Revista Opinión

Barajas, esa frontera inhumana

Publicado el 18 febrero 2011 por Rgalmazan @RGAlmazan

Ayer, en el coche, oía una noticia que no me podía creer, en la Cadena SER. Resulta que una niña procedente de Brasil llegó a Barajas, donde la esperaban sus padres. Sin embargo, la policía la detuvo y le aplicó la ley como si fuera una inmigrante adulto que pretende colarse en España para trabajar ilegalmente.

Larissa cuenta con diez años, y venía de Brasil para empezar junto a sus padres una nueva vida. Estos llevaban cuatro años sin verla, desde que inmigraron para encontrar nuevas expectativas. Su abuela la dejó en el aeropuerto de Sao Paolo y sus padres la esperaban a la llegada del vuelo en el terminal 1 de Barajas.

A la llegada del vuelo, la policía la detuvo. “Me decían que no tenía papeles, que sólo llevaba 90 centavos y que me iban a devolver a Brasil”, cuenta Larissa. Así estuvo durante doce horas, y sus padres esperando a unos metros, al otro lado de la aduana. La policía le retiró el pasaporte y el permiso del viaje sellado por el Consulado Brasileño (el mismo que la policía dijo que no tenía y luego se ha demostrado que sí). Le asignaron un intérprete y un abogado de oficio y le hicieron firmar su expulsión de vuelta a Brasil.

inmigración 1

Afortunadamente, una amiga de la madre llamó a una abogada Patricia Fernández que intervino y pudo evitar que la deportaran. Pero esto lo consiguió después de una espera angustiosa de catorce horas y sin que nadie les hiciera caso. Unas horas en las que la niña fue tratada como una adulta e interrogada como un delincuente. La policía, a la media hora de la llegada, sabía que sus padres la esperaban a unos metros y no consintió en que los viera.

La intervención de la abogada hizo que se interesara la Fiscalía de Menores, quien –también tiene narices—, en vez de entregarla a sus padres, hizo que la enviaran a un centro de Primera Acogida, lo que retrasó un par de horas más el encuentro de Larissa con sus padres.

Hay que tener mala fe, ser torpes y gente inhumana para retirarle el permiso, decir que no lo tenía y no dejar que Larissa viera a sus padres teniéndoles al lado, separados por un tabique.

Esto ocurrió el 23 de fenero, hasta ayer no le devolvieron el pasaporte, razón por la que no ha podido todavía ser escolarizada y recibir asistencia médica ambulatoria.

Ésta es una historia más en el puesto fronterizo del aeropuerto de Barajas, una pesadilla que ha permitido tener 12 horas detenida a una niña de 10 años siendo interrogada en una habitación fría, y decidir su expulsión aduciendo que no había nadie al otro lado de la sala que respondiera por ella, sabiendo que era mentira. Es la historia de una abogada desinteresada que logra que la Fiscalía de Menores paralice la devolución. Es la historia de una fiscal que envía a Larissa a un centro de menores cuando sus padres la esperaban. Es la historia de unos padres que fueron por la mañana a recibir a su hija a Barajas tras cuatro años sin verla y que, después de una odisea interminable, pudieron verla  cuatro años y catorce horas después.

Hoy, la abogada ha enviado el caso al defensor del pueblo, quien debería pronunciarse y evitar que estas tropelías con los inmigrantes, y más en el caso de una menor, volvieran a producirse. Pero nadie pagará estas catorce horas de angustias pasadas por Larissa y por sus padres. Ni tan siquiera la dimisión del comisario de policía de Barajas que debería producirse y no se producirá. Está claro que tampoco aquí se castiga conculcar los derechos del menor y que nadie pagará por este tremendo atropello.

Esto ocurrió el 23 de enero, hasta ayer no le devolvieron el pasaporte, razón por la que no ha podido todavía ser escolarizada ni recibir asistencia médica ambulatoria.

Mientras tanto Rubalcaba cabalga hacia una candidatura que no le deja ver el bosque de los desgraciados.

Salud y República


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