Es muy normal ver a bebés bien pequeñitos con los zapatos puestos. Muchos de ellos intentan quitárselos y algunas veces lo consiguen porque parece que se sienten incómodos con ellos, sin embargo los adultos se los volvemos a poner.
Si además se trata de un bebé que ya está empezando a dar sus primeros pasos es habitual verlo con unos zapatos reforzados en el talón y en el tobillo que son los que siempre recomiendan para “los primeros pasos” o al menos es lo que recomendaban hasta hace poco.
Mientras mis hijas fueron bebés normalmente iban sin calzado, porque a ellas no les gustaba y a mi no me parecía necesario en absoluto poner zapatos en unos pies tan tiernos y blanditos sólo por una razón estética.
Cuando empezaron a andar evidentemente tenían que ir calzadas fuera de casa, pero en cuanto entraban en casa lo primero que hacían (y siguen haciendo) era descalzarse.
Los niños adoran ir descalzos ¿por qué será?
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A mi no me parecía un problema, porque a mi también me gusta mucho andar descalza y de hecho mi sentido común me decía que lo normal debería ser aprender a andar con el pie desnudo y andar descalzo el mayor tiempo posible porque no creo que la biología tuviera previstos esos zapatos reforzados en el talón para una buena salud.
Sin embargo, las luchas para que los niños se calcen son muy habituales en los hogares con niños, así que he preguntado a los expertos para que nos aclaren más el tema.
Lorena Gutiérrez, fisioterapeuta y creadora de la web fisiobym comenta “El uso de zapatos es algo cultural. Supongo que el motivo principal es la higiene, la necesidad de abrigo y protección. Pero esta idea se ha trasladado a momentos y situaciones en las que el calzado no sería necesario, como es el caso de los bebés.
Un bebé que aún no camina necesita primero descubrir sus pies, cogerlos, mirarlos, incluso llevarlos a la boca (que le da más información que el sentido de la vista). Si ponemos zapatos en este momento, podemos interferir en este descubrimiento.”
Por su parte José Luis García fisioterapeuta en el centro Aúpale opina que “Hoy en día usamos zapatos porque nos los ponen al nacer, y si no, un par de días después. En su día se empezó a usar calzado simple (tipo sandalia) y abierto para proteger sobre todo del frío, ya que de las irregularidades del terreno se encargaba la piel curtida de la planta del pie. Actualmente existen muchas culturas que no utilizan ningún tipo de calzado. Y si lo utilizan es muy simple y abierto.”
Tal y como pensaba, el uso del calzado es más estético que otra cosa y en lugar de ayudar, dificulta que el bebé aprenda cosas a través de sus pies y desarrolle correctamente su fisiología “En los primeros meses de desarrollo del bebé, se están dibujando una serie de circuito neuronales, que serán la base para aprendizajes futuros. Mientras menos obstáculos pongamos a estos descubrimientos, mejor. En nuestro libro “Bebés en Movimiento: Acompañamiento del Desarrollo Psicomotor, Sensorial y Postural de tu Bebé” explicamos cómo acompañar este desarrollo, sin interferir en las necesidades innatas del bebé. Poner zapatos demasiado pronto o utilizar el tacatá son dos ejemplos de interferencias que no hacen ningún favor al bebé“ comenta Lorena Guitérrez.
Pero es que además, obligar a calzarse a un niño es contraproducente “no hay que obligara los niños a calzarse en casa, y tampoco habría que hacerlo en la calle, pero ese es un problema del adulto, el bebé no tiene ningún problema. La planta del pie está adaptada para sentir el terreno; la rugosidad, dureza, desnivel y la presencia de objetos potencialmente peligrosos. Eso se llama propiocepción y activa los reflejos incrementando la fuerza, la elasticidad y la estabilidad. Los zapatos limitan la propiocepción.” afirma José Luis García.
Y cuando hablamos de los primeros años del niño, parece muy importante tener en cuenta que cuanto más tiempo estén descalzos, mucho mejor van a desarrollar sus pies “el calzado moderno disminuye la flexibilidad y fuerza muscular del pie, se reduce el ancho del pie, la longitud del arco plantar y el movimiento de los dedos. Los bebés que están aprendiendo a caminar, deberían estar descalzos o con un calzado tan sencillo, abierto, plano y flexible que sea lo más parecido a estar descalzo.” comenta José Luis García.
Y no sólo eso, lo que hagamos durante los primeros años del niño puede tener consecuencias durante toda su vida “Las sensaciones de la planta planta del pie, la correcta pisada, la movilidad de la articulación del tobillo y otras articulaciones del pie, tiene mucho que ver con una adecuada postura. A veces, problemas de espalda del adulto (no sólo de la columna lumbar, sino incluso cervical) pueden tener su origen en una mala pisada. Por eso no es recomendable limitar la movilidad de una parte tan importante del cuerpo.” explica Lorena Gutiérrez.
Muchos de los adultos ni somos conscientes de cómo se han deformado nuestros pies para adaptarse al calzado. José Luis me ha enviado esta imagen que es muy llamativa: a la izquierda están los pies de un adulto acostumbrado a llevar zapatos modernos y a la derecha podemos ver los pies de alguien acostumbrado a andar descalzo (incluso para salir a correr):
No sé qué pensarás al respecto pero ¿no tiene mucho más sentido respetar nuestra fisiología natural en lugar de forzarnos para “encajar” en algo que nos perjudica? Porque lo que ocurre en los pies, se traduce en problemas de mucho tipo: dolor de espalda, problemas en las articulaciones, etc.