Vuelven a llenarse las calles españolas de manifestaciones de trabajadores contra la reforma laboral, de funcionarios contra la reducción del gasto público y de partidos y grupos antisistema que protestan contra el capitalismo o contra la sentencia por prevaricación del ya exjuez Garzón.
Exhiben banderas republicanas y, en regiones con otro idioma aparte del castellano, las de la Comunidad casi siempre con la estrella símbolo del independentismo marxista-leninista.
Piden la solidaridad de la población española con enseñas de la tristemente acabada II República y del separatismo, y parecen no saber que así se convierten en profundamente antipáticos seguramente pare el ochenta por ciento de los españoles.
Porque la mayoría del país no sienten cercana una República gobernada por gente así, y mucho menos impulsada por admiradores de Corea del Norte o Cuba.
Se ve una manifestación de trabajadores con senyeras y la estrella del comunismo secesionista, y la gente se aleja de cualquier demanda de los participantes.
Se vio en numerosas protestas de Seat (Sociedad Española de Automóviles de Turismo), que aunque está administrada por Volkswagen, su nombre e instalaciones siguen siendo propiedad española.
Por eso las senyeras, esteladas y retratos del Ché alejan a los consumidores de los afanes de los manifestantes, incluido venderles sus productos.
En Galicia los trabajadores del naval, que piden la ayuda del Estado, desfilan con la bandera gallega estelada y con pancartas exclusivamente en gallego.
Cualquiera que no sea de esa Comunidad razona que los problemas de esos trabajadores son sólo regionales y que su dinero no tiene por qué subvencionarlos.
Al no haber anhelos o banderas comunes se pierden la solidaridad y la empatía que unía a los españoles. Los problemas de unos ya no le interesan a los demás, lo que un nuevo separatismo.
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SALAS