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En 1316, edificó un nuevo convento e iglesia, de donde fue nombrado Guardián, para repetir en el cargo en 1318. Para este convento organizó, con una herencia que le dejó su padre, la primera biblioteca franciscana que se conoce. Fue un gran predicador itinerante en la zona de la Umbría, destacando por su palabra encendida y su gran caridad con los pobres, mendigos y por su misericordia con los pecadores a la par que era severo con el pecado. Vestía un sayal muy pobre, se sometía a duras penitencias y dormía poco, para tener más tiempo para la oración y la predicación.
Fue devotísimo de la Pasión de Cristo, de la Santísima Virgen y de las almas del Purgatorio, a quienes se encomendaba frecuentemente. Era muy fervoroso celebrando la santa misa, y lo hacía con tanta veneración que una ocasión, habiendo ya consagrado, cayó un escorpión en el cáliz y no atreviéndose a arrojar la Sangre del Señor, la bebió con normalidad y continuó celebrando la Eucaristía, encomendándose a Dios. Al terminar la misa, el escorpión salió tranquilamente de la boca. En 1322, Dios le reveló que moriría el 22 de abril del mismo año, y así lo dijo a sus hermanos. Así sucedió, ese día, con 61 años, entró en la gloria, luego de 45 años de franciscano. En 1775 el papa Pío VI confirmó el culto que se le tributaba en torno a su sepultura y reliquias. Estas actualmente se veneran en la iglesia de Santa Catalina de Fabriano, adonde fueron trasladadas.