Revista Cine
C
“una de las películas más importantes de la era moderna”(Susan Sontag)
Si hay una verdad cierta y que universalmente debería ser aceptada, es que, a lo largo de toda su vida, no van a ver ustedes nada igual a "Begotten".
Experiencia traumática e hipnótica, más cercana a la experimentación de una performance primigenia, este delirio digno de un proceso febril cuasi mortal, es la película más demoledora, bizarra, enigmática y brutal que se ha realizado jamás.
La película comienza con una pantalla en negro que es fugazmente mancillada por un coletazo de raya blanquecina, como si el fotograma estuviese dañado o deteriorado en ese punto. Eso es exactamente "Begotten", la rasgadura entre la cordura y la demencia, entre lo divino y lo terrenal, la abertura (como una cicatriz en una obra de Charles Burns) que escinde nuestra realidad y por la que adentrarse en un mundo de caos que nos es familiar puesto que es el que nos precedió hace milenios.
"Begotten" es un virus que infecta la esencia misma del cine, muta dentro de él y se erige, renacido, majestuoso, como un caso único, excepcional, de confabulación de artes (plásticas y visuales).
Es imposible hablar/leer de esta película sin haberla visto. Imposible porque hasta que no se ve, hasta que no se sufre, uno no es consciente de la verdad primera que rige el Universo y, por ende, las religiones (desde el paganismo hasta el cristianismo pueden verse reflejadas aquí) que mueven los hilos de marioneta de nuestras vidas. Porque, mis queridos amigos, lo que aquí les muestra Edmund Elias Merhige ( autor de las interesantes, aunque muy diferentes, "La sombra del vampiro" y "Suspect Zero") es un viaje al pasado, a través de su "Cronovisor" particular hecho de acetato en descomposición, al instante mismo de la "Creación de la vida" (y su destrucción) por medio de un dios (pagano posiblemente) que no duda en sacrificarse para ello.
No hay diálogo en todo el filme. Tampoco es necesario, ya que las escenas de dolor, de sufrimiento cuasi martírico tan ansiado por beatificados y Santos, hablan por sí solas y te martillean en el cerebro gritando, en todo momento, con un grito de esos que no se oyen pero se sienten, su gran blasfemia (cuya banda sonora es el aleteo de las moscas que sobrevuelan alrededor de la carne putrefacta).
Cuando uno acaba de ver esas incómodas (y no ya sólo por ese blanco y negro sobreexpuesto, revertido y refotografiado, con un granulado que persiste en tu retina posteriormente durante horas) imágenes del dios en cuestión suicidándose, eviscerándose y desmembrándose, con cuya sangre una mujer, "Madre Tierra", será fecundada y gestará en su interior a "Hijo Tierra", no puede sino preguntarse cómo ha podido sobrevivir a todo eso y cómo es posible que haya aguantado todo el tiempo sin tan siquiera pestañear para, finalmente, no enterarse de mucho (cosa que no importa porque uno acaba avergonzadamente fascinado).
Viendo "Begotten", uno puede entender a la perfección lo que sienten los enfermos de Sinestesia, ya que los sentidos se confunden entre sí en la que para mí es la más curiosa ópera prima que he tenido ocasión de ver (comparada por muchos con "Eraserhead" de David Lynch). Todo se entremezcla, trasciende de su cometido original y se distorsiona en una sinrazón hipnótica que aúna reinterpretaciones del martirio y crucifixión de Jesucristo, con la Inmaculada Concepción, con rituales tribales primitivos, con estética de documental etnográfico de principios del Siglo XX de esos que grababan las costumbres de pueblos perdidos del mundo... Y que, aún así, es diferente a todo eso.
Imagine usted, amable lector, que sufre un proceso febril de 41º, que entonces viene alguien borroso, con cara de test de Rorschach, le sujeta fuertemente e introduce una mano por su boca, agarrándole por dentro, estirando y dándole la vuelta del revés, como a un jersey, dejando todo su interior por fuera y nos obliga a mirar desde dentro cómo golpea nuestro estómago en repetidas ocasiones, pisándolo con fuerza. Cuando ese ser se cansa, deshace toda la operación y nos vuelve a nuestro estado normal.
Eso, más o menos, es ver "Begotten".
Dice Margherite, lo ha afirmado en más de una ocasión, que la inspiración para esta obra le sobrevino, sin previo aviso, como una alucinación, en su grave convalecencia tras un accidente de coche que lo tuvo al borde de la muerte.
Sólo así, podremos entender ese halo malsano que impregna el film.
Sólo acercándonos a la Muerte, encontraremos la Creación de la Vida.
Y, créanme, no es agradable.
¿Están preparados para hacerlo?.c
Esta reseña apareció por primera vez en Therapyofterror, concretamente AQUÍ.
publicado el 21 enero a las 08:01
http://www.youtube.com/watch?v=455ohZRdbY8