Revista Cine
Porque se ha oído hablar muy poco de "Beginners (Principiantes)" (Mike Mills, 2010-2011), porque la única aparición que ha tenido en los grandes galardones ha sido la de Christopher Plummer como Mejor Actor Secundario (se hizo con el Globo de Oro en esta categoría, y espera ganar el Oscar), y porque, incomprensiblemente, nadie la considera entre las mejores películas del año. Normal, entre otras cosas, por el nivel de películas como "The Artist", "Hugo", "El Árbol de la Vida" o "Driver", lógicamente, muy superiores a "Beginners". Pero se nos cae el cielo encima cuando vemos la lista AFI Movies Of The Year, y comprobamos que junto con las obras de Malick, Eastwood, Scorsese o Fincher, figuran la sobrevalorada "Los descendientes" (Alexander Payne) y la esperpéntica "La boda de mi mejor amiga" (Paul Feig). Definitivamente, la tercera película de Mills ("Paperboys" de 2001 y "Thumbsucker" de 2005) ha pasado completamente desapercibida, ha sido la gran ignorada del año, tanto en la crítica como en el reconocimiento de los grandes galardones.
Protagonizada por un consagradísimo Ewan McGregor, encarnando al dibujante Oliver, hace uno de sus mejores papeles (lejos ya de caracterizar a Mark Renton, Obi-Wan Kenobi o Edward Bloom), nos ofrece su interpretación más madura, seria, apesadumbrada y melancólica. Sabe regalar unos pocos momentos de alegría, casi siempre debido al personaje de Mélanie Laurent (Anna), para mostrarse en tonos grises y apagados el resto del film, ya sea por su aparentemente irreversible estado de soledad, por la pérdida de su padre o por la rememorada y extraña vida infantil contemplando la falta de afectuosidad entre su padre (homosexual reprimido) y su madre (una original y curiosa mujer que no respeta ninguna imposición).
Y es que, efectivamente, es una película de corte melancólico y sutil, que compagina a la perfección un guión cuidado, ágil a pesar de todo, y nada acostumbrado, con unas interpretaciones que caracterizan magistralmente los problemas, ausencias y estados de ánimo que sufren los personajes. Por un lado, contamos con la mejor interpretación hasta la fecha del venerable Christopher Plummer (a quien pudimos ver recientemente en "El Imaginario del Dr. Parnassus", "Millennium" o "La última estación"), actor veterano y mal reconocido en lo que a premios se refiere, aunque, es prácticamente seguro que ganará el Oscar a Mejor Actor Secundario a finales de este mes. El personaje que encarna Plummer (Hal) es el más curioso, un experto en arte que, tras la muerte de su mujer, y pocos años antes de morir él, le confiesa a su único hijo (McGregor) que es homosexual. A partir de esta sorprendente declaración comenzará con un viaje, tanto interior como social, para recuperar el tiempo perdido, adentrándose en de lleno en el ambiente gay, buscando amistades que compartan sus inquietudes así como una pareja estable. Este personaje representa las ganas de vivir, a pesar de ser anciano y acabar de perder a su esposa (a quién amaba a pesar de ser homosexual), así como reencontrarse a sí mismo y explorar una vida que le pertenece y que siempre mantuvo en silencio. Representa las ganas de vivir como él mismo, aprovechando hasta el más corto período de tiempo que le quede, después de haber llevado una vida reprimida y conformista. Cierra el elenco, la francesa Mélanie Laurent, a quien pudimos ver en "Malditos Bastardos" (Quentin Tarantino, 2008) y en una retahíla de películas francesas. Laurent representa el miedo a dejar de ser libre, la libertad viciada y mal encaminada, que acaba por conducir a la soledad más absoluta, fruto de esa libertad que no entiende de permanencia ni compromiso y que acaba por estancarse en "habitaciones vacías". Se nos presentan en la película unos personajes que, curiosamente, el más vital y alegre es aquél que está enfermo, frente a dos jóvenes que están a punto de enamorarse pero que se aferran a sus traumas pasados (el fracaso anterior, por un lado, y el miedo a la pérdida de la libertad y a la soledad, por otro). No podemos dejar de hablar del perro de la película (Uggie, actor perruno del año junto con Cosmo, de "The Artist"), quien habla por medio de subtítulos, manteniendo cortas conversaciones con los personajes y dando un toque más innovador y conmovedor a la película.
La película alterna mucho, y muy bien, entre la exposición de fotografías con un cariz meramente explicativo con el que busca ubicar no sólo espacio y tiempo, si no ideologías políticas y costumbres sociales predominantes, así como los tabúes sexuales que cada una conlleva. Todo ello, sin crear un ambiente de recriminación ni exaltación del orgullo gay, hecho que engrandece a la película y sus intenciones, ya que se mantiene en un diálogo plural y respetuoso, en el que habla de personas y no de homosexuales o heterosexuales (bien representado en el apoyo del personaje de McGregor hacia su padre y los amigos de éste), mostrando el lado más humano (ni gay, ni hetero, humano) e interior de los personajes.
Es una película muy original e interna, melancólica pero con un tono más bien optimista, con una banda sonora emotiva y nostálgica, y una fotografía en tonos claros y fríos, se apoya en el uso de flashbacks para mostrarnos la infancia de Oliver (nada traumática ni infeliz), así como la personalidad de su madre y su trato con Hal. Es una película completamente recomendable e infravalorada, quizás difícil de ver si se tienen reticencias con el tema de la homosexualidad, pero para nada centrada en este tema, sino en el amor en general (sobretodo entre Oliver y Anna). Hal representa, indistintamente de su orientación sexual, las ganas de vivir, mayores, en muchos detalles, que los personajes más jóvenes. En conclusión, es un film melancólico y sutil, bien escrito y caracterizado y con un contenido bastante profundo.