Batería Baja – Microficción

—Alza la vista— dijo él hombre con algunos kilos de más, —no veo nada, ¿de qué se trata?— preguntó el otro más enclenque, —ya lo verás, ahora sígueme— le contestó.

En lo alto de la Torre Latinoamericana una figura encapuchada escuchaba la conversación de los 2 sujetos que iban a su encuentro. Era una noche oscura, sin estrellas o luna que iluminaran la ciudad, unos pasos me avisaron que ya no estaba solo, —¿bien señores trajeron lo que pedí?— cuestioné, uno de ellos colocó la tarjeta de memoria sobre el mirador, la tomé e inserté en mis guantes inalámbricos, los datos comenzaron a descargarse sin problemas mientras tecleaba instrucciones en el aire, desplegando una pantalla holográfica, —listo, el satélite está en posición, el objetivo será desconectado en este momento— anuncié, mostrándoles la habitación de un hombre joven durmiendo sereno en su cama, un enter final selló el trabajo por el que me habían contratado, —el sujeto ha entrado en estado de coma, despertará cuando ustedes lo dispongan— dije.

—¿Recordará la información?— preguntó el obeso, —si, ya ha sido grabada en su memoria— respondí. El hombre delgado que había permanecido callado soltó de repente —¡¿qué acabas de hacer?!— gritándole a su acompañante, —pagar una fuerte suma para quitar de en medio a nuestro dolor de cabeza y poder tomar las riendas del corporativo— respondió con satisfacción, —¡yo no quiero tener nada que ver con esto!, ¡no puedes manipular a la gente como te venga en gana!, ¡es inhumano!, voy a…— 

El hombre delgado se desplomó en el piso, —el cargo adicional te será transferido a primera hora de la mañana— me confirmó el obeso, —¿alguien más al que desee bajarle la batería?— quise saber con una sonrisa en mi rostro, —no amigo mío, tal vez en un futuro cercano, todo depende de cómo fluyan las cosas de aquí en adelante— arguyó.

—Sólo tengo una pregunta, tu invento controla las mentes de individuos y masas de todo el mundo, realmente tienes el poder de apagar a cada humano del planeta a tu antojo y jugar con todos como si fuéramos piezas de tu tablero personal, ¿por qué no lo has hecho?— interrogó sorprendido, —¿quién dice que no lo he hecho?— repliqué, sembrándole la semilla de la duda y con ello, emprendí mi camino hacia los elevadores de la Torre.