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Barbra Joan Streisand

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Barbra Joan Streisand

Nunca me he planteado operarme la nariz. Hubo una época en la que me llegaron a llamar Mister Potato porque mi napia se parecía a la del muñeco en cuestión. Con los años hasta se refirieron a mí con un "¡eh, tú, narizudo!". Me preocupan e incluso me acomplejan más los kilos que me sobran y otras cosas que sí que pueden ser culpa mía, pero ¿mi nariz? Es la que tengo y me gusta.

Si nunca me inquietó gran cosa tener un gancho importante en medio de la cara, mucho menos cuando me empecé a interesar por Barbra Streisand, su carrera y su apasionante vida. Ya había escuchado alguna canción suya por la radio o en la televisión, pero siendo todavía muy niño vi "Yentl" y "¿Qué me pasa, doctor?", dos películas que definen de manera bien distinta su talento como actriz y admiré cada mirada y cada gesto de aquella persona que se adueñaba de la pantalla como si no hubiese nadie a su lado.

Barbra Joan Streisand

Poco después cayó en mis manos un vinilo -en efecto, un disco de aquellos que antes eran lo habitual y hoy se han convertido en objeto de coleccionista- con una recopilación de versiones orquestadas de bandas sonoras y canciones que habían ganado el Oscar. Entre ellas se encontraba Evergreen, el tema que dio a Barbra su segunda estatuilla, cantado por vete a saber quién. Lo ponía a cada rato. Fue una suerte para mí que en una de tantas estuviera presente una de mis tías que, horrorizada, me animó a escuchar la versión original. Creo que es de las mejores cosas que han hecho por mí en la vida. Tardé un poco en encontrarla, pero el hallazgo cambiaría para siempre mi percepción de la música y, por qué no, del arte.

Pasaron unas cuantas décadas, y un 7 de julio de 2019 logré cumplir el sueño de asistir a un concierto de la que era y es mi cantante preferida. Lloré muchísimas veces durante las dos horas que aquel mito viviente estuvo obsequiándonos con un compendio de sus más de seis décadas de carrera en Hyde Park, pero la primera de todas fue cuando me dedicó, precisamente, Evergreen. Ella lo ignora, pero yo sentí que aquella interpretación estaba dedicada a mí, que había cruzado el océano para disfrutar de su arte y que la había descubierto gracias a ese canto al amor que termina diciendo: "El tiempo. Hemos aprendido a navegar en él. El tiempo no cambiará el significado de un amor sin edad e imperecedero".

También me dedicó Guilty, Stoney End, Don't rain on my Parade, Send in the Clowns, Enough is Enough, Second Hand Rose, The Way we were, Happy Days are here again... Y, especialmente, People, toda una joya de la historia de la música en la que nos animó sencillamente a abrazarnos y a recordar que la libertad y los derechos de que disfrutamos están eternamente en peligro. Nos abrazamos al que teníamos al lado y, cuando me di cuenta, no era el único que me bebía las lágrimas. Habíamos conectado definitivamente con el talento y la razón de existir de aquella mujer auténtica que logró ser, como decía La Agrado, lo que siempre soñó de sí misma.

Podríamos reiterar las mil cosas ya conocidas de la leyenda que se ha construido alrededor de Bárbara Joan Streisand y su impresionante carrera que abarca más de sesenta años, sus firmes convicciones políticas y compromiso con el feminismo, el colectivo LGTBI... Pero casi prefiero quedarme con el ejemplo de entereza de aquella muchacha judía que se quedó sin padre siendo una niña, a quien su madre decía que era demasiado desgarbada y que tenía la nariz demasiado grande para ser actriz, que mejor meterse a mecanógrafa. La que recordó entre lágrimas en un programa de televisión de 1991 aquel momento en que su padrastro llegó a negarle un helado porque era demasiado fea. La mujer que, consciente de su talento, decidió no cambiar su apellido para triunfar en el mundo del espectáculo pero que se quitó una letra de su nombre para ser única.

