En esta ola de desapego a la Constitución de 1978 aparecen ya con asiduidad creciente, como retándose, los símbolos la fracasada II República, y las enseñas del franquismo.
Una docena de jóvenes valencianos de las Nuevas Generaciones (NNGG) del Partido Popular se han hecho fotos con las banderas del águila usadas por Franco, mientras hacían el saludo fascista.
Grupos mucho más numerosos con banderas de la II República, las de una banda morada de origen desconocido, pues la I República era similar a la actual, se manifiestan con no menor fanatismo con esa enseña, también preconstitucional.
Reprobados incluso por sus compañeros, los populares valencianos, recibieron la inesperada ayuda de Rafael Hernando, portavoz adjunto del PP en el Congreso, al proclamar que “las consecuencias de la República llevaron a un millón de muertos”.
Nunca hubo un millón de muertos, sino unos 350.000 según los historiadores más acreditados, y el resto fueron afectados por la guerra con el exilio, o la persecución.
Uno de estos últimos fue el padre del cronista, dos veces condenado a muerte sólo por disidente, y perseguido luego durante una década. Allá por 1950 dejaron de acosarlo, aunque siempre fue vigilado como sospechoso de enemigo.
En 1978 él y otros perdedores o ganadores de la guerra 36-39 y de sus secuelas aceptaron la Constitución, cuya bandera es la actual.
El tiempo les enseñó que la II República, pese a sus innegables avances, había fracasado por la violencia y las torpezas de las ideologías extremas de la época, que facilitaron el levantamiento de Franco.
Casi cuarenta años después de la Constitución, vuelven demasiadas banderas preconstitucionales, las de una malhadada II República, las independentistas y las franquistas.
El padre del cronista, con 97 años y plena lucidez, dice que algunas imágenes le recuerdan aquella República autodestruida.
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SALAS