Todo está oscuro, huele mucho a humo y ya no oigo los gritos de mi mamá llamándome. Estoy muy cansada y solo quiero dormir…
No se si han pasado días, semanas, meses, pero hace tiempo que no veo la luz del Sol, estoy encerrada y una mano parecida a la nuestra pero de piel clara, me acerca comida de vez en cuando, no puedo ver quien es.
No he vuelto a oir la voz de mi mamá ni las risas de mis hermanos corriendo por el bosque y saltando de árbol en árbol. Mi mamá me contaba
“Bayi, este es nuestro bosque, es nuestro hogar, aquí han vivido tus padres, los padres de tus padres y sus padres también, y aquí vivirán tus hijos toda su vida”
Y así viví mis felices primeros años, nunca nos faltó alimento ni juego, pero un día me alejé demasiado con mis hermanos y lo vimos. Vimos que nuestro bosque se acababa, que unas máquinas de hierro tiraban nuestros árboles y quemaban nuestro suelo y unos hombres las manejaban. No eran como nosotros, su piel era clara y no tenían nuestro hermoso pelaje naranja. Ya los habíamos visto antes, pero de piel más oscura, mamá nos dijo que no nos preocupáramos, que ellos también vivían aquí, en su poblado, que también era su tierra y que la protegían, pero estos eran distintos… Nos fuimos corriendo muy asustados cuando apareció nuestro padre, los hombres mayores de mi familia recorren muchos kilómetros de bosque al día, por eso no solíamos verle a menudo. Nos confirmó lo que habíamos visto, llevaba días investigando sobre esto, nos dijo que se llevaban nuestros árboles y plantaban algo en su lugar y que otras familias venían hacia aquí porque se habían quedado sin hogar, incluso algunos habían muerto por esas máquinas y el fuego. Mamá nos calmó, decía que ni ellos ni la gente del poblado dejarían que llegaran hasta aquí. Pero una mañana, vi a la gente corriendo, escapaban del fuego que quemaba sus casa, sus campos y nuestro bosque, alquien se llevó en brazos a alguno de mis hermanos sacándolo de las llamas, pero yo me quedé con mamá, hasta que una mano blanca me atrapó y solo la escuché gritar
“Bayi, Bayi, coooorreeee!”
Por fín se abre una puerta y veo la luz que me ciega, me llevan en una jaula hasta un edificio que pone “zoológico” en la entrada, allí me dejan en una gran vitrina de cristal con un cartel que dice “orangutanes”.
En el idioma de mi región la palabra orangután significa “hombre del bosque”, y Bayi como me llamaba mi mamá significa “bebé”, pero ya no soy un bebé, y estas y otras cosas he aprendido en 8 años de encierro en el zoo. He aprendido que ni a mí, ni a mis compañeros nos gusta vivir encerrados, que queremos volver con nuestras familias al bosque y que eso no será posible porque lo han destruido, solo queda un pequeño trozo donde los últimos de nuestra especie intentan no desaparecer para siempre.
Todas estas cosas las escucho cada día a mis cuidadores, se las explican a las excursiones de niños que vienen por aquí, niños como yo pero libres. Les explican que somos casi hermanos, un 96% iguales por dentro, que nuestros árboles se los llevan para hacer muebles y en su terreno plantan palma, de donde sacan un aceite muy barato y muy malo que las grandes empresas usan para fabricar los dulces y comida que más le gustan a los niños y los champús y cremas que compran sus padres y así, estas empresas se van haciendo ricas a costa de nuestro hogar y nuestras vidas.
Ahora, ya solo puedo vivir con la pena de saber que jamás saldré de aquí, que jamás volveré a ver a mi mamá, que aquí moriré de tristeza, pero me iré con esperanza porque de todos esos niños que pasan por aquí, he conocido a alguien muy especial a quien he conseguido transmitir este mensaje
“Aquí no somos felices, si seguís viniendo capturarán y separarán de sus familias a más de nosotros, todo el mundo y todos los seres tenemos derecho a vivir en paz y en libertad y por favor…cuenta mi historia”.
Llevo años contando la historia de Bayi, esperando que algún día todo el mundo la conozca y sepa que si queremos salvar a los orangutanes de su completa extinción tenemos que salvar su hogar y para ello empieza por hacer esto:
-No compres muebles hechos con madera tropical.
-No compres marcas que emplean aceite de palma como Colgate, Kellogs, Pantene, Dove, Mars, Nestlé, Pepsi, Matutano, Nutella, Ferrero, Danone y muchas más.
-No comas en restaurantes que frien tu comida en aceite de palma como Mc Donalds y Burguer King.
-Da a conocer esta historia a tus familiares y amigos.