Barbra Joan Streisand

Comenzó cantando en The Lion, un sofisticado club para gais encorbatados situado en Greenwich Village (Nueva York), solo para ganarse la vida, con unos zapatos de los años veinte y un par de vestidos de segunda mano, sin haber tomado jamás clases de canto. Rápidamente se supo del torrente de voz de aquella chica flaca, un poco estrábica, de nariz prominente y dentadura imperfecta, que en 1960 pasó al Bon Soir, un local en el que trabajó ininterrumpidamente dos años. Su repertorio y talento desnudo está recogido en el CD "Live at the Bon Soir", una grabación de noviembre de 1962 que vio la luz sesenta años después. Había estado guardado desde entonces en su caja fuerte y la voz de Barbra no está retocada. Contiene su repertorio de aquella época, en la que su inspiración era la gran Billie Holiday, como Cry Me a River, A Sleepin' Bee o Happy Days are here Again, probablemente la canción en la que más luce sus impresionantes y limpísimas notas, su característico y enérgico vibrato, y casi se respira ese aire que sale y entra de su garganta de forma natural.

Para aquella época ya había debutado en televisión y había firmado su primer contrato con Columbia del que nació "The Barbra Streisand Album", un trabajo que la ubicó directamente en el estatus de estrella, a la altura de Elvis y The Beatles, y le dio sus primeros números uno en Billboard (es la única persona que ha liderado la prestigiosa lista americana en seis décadas diferentes y que ha colocado 34 de sus discos entre los más vendidos en Estados Unidos) y dos premios Grammy. Tenía apenas 21 años. Lo demás, hasta las 81 primaveras que ha cumplido esta misma semana, forma parte de un mito sobradamente conocido.

Pero, volviendo a su nariz, Barbra Streisand fue la primera famosa que posó para una portada de la revista Playboy, en octubre de 1977, y en sus fotos aparece ataviada con una camiseta de Superman y otra con el logo de la publicación y sus característicos rizos. En la amplísima entrevista, que tardó hasta nueve meses en grabarse, la estrella contó por qué no se había operado. "Es lo que hace tan distinta su voz: "Tengo el septo desviado. Si alguna vez me arreglara la nariz, arruinaría mi carrera. Al principio, cuando me hubiera gustado parecerme a Catherine Deneuve, pensé en operarme la nariz. Pero no confié jamás lo suficiente en nadie para hacerlo. Si me lo pudiera hacer yo, con un espejo, la enderezaría y eliminaría ese cartílago que sobresale".

Barbra Joan Streisand

Tiempo después todavía precisaría un poco más: "No me operaría buscando un resultado convencional. Cuando era joven, todos preguntaban: ¿Te vas a hacer la nariz? Era una moda pasajera, todas las chicas judías lo hacían cada semana en Brooklyn, con narices perfectamente normales que quedaban reducidas a la nada. Lo primero que alguien hubiera hecho sería limarme el hueso. Pero a mí me encanta, no me lo quitaría. Yo solo cambiaría un poco la inclinación y la levantaría un poco, solo un poco. Creo que la actriz italiana Silvana Mangano tiene la nariz más bella del mundo. Una nariz increíble, romana, sobresaliente, como rescatada de una escultura antigua. Eso es lo que yo considero bello. No me gustan para nada las que son como un hocico o las muy pequeñitas".

Gracias a su nariz logró el papel de Fanny Brice en la comedia musical Funny Girl, con la que debutó en el cine y que le valió su primer Oscar. Como ella misma dijo: "Llegué a Hollywood sin que me arreglaran la nariz, me taparan los dientes o me cambiaran el nombre. Eso es muy gratificante para mí".

¿Por qué cambiar lo que nos hace distintos? Cuando llegue el día supongo que me estiraré todo lo estirable y me rellenaré las arrugas, lo mismo hasta me inyecto cosas, pero jamás me operaría la nariz. Si lo hiciera dejaría de confiar en algo más que en mis propias capacidades, caería en lo convencional y ya no podría presumir de parecerme en algo a Barbra Streisand.

Barbra Joan Streisand


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