La Mujer del Arquitecto
Tiene como objeto esta leyenda la reconstrucción del puente de San Martín, costeada por el arzobispo toledano don Pedro Tenorio, excelente mecenas de su época y digno antecesor del cardenal Lorenzana en cuanto a estas actividades constructivas.
Según el relato tradicional, el arquitecto encargado de reconstruir el arco roto del puente sufrió un error en sus cálculos, error que advn:tió muy poco antes de retirar la cimbra que sostenía a la parte rehecha del viaducto. Y la consecuencia de su equivocación era grave, pues según sus nuevos estudios, al quitar la cimbra todo el arco se vendría abajo, arrastrando quizá al resto del puente.
Era de temer, con bastante fundamento, que este fracaso constructivo acarreara al menos su ruina profesional, si es que no le producía otras consecuencias de tipo personal más graves aún. Su descubrimiento le produjo tal desasosiego, al no dar con la solución de su error, que apenas dormía ni se alimentaba, lo que naturalmente advirtió su esposa. No quería disgustar a ésta, pero ante su insistencia afectuosa, acabó por revelarle su error.
Y ella, con gran astucia femenina, ideó una solución inu~tada: una Hoche tormentosa, en que los nubarrones cubrían el cielo y apenas dejaban divisar a los objetos más cercanos, se disfrazó y acudió sola junto al estribo del puente donde la cimbra se apoyaba.
Encendiendo una antorcha, prendió fuego a la cimbra que, bien seca, se quemó rápidamente y cayó, a la vez que el arco al que sostenía, antes de que los vecinos, resguardados en sus casas, pudieran impedirlo ni tampoco descubrir a la verdadera causante. El ruido del hundimiento atrajo, por fin, a los habitantes más cercanos.
No viendo a nadie por los alrededores y como ninguno podía suponer un incendio voluntario, se atribuyó a una exhalación atmosférica, sin culpa de nadie ya que el error sólo era conocido del alarife y de su decidida esposa. Era natural que le encargaran otra vez la obra al mismo arquitecto. Sabiendo la causa de sus cálculos equivocados, rectificó su proyecto y lo rehizo, ya en debida forma y con tal solidez, que el puente ha resistido sin apenas síntomas de vejez durante cuatro siglos, y puede utilizarse hoy perfectamente,
Añaden los relatores del suceso, encabezados por cierto por el propio biógrafo del prelado, Eugenio de Narbona, que la tranquilidad recobrada por el arquitecto no era en cambio compartida por su esposa, acosada por el remordimiento y que acabó por confesar su acción al mismo arzobispo y los motivos que la habían llevado a incendiar la cimbra; mostrándose dispuesta a acatar el castigo que el prelado dispusiese,
Pero éste, viendo que sólo el amor a su marido la había guiado, no sólo la perdonó, sino que asombrado de su valor mujeril, ordenó esculpir su imagen en la misma clave del arco restaurado, como perdurable recuerdo de una esposa tan abnegada y decidida. Y allí sigue, en la cara aguas arriba del viaducto, una figura vestida con largos ropajes que es, se dice, la atrevida consorte del anónimo arquitecto toledano.
Es un hecho histórico que el puente de San Martín, cuya fecha de construcción se ignora todavía, fue cortado en 1368 por los mismos vecinos de la ciudad (1), estando Toledo cercada por los secuaces del bastardo Trastámara, quienes en su intento de penetrar y conquistar a la ciudad, habían ya casi forzado el torreón exterior. Para cortarlo arrancaron las claves del arco, con lo cual, aunque no todo él se vendría abajo, quedó interrumpido el paso y fracasado el ataque del futuro rey Enrique II.
La reconstrucción (2) del arco fue costeada por el arzobispo don Pedro Tenorio y, aunque no fuera mucha obra, debió ofrecer grandes dificultades para colocar la cimbra bajo el arco mayor, apoyada en ambas orillas de una corriente normalmente caudalosa y rápida; ya que de los cinco arcos que tiene el puente, el río sólo pasa habitualmente por debajo del mayor y central de los cinco.
Semejante obra en madera, utilizando lógicamente vigas de longitud muy superior a la normal, debió asombrar a los toledanos que la presenciaran, ya al comenzar el reinado de Enrique nI (1390-1406). Si se quemó o no tal andamio es algo que desconocemos, aunque lo relata Narbona (3); pero tal vez existiera el temor de que tal accidente tuviera lugar, temor que al final se transformó en tan bella leyenda toledana.
En cuanto a la prueba que algunos historiadores presentan de tal relato, o sea, la imagen de la esposa del arquitecto tallada en la clave del arco, fue al fin comprobada -y no aceptada- por el meticuloso don Sixto Ramón Parro (4), dejando claro que tal escultura representaba simplemente a un arzobispo, revestido de pontifical y con su consiguiente mitra.
En su opinión, representa al propio don Pedro Tenorio, aunque no se puedan estudiar bien los detalles, tanto por la altura cqmo por estar corroída la piedra, expuesta en la cara que mira al río por la inclemencia del tiempo durante tantos años.
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0019_05.pdf
Revista Cultura y Ocio
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