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Las escritoras místicas como son conocidas, inauguraron una época de libertad en la que su relación con Dios era motivo de admiración. Dentro del ámbito espiritual se vivían transformaciones; mujeres con diversas practicas espirituales forjaron los primeros movimientos de renovación espiritual. Ellas buscaron formas de vida no disímiles entre sus prácticas espirituales y su distancia frente a las estructuras eclesiásticas. Hacia finales del siglo XIII, esta gran transformación comenzaría a suscitar inquietud y sospecha entre las autoridades de la Iglesia. Las Beguinas como fueron conocidas: solas primero, en grupos y formando comunidades después, fuera de los claustros, sin regla ni votos, contemplativas y activas, escaparán a cualquier clasificación establecida por los cánones religiosos de la época. (Tabuyo, 1999)
Los movimientos de renovación espiritual, como fueron conocidos, produjeron una ruptura con el orden establecido por la Iglesia. La experiencia de espiritualidad vivida por mujeres planteaba la total autonomía de las estructuras eclesiásticas y el distanciamiento con dos de las ideas fundantes de la iglesia medieval: el claustro y la mediación.
Beguinas, escritoras místicas y ginecotopias literarias
Las Beguinas nacen a finales del siglo XII en Europa. En cuyo seno encontramos mujeres con el deseo de llevar una vida espiritual intensa pero no claustral, como estaba socialmente establecido, sino plenamente insertadas en ciudades que para ese entonces emergían. La experiencia beguinal no reivindicaba la autoridad de ningún fundador, y tampoco pedía autorización a Roma para su conformación.
El movimiento Beguinal se caracterizó entre otras cosas por el desarrollo de una escritura mística y auténtica que marcaría a mujeres en épocas posteriores. Además, su experiencia espiritual se convirtió en la base de prácticas espirituales renovadoras en las que Dios se convertía en una presencia cercana, que solo era posible definir como Amor.
Las Beguinas tuvieron como principio contar un espacio físico en que sólo habitaban mujeres. Un espacio compartido al margen del sistema de parentesco patriarcal, que no era claustral manteniendo una apertura a la realidad social. Se conoce que entre las prácticas espirituales de las beguinas estuvo el acompañamiento en el tránsito de muerte, consejos espirituales, cuidado de enfermas y maestras.
Uno de los rasgos característicos de la espiritualidad beguina, fue la búsqueda de la unión con Dios, una relación exclusiva con la divinidad, fuera de toda intermediación, ceremonia litúrgica o mediación humana. Las Beguinas cuestionaron la intermediación no acogiéndose al claustro y estableciendo una relación con Dios no mediada por los clérigos. Podemos decir que, estas comunidades de mujeres representan una de las experiencias de vida femenina más libres de la historia, laicas y con una vida espiritual rica, vivieron con total independencia del control masculino, familiar y/o eclesiástico.
Su casa inmersa en el tejido social de la época permitió la interacción constante, ofreciendo tanto sus interpretaciones y lecturas de Dios como sus renovadoras ideas de la vivencia de la fe y de la relación con la divinidad por medio de sus escritos.
Muchas de ellas asesinadas en la cacería de brujas constituyen ejemplos para escritoras posteriores; este es el caso de Margarita Porete, la autora del Espejo de las Almas Simples, quemada en la hoguera en París en la Place de Grève el 1 de junio de 1310, quien fue de vital importancia, pues marcó un momento de la vida espiritual que es necesario para entender todo lo que surgirá después. Expresión de una mística autentica centrada en la relación personal con lo divino la condujo al fuego. La hoguera donde ardió Margarita y su maravilloso libro hacían parte de una gran transformación que vivía occidente; mujeres creaban nuevas formas e ideales de espiritualidad, inéditas maneras de nombrarse frente a Dios y frente a las experiencias de fe.
Amor. Significa –dice amor- que esta alma no halla consuelo, afecto ni esperanza en criatura por Dios creada, ni en el cielo, ni en la tierra, sino solo en la bondad de Dios. Un alma así no mendiga, no pide nada a nadie. Es el fénix que se halla solo; pues esta alma, que se halla sola en amor, sólo de él se sacia (Porete, 1995: 81)
En la genealogía de mujeres místicas vale la pena recordar a Guillerma de Bohemia, beguina también, asesinada en Milán en 1281. Su autoridad basada en su experiencia y su carisma desestabilizó al clero. Así mismo, mujeres escritoras como Beatriz de Nazaret con el texto Los siete Grados del Amor, Matilde de Magdeburgo con su obra La Luz Resplandeciente de la Divinidad y entre las más citadas Hadewijch De Amberes con su texto Amar el Amor.
I
No me apena ni trastorna tener que escribir,
pues El que vive nos prodiga sus dones
y con nueva claridad quiere instruirnos.
¡Bendito sea siempre y en todas las cosas!
Mucho es sin duda lo que se aprende en el conocimiento
desnudo de la contemplación,
mas nada es comparado con todo lo que falta.
En esa carencia ha de hundirse el deseo,
Lo demás es por esencia miserable.
Quienes se hunden hasta el fondo
en el conocimiento sin palabras del amor desnudo,
descubren una carencia cada vez mayor,
a medida que su conocimiento se renueva sin modo en
[la cara tiniebla]
en la presencia de ausencia.
