La calle de la Mano
La versión más corriente de esta leyenda, recogida por el médico toledano D. Juan Moraleda y Esteban, relata que un caballero de Toledo de rancio linaje, llamado don Pero Suárez, abofeteó a una hija suya que, contra los deseos terminantes de su padre, insistía tenazmente en ingresar en un convento de clausura, desoyendo la voluntad de aquél de que contrajera un matrimonio ventajoso, ya concertado por su progenitor, con otra familia destacada de la ciudad.
Poco después partía su padre para participar en la guerra con Portugal, falleciendo en la batalla dp Aljubarrota: PI1 ,,1 ("()mbate le cortaron la mano derecha de un sablazo. La noticia U" su fallpcimiento llegó a Toledo por medio de un mensajero extraño: pi perro fiel, que acompañaba a su amo en la batalla, recogió la mano cortada y la trajo a la ciudad entre sus dientes, depositándola a la puerta del convento donde, aprovechando la ausencia de su padre, había al fin profesado la hija.
Es totalmente cierto que hubo un toledano de noble linaje, llamado don Pero Suárez de Toledo (tercero de este nombre y apellido), hijo del alcalde mayor de la ciudad en la época del Rey Don Pedro, don Diego Gómez de Toledo y de su esposa doña Inés de Ayala, hermana del famoso Canciller y cronista.
Tal don Pero Suárez murió en la batalla de Troncoso, luchado con los portugueses que apoyaban al maestre de Avís. Su cadáver fue sin duda trasladado a Toledo, pues aquí estaba su sepulcro en una capilla familiar, fundada y dotada por su antepasado don Ferrán Gómez, en la parroquia de San Antolín. Incorporado este templo al convento de Santa Isabel y colocado el sarcófago en el claustro, fue vendido por la comunidad después de 1905, adquiriéndolo el Museo Marés, de Barcelona, donde aún se conserva (1).
Como es costumbre en estos sepulcros, está esculpido en forma de estatua yacente a cuyos pies hay un perro y en los costados los escudos del apellido Toledo (un castillo de acero en campo de oro) y el de la Orden de la Banda, creada por Alfonso XL Y en el mismo convento de Santa Isabel profesó, no Una hija suya, sino una bisnieta, llamada María Suárez de Toledo pero conocida en su época como sor María la Pobre (1437·1507), fundadora precisamente de tal monasterio franci3cano de Santa Isabel de los Reyes, muy protegido por los Reyes Católicos ya que Don Fernando era pariente de sor María, sobrino segundo de ella.
Como era de esperar, el bulto funerario de don Pero Suárez no tiene cortada ninguna de las dos manos, ni el perro lleva tampoco la derecha entre sus dientes, respondiendo sólo la presencia del can a los pies del difunto, al símbolo de la fidelidad hacia el allí sepultado. Ignoramos dónde iría a parar otra estatua, parecida por lo visto a ésta, en la que el perro sí tenía la mano de su amo en la boca; estatua que según el citado Moraleda, estaba en la calle de la Mano (que por eso se llamaba así) y que fue comprada por un anticuario llamado Claudio Vegue (3). Como es natural, el anticuario no la compraría para él, sino para revenderla; no sabemos por tanto dónde para hoy, ni si su propietario actual conoce su significado.
De todas formas hay suficientes elementos reales en esta leyenda para justificar su creación, se diera o no la bofetada famosa; creación sin duda popular y no literaria.
Un caballero muy conocido, muerto en una batalla famosa; una descendiente directa suya, bisnieta y no hija, que deja la comodidad del mundo y una elevada posición social para ingresar en un convento que está bajo el patrocinio real; y por último, la circunstancia fortuita de que una estatua funeraria que era bien visible para todos, por hallarse en la que sería capilla principal de una parroquia, quede encerrada en una clausura conventual y pueda, por tanto, ser fantaseada su verdadera estructura por una leyenda que la corta una mano y la coloca en la boca del perro.
Se comprende así que alguien, cuyo nombre siempre ignoraremos, uniera así estos tres elementos tan sugestivos y formara un relato agradable para el público. Medio verdad, medio ficción, condiciones típicas para toda leyenda.
(1) Estaba lo estatuo aún en la clausuro de Santo Isabel en 1905, pues la menciono R. AMADOR DE lOS RIOS en su obra Monumentos Arquitectónicos de España. Toledo, vol. l., editado en tal año. No hemos podido comprobar lo fecho y circunstancias de tal compro por el museo barcelonés; tal vez coincidiera con la exportación o Norteamérica de un artesonado del mismo convento, que cita -equivocando lo fecho
J.A. GAYA NUÑO en La Arquitectura Española en sus monumentos desaparecidos.
(2) Véase 10 reciente obra de B. MARTINEZ CAVIRO: Mudéiar toledano. Palacios y conventos. Madrid, 1980, págs. 109 a 113. (3) J. PORRES MARTIN-ClETO: Historia de las calles de Toledo. Toledo, 1971, tomo 11, pág. 533.
Julio Porres. de Mateohttp://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0019_05.pdf
Revista Cultura y Ocio
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