Revista Cultura y Ocio

Base Histórica de la Leyenda del Cristo de la Luz

Por Pablet
Base Histórica de la Leyenda del Cristo de la LuzLeyenda del Cristo de la Luz 
Según la versión más conocida de este relato, al entrar Alfonso VI en Toledo el 25 de mayo de 1085, lo hizo por la puerta llamada Vieja de Bisagra, hoy titulada precisamente de Alfonso VI. Al frente de sus hombres y montado en su caballo, subió a la ciudad a través de la puerta de Valrnardón; y al pasar ante una mezquita allí existente, el caballo se arrodilló de improviso 
Sorprendidos ante tal hecho y dando por supuesto un motivo sobrenatural, se excavó en la mezquita, hallando en un subterráneo de la misma un crucifijo ante el que ardía una lamparilla; imagen y luz que llevaban así desde la invasión musulmana.
Ante este portentoso suceso, se consagró la mezquita, se dijo de ella la primera misa -lógicamente, ante el Crucificado descubierto, ya en el lugar de honor- y el propio rey dejó allí, como exvoto, su escudo de guerra. Se conserva todavía el Cristo, hoy en el Museo de Santa Cruz, en depósito procedente de la parroquia de San Nicolás; en cuanto al escudo, que aparece aún en antiguas fotografías, se ignora ya su paradero. 
Base Histórica de la Leyenda del Cristo de la LuzParecía un hecho cierto que la entrada en la ciudad conquistada se había verificado por el trayecto que antes se dice, teniendo en cuenta que el sitio más adecuado para acampar los sitiadores sería la Vega y los alrededores de la puerta de Bisagra. Sin embargo, en 1934 publicaba don Ramón Menéndez Pidal un texto aparecido poco antes en Rabat, del historiador árabe Ben Bassam, escrito hacia 1110, o sea 25 años tan sólo desde la rendición de Toledo y que fue enviado a Menéndez Pidal por el profesor Levi-Proven<;al (1). 
En él se relata que en la última etapa del asedio, Alfonso VI no tenía sus reales ante la puerta de Bisagra, sino en la Huerta del Rey; sitio excelente desde el punto de vista táctico, ya que así cortaba la comunicación con la ciudad del resto de Al-Andalus y cerraba toda posibilidad de ayuda a los sitiados desde otros reinos musulmanes. Precisamente en la Huerta del Rey ("almuniam regis" la titula el documento más antiguo que hace referencia a esta finca famosa) recibió Alfonso a la última y desesperada embajada de los toledanos, recabando su permiso conforme a los usos caballerescos medievales, para solicitar auxilio de otros Taifas. Como única respuesta hizo entrar el rey a los embajadores sevillanos y de otros valíes musulmanes, quienes le ofrecieron sus presentes, de los que apenas hizo aprecio. 
Desengañados por ello los toledanos, y viendo que era inútil confiar en tales ayudas, regresaron a la ciudad, rindiéndose Al-Qádir tres días después, el 6 de mayo. Se convinieron las oportunas capitulaciones de entrega (entre ellas, que Alfonso recibiría el Alcázar y la Huerta del Rey y que se respetaría el culto musulmán en la mezquita mayor); el rey cristiano entró en Toledo, tomó posesión del Alcázar. (realmente lo haría del Alficén, barrio amurallado entre el puente de Alcántara y Zocodover) y el destronado Al-Qádir salió, consultando su astrolabio para decidir el día y la dirección que tomaría en su exilio, camino de Santáver primero y de Valencia después. 
Residiendo Alfonso, como vemos, en la orilla izquierda del río, el camino normal para entrar en Toledo no pudo ser por la puerta de Valmardón, sino por el puente de Alcántara y, desde éste, a través de la puerta del mismo nombre -recientemente restaurada y de evidente estructura árabe-- directamente al Al-Hizém o alcazaba morisca. 
No es imposible, pero sí ilógico, que diera sin motivo alguno tal rodeo para pasar ante una mezquita sin especial importancia y de reducido tamaño, para que allí se produjera el suceso milagroso. Tampoco es necesario que fuera esta mezquita consagrada inmediatamente al culto cristiano, a fin de celebrar en ella las primeras acciones de gracias por el feliz término de la conquista. 
Varias parroquias tenían abiertas los mozárabes, perfectamente utilizables para las ceremonias religiosas que evidentemente se harían; y además, hacía oficios de catedral cristiana -al estar ocupada por los musulmanes la vieja sede metropolitana de Santa María- otro templo, titulado de Santa María in alhicém o de Alficén, inmediato al puente de Alcántara y ante el que debió pasar la subida desde el puente hasta el Alcázar; es decir, en el mismo camino que debió seguir el Rey y sus soldados. Podían decirse en esta Santa María de Alficém cuántas misas fueran necesarias, sin necesidad de una previa consagración o restauración litúrgica, siempre lenta, de un templo musulmán. 
