Revista Cultura y Ocio

'Beber para contarla' de varios autores

Por Goizeder Lamariano Martín

Beber para contarla, de varios autores

Título: Beber para contarla

Autor: Varios autores

Editorial: La otra orilla

Año de publicación: 2009

Páginas: 255

ISBN: 9788492451524

Aunque mi chico compró Beber para contarla hace ya un año, todavía no lo había leído. Y pensé que no iba a encontrar mejor ocasión que durante el viaje a Irlanda que hemos hecho entre el 9 y el 13 de abril. Así que metí el libro en la maleta y lo leí en el avión entre Madrid y Dublín, en el tren entre Dublín y Belfast, en el autobús entre Belfast y Colerine y en el tren entre Dublín y Howth.

¿Y qué tiene que ver este libro con Irlanda?, os estaréis preguntando. Pues muy sencillo. Beber para contarla es una antología de relatos de escritores irlandeses seleccionados por Peter Haining. Por la gracia, de James Joyce; Ding-dong, de Samuel Beckett; La historia de Christy Mahon, de J.M. Synge; Sed, de Flann O´Brien; El zahorí, de Brian Friel; El día de San Patricio por la mañana, de Robert J. Martin; La despedida de soltera, de Eamonn Sweeney; El primer bar de solteros, de Malachy McCourt; Los forúnculos de Thomas Gully, de Patrick McCabe; El pedregoso camino a Dublín, de Shane McGowan; La geografía de un juramento irlandés, de William Carleton, y De visita, de Bernard MacLaverty son los doce relatos que componen esta antología.

Doce relatos que, como habéis visto, pertenecen a escritores y épocas muy diferentes. Y eso es precisamente lo que más me ha gustado de este libro. La variedad de estilos, de historias y, sobre todo, de personajes. Pero, aunque a simple vista los protagonistas de estos doce relatos son muy diferentes entre sí, todos ellos tienen algo en común. La cultura irlandesa de la bebida, su pasión por reunirse con los amigos en un pub para beber y charlar, su adicción a la buena conversación y a la risa deshinibida. Y por si hubiera alguna duda, el propio Peter Haining lo deja muy claro en la sinopsis del libro. “Recuerdo que la viuda de W.B. Yeats insistía en que los poetas escriben mejor cuando van achispados. Brendan Behan, posiblemente el más famoso de los bebedores literarios que ha dado Irlanda, ese bebedor que tenía un problema con la escritura, según se le describió, acuñó una frase con la que explicaba toda esta experiencia: Comer es todo un logro; emborracharse, una victoria”. A lo largo de las 255 páginas de esta antología de relatos encontramos de todo, y todo bueno. Una mujer y unos amigos que intentan, a través de la religión, que el protagonista supere su adicción al alcohol. Un lascivo e indolente joven que, en un pub, es asaltado por una extraña mujer que vende localidades en el cielo. Un adolescente que se refugia en una taberna huyendo de la policía tras haber matado a su padre. Un camarero que relata a sus clientes sus recuerdos como soldado en la Primera Guerra Mundial en Mesopotamia. Una mujer a la que se le han muerto sus dos maridos en extrañas circunstancias. Cómo sus amigos salvan a un joven rico de la ruina, del exilio y de las garras de la justicia. Una despedida de soltera en un pub de Dublín con un final sorprendente, inesperado y, por encima de todo, violento. La historia del primer bar de solteros de Nueva York. Los complejos de un viejo soltero rico pero solo e infeliz por culpa de los granos de su cara. Un pequeño fragmento de las memorias del anárquico rockero y punkie Shane MacGowan. El peculiar juramento de un desconsolado viudo para dejar la bebida. Los últimos momentos en el hospital de un enfermo terminal de cáncer que ni siquiera estando tan cerca de la muerte se resiste a abandonar su pasión por el whiskey. Tras haber disfrutado de cinco días en Irlanda, ahora sé que no me he equivocado. Ni de destino, ni de lectura. Porque tanto la isla esmeralda como sus historias me han fascinado, me han entusiasmado y me han encantado. Estoy deseando volver a Irlanda. Me he enamorado de esa isla. De Dublín, de la Calzada del Gigante en Irlanda del Norte y de los acantilados de Howth, el escenario que dio título a la novela de David Pérez Vega.

Para terminar os dejo algunas fotos del viaje. Espero que os gusten.

Beber para contarla, de varios autores

Trinity College.

Beber para contarla, de varios autores

Cruzando Ha`penny Bridge.

 

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Ha`penny Bridge.

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Fachada lateral de la iglesia de Howth.

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Placa en la casa de Yeats en el sendero que asciende a los acantilados de Howth.




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O`Connnell Bridge sobre el río Liffey.



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El patio del Castillo de Dublín.



Beber para contarla, de varios autores

Uno de los salones del Castillo de Dublín.

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Otro salón del Castillo de Dublín.

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Salón principal del Castillo de Dublín.

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Mercadillo de libros en Temple Bar.

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El pub Temple Bar que da nombre a una de las calles más famosas de Dublín.

Beber para contarla, de varios autores

Vista de la calle Temple Bar.

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Uno de los pequeños lagos del parque Sant Stephen`s Green.

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Mirador en Sant Stephen`s Green.

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Pablo con la mítica Molly Malone.

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Como no se podían hacer fotos dentro, tuvimos que conformarnos con hacerle al cartel de The Church, un restaurante construido dentro de una antigua iglesia.

Beber para contarla, de varios autores

La Calzada del Gigante, en Irlanda del Norte.

Beber para contarla, de varios autores

Las impresionantes columnas hexagonales de basalto de Giant`s Causeway.

Beber para contarla, de varios autores

Casi nos caemos para llegar hasta allí, pero mereció la pena.

Beber para contarla, de varios autores

La Calzada del Gigante está formada por unas 40.000 columnas.

Beber para contarla, de varios autores

Hacía muchísimo viento.

Beber para contarla, de varios autores

La isla Ireland`s Eye vista desde Howth.

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Uno de los dos faros de Howth.

Beber para contarla, de varios autores

Vista del faro al que viajan los protagonistas de la novela de David Pérez Vega Acantilados de Howth.



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El viento y la lluvia nos impidieron acercarnos más al faro.

 

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Fachada principal de la iglesia de Howth.



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No podía faltar la estatua de James Joyce situada en la esquina entre North Earl Street y O`Connell Street.

 

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Iglesia de los jesuitas situada en Gardiner Street que aparece en uno de los relatos y que, casualidades de la vida, estaba justo enfrente de nuestro hostal y podíamos verla desde la ventana de nuestra habitación.


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