fuerte, con intensidad, sin control, con impaciencia enfermiza, mezclando dolor y placer, aunque puede que para él sean dos conceptos similares, tal vez el mismo, quizá coexistentes y que únicamente pueden convivir de manera casi milagrosa en este mundo en los confines de su gran polla erecta. Las postillas producidas por su continuado onanismo se levantan, el placer se derrama con flema en forma de sangre y el fuerte escozor le da la calidez de un abrazo. Se frena un momento, se inclina delicadamente hacia ella y le roza suavemente los labios con el glande. El labio de ella parece florecer lentamente hasta que ella se da la vuelta de forma brusca tras un largo suspiro. Él se queda con su polla agarrada mientras mira con desilusión cómo es repudiado hasta en sueños y una lágrima resbala por su mejilla hasta caer acuchillando el suelo.

Entonces rodea la cama silenciosamente, sin soltar su pene en ningún momento, y se sitúa al otro lado para seguir masturbándose de manera totalmente descontrolada. Eyacula su devoción sobre la cara de ella y espera que el esperma le diga a la mañana siguiente lo que su boca nunca pudo. Recoge su ropa y se va a su habitación sonriendo y sacudiendo feliz su cabeza de llamas porque está convencido de que le ha dejado todo en bandeja de plata, llena de espermatozoides retorciéndose con sus colas en el rostro de ella. Se masturba de nuevo fantaseando con la idea de que mañana ella le diga por qué no la despertó, se masturba otra vez al pensar lo que ha hecho en la otra habitación. Y se masturba una vez más recordando como compartieron juegos en su infancia, como compartieron cama, como compartieron útero… Sí, le ha puesto su amor en bandeja de plata… como su puta cordura.

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