¿Qué fundamento tiene, por tanto, la leyenda? ¿En qué se puede apoyar tan viaje tradición, firmemente sostenida por los toledanos, del Crucificado ante el que, durante más de tres siglos, arde una luz inextinguible, junto al cual y sin saberlo se realiza a diario el culto coránico? Creemos que la' historia del propio edificio puede aclarar la cuestión. En efecto, esta mezquita fue reconstruida de nueva planta, como declara la inscripción de su fachada, por Ahmad ibn Hadidi (abuelo, por cierto, del último cadí o ministro del rey Al-Mamún) y terminada entre el 13 de diciembre de 999 y el 11 de enero del año 1000 (2).
En 1221 se cedió el edificio a los caballeros de la orden de San Juan de Jerusalén, por el arzobispo toledano don Gonzalo Pérez, "a instancias del Rey" como dice el documento de cesión; levantaron los sanjuanistas el ábside y, hasta la restauración de fines del XIX, se instaló el crucifijo que hoy vemos en el Museo, procedente del que fue Museo Parroquial de San Vicente_ Crucifijo que debemos fechar a fines del siglo XIII y que es objeto de otras dos leyendas más, además de la que ahora estudiamos.
En la cesión a los sanjuanistas se habla de "instaurar" el culto, lo que da a entender que entonces se consagró como iglesia, sin que desde 1085 a 1221 hubiera en el edificio culto de ninguna clase_ Al menos, ningún culto católico (3)_ Ahora bien, ¿qué había en este lugar antes de construirse la mezquita? ¿Casas particulares, adquiridas y derribadas para este fin, o un antiguo templo cristiano? 
Que la mayoría de éstos -excepto los reservaaos para los mozárabes- fueron destinados' a mezquitas es suceso sabido, no sólo con respecto a la vieja catedral de Recaredo, sino de otras iglesias que todavía conservan rastros de tales cambios de religión: El Salvador, San Ginés, San Román, San Vicente, etc_, con abundantes relieves visigodos en sus edificios. Y es interesante el hecho, respecto a esta mezquita de Bab al-Mardúm, de que en cuanto se la transforma en iglesia se la titula "ermita de la Cruz" y se llama al barrio donde se halla "barrio de la Cruz", lo mismo que se titula Puerta de la Cruz a la de Valmardón o Mayoriano (4). El nombre de Cristo de la Luz es mucho más moderno, prevaleciendo sobre el anterior a partir del siglo XVII. 
Si repasamos los textos de los concilios visigodos, donde a veces -no siempre- se menciona a los prelados, vicarios o abades que los suscribieron, procedentes de otras diócesis o de la misma ciudad metropolitana, vemos que en el concilio XI, reunido el año 675, firman cinco abades o rectores de iglesias toledanas. Son éstos los de San Miguel, Santa Leocadia, San Cosme y San Damián, Santa Eulalia y cierto "Absalio, abad de la iglesia del monasterio de Santa Cruz"(5). No hay más datos que esta lacónica cita de tal templo; pero es evidente que hubo en Toledo una iglesia de tal advocación, antes de la conquista musulmana. 
Y no debe ser una simple casualidad que al consagrar para usos cristianos una mezquita, se la titule de la Cruz a ella y al barrio; y que se diga Cristo de la Cruz a su principal imagen, y que se propague la leyenda de la lamparilla encendida ante ésta durante 374 años. La explicación, a nuestro juicio, es que la luz ante el Crucificado, luz escondida e invisible para los musulmanes pero viva, es una alusión poética a la verdadera fe; a la luz de Evangelio que, desde un viejo templo visigodo de Santa Cruz pasó, tras de una ocupación musulmana, a una resurrección, hallazgo o "'inventio" en un nuevo edificio destinado de nuevo al culto cristiano. 
Por ello se le restituye sin dudarlo pj nombre anterior, nombre que recordarían --como en el caso de otras iglesias, que no tuvieron culto en época musulmana- los mozárabes toledanos (6). Y de cuya vieja iglesia pueden proceder, por cierto, los capiteles visigodos y los fustes que los sustentan, todavía en su función dentro de la mezquita.
Julio Porra. da Matao http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0019_05.pdf 

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