Multiculturalismo es todo lo contrario de integración. Lo muestra la persistencia de tribus étnicas, culturales o religiosas que se han aislado dentro de las sociedades avanzadas y que aprovechan la falta de autoridad para matarse entre ellas y lanzar estallidos vandálicos como los del Reino Unido.
El multiculturalismo crea conflictos irresolubles al dejar que tribus urbanas y todo tipo de conductas bárbaras se manifiesten fuera de las normas de una sociedad construida bajo la Ilustración y la Democracia.
España tiene experiencia integradora: la de los miembros de la minoría gitana que progresan como parte de la sociedad mayoritaria, aun conservando tradiciones si no chocan con las normas democráticas.
Quienes se mantienen fuera del cauce común sufren una situación educativa, económica y legal deplorable, de la que son responsables los patriarcas que rechazan integrarse, y las administraciones débiles que no imponen la ley común.
La convivencia en España entre gitanos y el resto de la población tiene al menos siete siglos. Pero no se ha logrado una simbiosis étnica mayoritaria, sobre todo porque parte de la población gitana mantiene tradiciones sociales ajenas las generales.
La personas de otras etnias y culturas de reciente llegada a España que no se acerquen al sistema democrático dominante -- como hicieron los españoles allá donde emigraron— algún día actuarán como los vándalos británicos. O peor.
En Tottenham, Londres, todo comenzó cuando un delincuente que tenía una pistola aparentemente disparó contra un policía. Lo mataron otros policías. Millares de tribalistas desubicados socialmente por su propia voluntad, como el agresor, se lanzaron a la barbarie.
Esa es una nueva prueba de la imposibilidad de la Alianza de Civilizaciones zapaterista, ni siquiera conseguida con los nacionalismos llamados históricos.
Sólo la educación, la Ilustración y el pluralismo cultural integrado, la simbiosis, alumbran sociedades coherentes, educadas y pacíficas.
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SALAS asombra cada día.
Y esto, como para creérselo