Vuelvo a los Siete Reinos y lo hago para pasar una buena temporadita allí. ¡Qué remedio! 1.236 páginas no se leen así como así. Llevo toda la semana recorriendo su geografía y compartiendo peripecias con unos protagonistas que nunca dejan de sorprenderme. Como este principio que vuelve a meterte el frío bien dentro:BBF#95
El camino es largo pero llegaremos a puerto. Aunque tenga que emplear otra semana en tamaño desafío. Nos seguimos leyendo.
El día era gris; hacía un frío glacial, y los perros se negaban a seguir el rastro.
La enorme perra negra había olfateado una vez las huellas del oso, había retrocedido y había trotado de vuelta a la jauría con el rabo entre las patas. Los perros se apiñaban en la ribera del río con gesto triste mientras el viento los sacudía. El propio Chett notaba cómo el viento le atravesaba varias capas de lana negra y cuero endurecido. Hacía demasiado frío, tanto para los hombres como para las bestias, pero allí estaban. Torció la boca y casi pudo notar cómo enrojecían de rabia los forúnculos que le cubrían las mejillas y el cuello (“Tormenta de espadas”, George R. R. Martin)
