Revista Opinión
Luis Puicercús “Putxi” publica en “Crónicas de un viaje a Cuba: Bar Floridota” una crónica en “Lo que somos” que así comienza: “Aquellos que viajan habitualmente por distintos países del mundo y tienen, además, un paladar exquisito, suelen decir que quien ha estado en La Habana y no ha degustado el daiquirí del Bar Floridita –la cuna del Daiquirí, como se publicita–, no ha estado en Cuba. Afirmación quizás un poco exagerada pero que yo no quería que me afectara en este viaje tan especial de cuatro meses de duración que he llevado a cabo en la isla caribeña. El Bar Floridita está considerado uno de los siete mejores bares de mundo y, casi por definición, un santuario del buen beber y otro de los lugares de culto para degustar un cóctel cubano. La estrella de los combinados del Bar Floridita es el daiquirí –que no daiquiri–, popularizado por Hemingway durante los años que vivió en La Habana: hielo frappé, azúcar, limón y ron blanco, añadiéndole unas gotas de marrasquino opcional u ocasionalmente. A él se le atribuye la invención de un cóctel a la medida de su propio gusto, el Daiquirí Especial, más conocido como Papa Doble o Papa Especial –apelativo cariñoso por el que se conocía a Hemingway–, que consiste en eliminar el azúcar y poner doble cantidad de ron y de hielo…
Después de recorrerse enterita la calle Obispo, Putxi llega hasta el Bar Floridita para hacerse la foto de rigor al lado de Hemingway, Papa –como le gustaba que le llamasen–. “Y la he conseguido después de unos minutos interminables y de tener que hacer cola esperando religiosamente mi turno para inmortalizar su imagen al lado de la mía, ejerciendo de fervoroso hemingwayano. Una pareja, al lado de la estatua del escritor, no puede acabar de saborear sus bebidas con tranquilidad porque un buen número de parroquianos –y otros que solo entran para hacerse la casi obligada foto– les piden su concurso para plasmar la mágica instantánea. Uno de mis acompañantes me urge para que salga del establecimiento cuanto antes, ya que tenemos mesa reservada en una paladar (sí, en femenino) de Baracoa.
“Aunque no estaba previsto, no me he podido resistir ni un segundo y he dado el paso para degustar un daiquirí –el normal, claro– haciéndome sacar alguna foto más, como un fetichista adolescente maravillado ante un acto de adoración a su estrella –en este caso, escritor– preferido. Mientras apuro mi bebida, alguien, detrás de mí, ordena al barman: ‘¡Un Papa doble para cuatro!’, aludiendo al Papa Especial, con doble ración de ron y sin azúcar. Aprovecho esta momentánea distracción para dirigirme al barman y preguntarle por la costumbre inveterada de servirle todos los días un daiquirí a la estatua de Hemingway, su presencia más visible en el bar. Me responde casi con las mismas palabras que me respondieron otros barman o cantineros ante la misma pregunta en todas mis visitas anteriores desde 1980, fecha de mi primer encuentro con el bar: ‘El personal del Floridita quiere que esté aquí siempre, como a él le gustaba, en el lugar donde se sentaba. Desde entonces se le sirve su combinado favorito todos los días’.
Por fin, Putxi consigue salir del local “con la íntima y agradable sensación de haber compartido unos minutos con el mejor de los escritores contemporáneos que nos dio la Historia”.