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Revista Cine
Curiosa película - por el tema que trata - que trata de reivindicar la dignidad de los enfermos mentales. La historia transcurre en el siglo XVIII, en el que los internos en Bedlam son exhibidos a los visitantes por su siniestro director prácticamente como atracciones de feria, una práctica muy llamativa en plena Edad de la razón. La película está realizada con pocos medios y se nota cierta pobreza en sus escenarios, apostándolo todo al tenebroso manicomio y al retrato de sus habitantes, que resultan estar mucho más cuerdos en ciertos aspectos que su director. También intenta sacar partido a la presencia de Boris Karloff que no destaca excesivamente en su papel. La trama pronto derivará a la injusticia cometida contra una mujer que se gana la vida como acompañante de un aristócrata bonachón que, por una serie de circunstancias, acabará ingresada en el manicomio. Bedlam, hospital psiquiátrico, como leve película de denuncia intenta establecer continuamente contrastes entre la vida de lujo de los ricos y la miseria de los enfermos, pero tampoco consigue del todo ese objetivo. Una película que se deja ver por la curiosidad que despierta, pero cuyo resultado final es bastante decepcionante, sobre todo teniendo a un gran director como Mark Robson detrás de las cámaras.