En los últimos años hemos visto una proliferación de la oferta de bebidas energéticas. Aunque puedan estar diseñadas y dirigidas a una clientela adulta, las fórmula publicitarias con referencias constantes en espectáculos y ámbitos deportivos resultan también dirigidas a los más jóvenes y adolescentes.
Las marcas son bien conocidas al patrocinar equipos de élites deportivas de gran impacto como las carreras automovilísticas de Formula 1 y otros. Sin descender a las ubicuas colas, cuyo contenido en aminas bioactivas como la cafeína las hacen ya indeseables para los niños, las nuevas bebidas energéticas no se presentan como refrescos sino que publicitan sus efectos psicoactivos sin ambages. Se afirma que pueden aumentar la atención, el rendimiento y el tiempo de reacción.
Pero obvian los más que conocidos efectos secundarios. El contenido en azúcar en una lata puede alcanzar los 75 gramos de sacarosa y la cafeína los 80-90 miligramos, equivalente a tres cafés expresso como los que comúnmente se ofrecen en bares y cafeterias.
Sacarosa y cafeína no son malas cosas, pero como cualquier otro producto químico, sus efectos varían con la dosis. Y la respuesta también es diferente según las personas, su peso y complexión y capacidades metabólicas.
En cualquier caso, los efectos secundarios que reconoce la literatura médica incluyen:
1. Paro cardíaco,
2. Dolores de cabeza y migrañas,
3. Aumento de la ansiedad,
4. Insomnio,
5. Interacción con otros medicamentos,
6. Diabetes de tipo 2,
7. Adicción,
8. Comportamientos de riesgo,
9. Nerviosismo,
10. Vómitos,
11. Reacciones alérgicas,
12. Hipertensión arterial,
13. Sobredosis de Niacina (Vitamina B3) Enrojecimiento de la piel, mareos, frecuencia cardíaca rápida, vómitos, picores o diarrea.
14. Liberación de hormonas del estrés,
15. Problemas de salud mental, agresión y fatiga
Los detalles sobre cada síntoma son fáciles de encontrar en la Internet.
A ello se suman otros componentes como guaraná, taurina y sales diversas cuyos efectos en conjunto no han sido estudiados con suficiente amplitud. Y, evidentemente, la falta de controles y la común inconsciencia de muchos adolescentes puede llevar a consumos exagerados en busca de un estímulo no obtenido por otras vías.
En todo caso, pues, desaconsejables. En la evaluación de adolescentes por cualquiera de los síntomas relacionables con substancias estimulantes o en ausencia de otra explicación plausible, incluir en la encuesta preguntas sobre el consumo de bebidas energéticas debe ser mandatoria. La prevención de su uso debe formar parte de la educación escolar formal en temas de salud a partir de los niveles de ESO en todos los centros de enseñanza.
X. Allué (Editor)