Revista Opinión

Bayer, otro mal en el mundo

Publicado el 01 mayo 2019 por Carlosgu82

A lo largo de la historia, el hombre ha establecido sus mandatos con el fin de convivir con otros hombres conformando una sociedad. Parte de estos, son los mandatos morales. Pero, ¿qué es la moralidad?, o ¿qué es ser moral?; se encontrará un sinfín de definiciones, pero que en definitiva se complementan. Ahora, aquí, se adoptará la del filósofo griego Aristóteles, quién sostenía que la moral es una virtud, un hábito que se adquiere con la repetición de actos para elegir y hacer el bien. Considera, a su vez, que el hombre tiene capacidad moral cuando goza de libertad y razón. Por consiguiente, la ética, siendo el ejercicio de la moral, contempla aquello que ejerce.  Sin embargo, este escrito no pretende analizar al hombre, sino a una entidad empresarial; que al fin al cabo es un grupo de hombres organizados destinados a realizar un objetivo en común.  O se pretende que así sea.

A la hora de dar un ejemplo sobre una empresa ética puede platearse una situación difícil, es más simple nombrar a una sin ética y a partir de esta característica de seguro alguna pasa por la mente. En la mía, está Bayer, la dueña de la empresa productora de agroquímicos: Monsanto.

Bayer es más que la conocida marca de aspirina, es una potencia en el mercado farmacéutico. Al considerar su importancia, debería tenerse en cuenta también su responsabilidad  social y más sabiendo que sus productos inciden sobre la salud humana. Bayer ha acrecentado sus ventas a lo largo de su historia, igual que la cantidad de denuncias que hacen pensar qué tan ética puede llegar a ser; ya se lo ha mencionado, compró la empresa multinacional estadounidense, una que también tiene su presupuesto de denuncias y que por una de ellas, tras un juicio,  tuvo que indemnizar a Dewayne Johnson, un jardinero que estuvo expuesto a los efectos de  Roundup y Ranger Pro; pesticidas de la  compañía. Fue el primero en ganarle a la poderosa Monsanto, y por lo tanto a Bayer, que aún sostenía que el glifosato no causaba cáncer.  Por su parte, Johnson afirmaba que no tenía idea del daño que causaban los productos y que al saberlo no lo hubiera rociado en la escuela, cerca de tantas personas. Su abogado alega que su cliente no vivirá más allá del 2020 a causa del cáncer detonado por los pesticidas. Esta denuncia fue el primer paso para comprender el cinismo y la falta de ética de ambas empresas que ahora son una sola. Durante el juicio se  conocieron documentos de la empresa Monsanto nunca antes vistos, los mismos revelaron que la multinacional tenía conocimiento que sus productos causaban cáncer. Lo sabía Monsanto, y lo sabía Bayer; aun así, ante millones y millones de personas sostenían lo contrario.

Bayer no solo fue denunciada por los agroquímicos sino por medicamentos que se suponía que no tenían  graves reacciones secundarias. Uno de ellos es Xarelto, un coagulante sanguíneo que provocó hemorragias mortales a sus consumidores. Conjunto con la empresa Johnson & Johnson, Bayer pagó una suma sustanciosa en acuerdos extrajudiciales.

La historia de las denuncias contra Bayer no termina, en Australia, un grupo de mujeres denuncia a la empresa por los efectos adversos que provoca su anticonceptivo Essure. Algunas mujeres debieron extirparse el útero tras el uso del dispositivo, que también ocasiona un aumento de los niveles de níquel que terminan por afectar a otros órganos, regularidades en la menstruación, dolores abdominales y musculares; entre otros.

Otra denuncia importante fue realizada por The New York Times, que acusó a Bayer de vender a nuestro país vacunas infectadas con VIH durante la década del ’80. Tras una investigación periodística, afirma, el diario estadounidense, que ingresó al país un coagulante para hemofílicos con alto riesgo de contagio; mientras que a EE.UU y  países de Europa Central se les suministraba una droga más segura y eficaz.

Las denuncias contra Bayer recorren el mundo, pero sigue siendo una empresa productora internacional; como si ya se estuviera acostumbrando a vivir con el mal. No basta con preguntarse sino hacer, desde los distintos gobiernos y organizaciones mundiales, una barrera contra empresas que están destinadas a ver a los humanos como recursos y no como seres. Pero para ello, debería plantearse un modelo económico diferente al capitalismo, que desde sus inicios tiene como  Dios supremo al dinero; es decir, valora al ser humano por lo que tiene y no por lo que este representa.

En definitiva,  las palabras no bastan para acabar con los monstruos gigantes que quieren aplastarnos; pero: ¿hasta cuándo seremos prisioneros?; Eduardo Galeano sostiene en su ensayo Las venas Abiertas de América Latina que con el tiempo hemos perdido el derecho de llamarnos americanos, y que por ello, para el mundo, América es solo EE.UU; que a lo sumo habitamos en una América de segunda clase, de nebulosa identificación. Pero, acaso, esa nebulosa, a estas alturas, ¿no hace referencia ya al mundo entero?


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