Bangkok. Una ciudad que no te deja indiferente
Bangkok. La he visitado y sin embargo siento como si no hubiera estado allí. Me fui con la sensación de no haber visto nada, de habérmelo dejado todo por conocer. Creo que mi sensación era acertada, tengo que volver.
Supongo que será porque es un mundo tan diferente al que conocemos, que todo lo que uno ve, siente, toca y huele es diferente, todo es nuevo, como cuando somos pequeños.
Cada experiencia cuenta como la primera, impacta como la primera y completa un espacio de tiempo que se hace largo, interminable, solo porque es nuevo.Aterricé en Bangkok, un vuelo más, un viaje más, nada nuevo. Me monto en el taxi para ir al hotel, habíamos reservado el Hilton a 55€ la noche, no creo que vuelva a encontrar una oferta como esa en mi vida.
De camino al hotel recorremos una autopista que es como cualquier otra autopista, en un taxi conducido como lo conduciría cualquier otro taxista, nada nuevo tampoco, hasta que nos salimos, y empezamos a recorrer las calles de Bangkok. Pero yo estoy en mi taxi burbuja así que me abstraigo de lo que hay fuera, sólo pienso en fumar un cigarrillo y darme una ducha, no me fijo demasiado en las calles que están llenas de gente, en el tráfico que es una locura o en los olores que se aferran a la pituitaria y los sientes hasta en el paladar.
El blanco domina la escena en el vestíbulo del hotel que deja un espacio hueco vertical impresionante, me recuerda al Burj al arab de Dubai, pero en pequeño. La habitación, espectacular, con un ventanal inmenso que me ofrece una vista que no olvidaré del río Chao Phraya, saco una foto lo mejor que puedo, sin saber mucho, sin filtro polarizador porque todavía no sé ni lo que es, pero es mi primera foto de Tailandia, ahí queda, pa' mi.
Salimos a dar un paseo para reconocer el terreno. Primer impacto. Me doy cuenta del olor penetrante y fuerte a comida especiada y aceite que ya venía sintiendo en el taxi. Se me revuelve el estómago pero sin llegar a las arcadas, "ya me acostumbrare", me digo a mí mismo, consciente de que no es una cuestión más que de falta de costumbre.
Los puestos de comida en la calle son incontables, uno a continuación de otro. En los puestos hay mesas que son como expositores con la comida dispuesta en bolsas de plástico transparentes "para llevar", hay todo tipo de platos, sopas, fritos, insectos, etc. Me causa sorpresa y curiosidad ver la comida en bolsas, ya me acostumbraré, me digo de nuevo.
Vamos camino del "Pat Pong" donde nos han dicho que hay multitud de puestos en los que se pueden comprar falsificaciones. Segundo impacto, en cada acera del Pat Pong, a medida que se va bajando por la calle, a cada lado, se suceden uno detrás de otro, locales de "chicas".
Los hombres están fuera repartiendo publicidad e intentando captar clientes. Las chicas, casi niñas, la mayoría en bikini, se exponen encima de una barra con un cartelito prendido al sujetador del bikini con un número. Los hombres llegan y piden como en la carnicería, "Dame un 24 y un 7 por favor", la madame hace un gesto y las chicas bajan. Así de duro y así de fuerte.
Nos apetece tomar algo pero no allí, así que vamos caminando a ver qué encontramos, los "tuc tucs" invaden las calles como un enjambre de moscas ofreciéndose en cuanto los miras para llevarte a sitios de chicas más alejados, llevan hasta folletos de los servicios y espectáculos que puedes ver. Y yo que no me hago, "ya te acostumbrarás" me vuelvo a decir.
Encontramos un local algo más normal, por lo menos parece un pub, nos pedimos una copa y charlamos, nos entran un montón de chicas que no parece que estén trabajando, muchas de ellas guapas, pero no hacemos caso, no vamos de ese rollo.
El caso es que me sorprende (en mi vida he ligado yo tanto) y se lo comentó al camarero y se sonríe, con esa sonrisa que uno pone cuando un niño te pregunta una del tipo "¿papá porque vuela superman?", y me contesta " no son chicas, son Lady-boys". Tercer impacto, me quedo con cara de tonto, le pego un trago a la copa, y sigo con cara de tonto, "¿como no me he dado cuenta?", ya tenemos risas para el resto de la noche. Tailandia es uno de los países con más transexuales del mundo, muchos vienen aquí a operarse.
La mañana siguiente nos tomamos un café en el lobby del hotel, nos sentamos en unos sofás dispuestos con una mesita baja. Pedimos los cafés con leche y cuarto impacto, la camarera, que de nuevo es casi una niña, se acerca a los sofás y cuando llega a nosotros se arrodilla, si si, se arrodilla, y deja la bandeja en el suelo para servirnos los cafés en la mesita baja.
Primero se me pone cara de gilipollas, pero luego reacciono como un resorte y le digo a muchacha en mi spanglish "pero qué haces muchacha, que no hace falta, anda levanta" y agarrándola suavemente del hombro la invito a levantarse. Ella se levanta pero me mira raro, como si fuese un extraterrestre recién aterrizado de Júpiter.
Nosotros seguimos tomando el café tan tranquilos, sin darle más importancia a lo que acaba de pasar. Quinto impacto, se acerca el maitre y me dice "entiendo por qué lo ha hecho, pero no lo vuelva a hacer, pues la está poniendo en una situación muy violenta. Es mucho más violento para ella no arrodillarse para ponerle un café que para usted el hecho de que ella se arrodille."
"A esto sí que no me acostumbrare" me digo a mí mismo mientras intento explicarle que lo he hecho sin ninguna maldad y que lo lamento si la he puesto en una situación difícil, me acerco y la pido disculpas, ella las acepta avergonzada.
Aprovechamos el día y visitamos Bangkok, el buda de oro de Wat Traimit, el buda tumbado de Wat Pho, los templos de Wat Arun, son todos visita obligada. Esta todo lleno de gente pero se toman la vida de otra manera, como dice nuestra guía "si vas con prisa el tiempo va más rápido, pero si te paras y contemplas el tiempo se detiene".
Al día siguiente tenemos planeado ir a montar en elefante, que no me gustó y no haría ni haré de nuevo, y visitar el mercado flotante de Amphawa, algo que no debes dejar de visitar si tienes el tiempo suficiente.
Para el día siguiente nos tienen reservadas unas entradas para ver el Muhay Thai en rajadamnern stadium de Bangkok, sexto impacto, primero compiten los niños, no tendrán mas de 12 ó 13 años, luego compiten los adultos que como mucho tendrán 20. Primero bailan, de forma rítmica y acompasada, es un baile bonito. Luego se abren las cejas como si tal cosa, como si no les doliera, con las rodillas, los pies, o lo que haga falta.
Me vuelvo con sensaciones encontradas, sabiendo que tengo que volver para entender mejor Tailandia y Bangkok en especial, por un lado me siento admirado de ciertas virtudes que tiene su cultura y por otro asombrado de la facilidad con que ignorar ciertos valores éticos que para mí son importantísimos, es un sentimiento un poco inquietante, pero bueno, ya me acostumbraré.