Revista Espiritualidad
BASES PARA UN NUEVO MUNDO Algunos dicen que las religiones y las enseñanzas espirituales se refieren despectivamente a la mujer. En realidad, no hay que responsabilizar por esa ignorancia a los grandes inspiradores de las religiones y de las enseñanzas. ¡Tengamos en cuenta cuántas manos deshonestas y ambiciosas manipularon esas enseñanzas durante milenios! Buda le otorgó a la mujer la más alta estima, y declaró que ella puede alcanzar, al igual que el hombre, los más elevados grados de iluminación, ya que en su interior también arde la llama espiritual. La naturaleza psíquica de la mujer es más sutil que la del hombre. Por esa razón, en el antiguo Egipto las grandes sacerdotisas de Isis eran las encargadas de transmitir las órdenes de la diosa a los Hierofantes, y nunca al revés. Si, por un lado, nuestra Iglesia Cristiana humilló a la mujer, a tal punto que en la ceremonia de casamiento el celebrante proclama que ella debe obedecer al marido, en el antiguo Egipto esa situación era totalmlente diferente: la esposa era la jefa de la familia. Podría decirse que ninguna revelación nos llegó sin distorsiones. En las traducciones de los teólogos han aparecido innumerables alteraciones. ¡Cuánta distorsión en los primeros trabajos de los Padres del Cristianismo! En realidad, cuanto más ahondemos en los orígenes de todas las Enseñanzas, más se aclaran su unidad y grandeza. No debemos, en nuestra ignorancia, acusar a los fundadores de las Enseñanzas, que por cierto conocían la gran Ley del Equilibrio de los Principios o Elementos. En los orígenes de la historia de la humanidad, la última y más elevada iniciación estaba ligada a esa iluminación y a ese conocimiento. el misterio, la visión de la belleza integral del ser, se revelaba a las almas mediante la luz superior. Incluso en el hinduismo ya deformado se conservaron algunas alusiones al significado del principio femenino. Hasta hoy, el bramán no puede realizar los rituales más sagrados sin la participación de su mujer. Cristo también destacó la igualdad de los elementos; sin embargo, los seguidores de sus discípulos no poseían conocimiento, y esa ignorancia aumentó, por así decirlo, en una progresión geométrica. También Zoroastro tenía la más alta consideración por el elemento femenino, en su doctrina pueden encontrarse notables referencias a la grandeza del amor cósmico. ¿Quién puede decir dónde comienzan y dónde terminan los derechos de la mujer - derechos que le fueron conferidos por la naturaleza? La misma cuestión podría plantearse con relación a los derechos del hombre. ¡En la naturaleza no hay ninguna indicación de que la mujer deba restringirse al hogar! En realidad ella es Madre y Guardiana del Mundo. Por eso, no existe ni un sector en la vida en donde el hombre pueda gobernar solo. Justamente esa dominación de un solo principio fue la que creó la edad de las tinieblas. La creatividad fue concedida por igual a ambos elementos. En el hombre hoy es más visible sólo porque la mujer fue privada de una igualdad de educación y no tuvo las mismas oportunidades. En los países más jóvenes, en desarrollo, pueden verse nuevas formas de expresión de la mujer. De manera que ya hay mujeres que ocupan cargos de ministra, de diplomática, de embajadora, de gobernadora, mujeres directoras de grandes empresas, pilotos, abogadas ganadoras de las causas más difíciles. Incluso la mayoría de los "chicos prodigio" se encuentran entre las niñas. Todos estos acontecimientos son presagios favorables para la próxima Era. La Madre del Universo ó del Cosmos manifestado puede concebirse como una de las figuras de la Sagrada Trinidad. En realidad, no existen religiones excepto el Cristianismo eclesiástico más reciente, en que el principio femenino no esté incluido entre los fundamentos de la existencia. Por esa razón, los gnósticos también consideran al Espíritu Santo un elemento femenino. En las Enseñanzas más antiguas, la Trinidad manifestada de Padre, Madre e Hijo era considerada una emanación de la causa suprema y eternamente oculta; y esta última, a su vez, una emanación de la causa sin causa... Sólo la profunda ignorancia de la Edad Media podría excluir el principio femenino de la estructura del ser como una totalidad. En realidad, en su origen ambos principios, el masculino y el femenino, se encuentran unidos; uno no puede existir sin el otro. Basado en el libro WOMAN, Agny Yoga Society, N.Y. Fuente: Boletín de SEÑALES No. 8/00 de Figueira