Aislada en la eternidad sin límite,
dilatada, salvada, tragada por la Unidad que la absorbe,
la inteligencia de calmos deseos
se entrega a la pérdida total en la totalidad de lo inmenso;
allí le es revelado algo muy simple
que no puede revelarse: la Nada pura y desnuda…(Tabuyo, 1999: 119)
El movimiento beguinal no fue en absoluto homogéneo. Estuvo abierto a mujeres de cualquier clase social, de todas las edades, solteras, casadas y viudas. La fuerza de las beguinas radicó, entre otras cosas, en que fueron mujeres que se nutrieron de otras, reconocieron autoridad y sapiencia en mujeres como: Hildegarda de Bingen (1098-1179), teóloga, poeta, filósofa, compositora y naturalista.
Las Beguinas que fueron reconocidas o, al menos, no invisibles a la historia, poseían una elevada cultura religiosa y literaria que supieron integrar a la vida y a su experiencia espiritual. Estas mujeres no hablaron de una doctrina sino de una espiritualidad viva. Su fe proponía una vuelta a los orígenes, a las formas sencillas de los evangelios, una percepción de la divinidad como cercana y posible de ser experimentada a través de los sentidos y el goce.
El asesinato y la crueldad que caracterizó la puesta en marcha de estrategias para acallar las voces de las místicas se expresa no sólo en la muerte de muchas de las Beguinas pensadoras y maestras, sino también en la restricción impuesta a la traducción de sus textos:
En 1242, el capítulo general de los dominicos, temeroso de mujeres tan versadas en teología, prohíbe la difusión de las traducciones, y puede decirse que a partir de entonces la Iglesia se defenderá de esa intrusión con uñas y dientes, es decir, con prohibiciones, autos de fe, y la hoguera: así sucedió con Margarita y con Aleydis, entre otras; Eckart fue condenado, Matilde y Hadewijch se supieron amenazadas…(Tabuyo, 1999: 39)
La Ginecotopia Literaria
[adinserter name=”adpv”] La obra de Pizán La Ciudad de las Damas es catalogada como la primera obra del naciente y joven género literario conocido como Ginecotopía, término acuñado por Ursula K. Le Guin[1]. La ginecotopia se presenta como un espacio separado, un espacio que no sólo está físicamente apartado del mundo de los hombres, sino que es, además, un espacio social y políticamente exclusivo de las mujeres.
El género literario de la ginecotopía ha atraído especialmente a escritoras del siglo XX, aunque hay obras anteriores, como la de la duquesa de Newcastle, Margaret Cavendish, que en 1666 escribió una Description of a New World called the Blazing World. Desde entonces –ha escrito Elizabeth Russell- cada vez que ha aparecido una teoría justificando la subordinación de las mujeres, ha aparecido una utopía, escrita por una mujer, para desafiar esa teoría. E Russell recoge la clasificación de Ann Mellor de las utopías y antiutopías (dystopias) de mujeres según las distinciones de género que establezcan, en tres tipos: exclusivamente femeninas, andróginas, y de dos sexos que operan en plena igualdad. (Rivera, 1990: 196)
Entre las ginecotopías de este siglo se encuentran las citadas por la historiadora medievalista y feminista María Milagros Rivera Garretas; Herald, de Charlotte Perkins Gilman en 1915, Les Guérrillères de Monique Wittig en 1969, The Female Man de Johan Russ en 1975, Mundanes´s World de Judy Grahn en 1988 y The Dialectic of sex de Shulamith Firestone en 1970. El término haría alusión a formas diversas de vivir entre mujeres e invitarían a eliminar el patriarcado como sistema de relación social.
La historiadora María Milagros Rivera plantea que el proyecto Ginecotópico de Pizán lo forman, en realidad, dos libros: La Cité des Dames y Le Livre Des Trois Vertus, llamado también Le Tresor de la Cité des Dames, que escribió inmediatamente después (1405). Les Trois fue un tratado para enseñar a las mujeres de su época, desde las altas cortes hasta las campesinas, lo que deberían representar para ser útiles a la sociedad y así pasar a formar parte de Ciudad de las Damas. Concluye la reflexión planteando que Pizán imagina su polis perfecta como un espacio nuevo al que sólo entran mujeres, un espacio político en el cual el poder último lo ostenta una reina que es virgen seguida por una ciudad de hermanas y amigas, no de familias.
Las ginecotopias literarias de conciben entonces como un sistema político cuyo poder organizativo es la <virtud> y cuyos contenidos varían según la época. Al prescindir de la familia en la ciudad de las damas, Cristina de Pizan se libera de la institución que se considera como una de las responsables de la subordinación de las mujeres. Su intuición al imaginar una ciudad sin familias como garantía de la libertad de las mujeres, es decisiva y rastreable en planteamientos posteriores como los hechos desde una perspectiva feminista por Carole Pateman (1988) en donde sitúa a la base de la organización social el contrato sexual[2]
Digamos que la persistencia de modelos de relaciones sociales y políticas hostiles y misóginas para las mujeres explica el refugio en las utopías, en el sueño de una realidad inexistente y de un espacio físico justo donde la base de la organización está dada por las mujeres. La ginecotopia como género literario está abriéndose lugar en el universo amplio de la literatura y de la investigación.
Autoar: Dra. Carolina Narváez M., Grupo de Investigación Escritos de Mujeres IISUE – UNAM para revistadehistoria.es
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Bibliografía
ANDERSON, Bonnie S y ZINSSER, Judith P. 1991. Historia de las Mujeres: Una Historia Propia Tomo 2. CRITICA, Barcelona.
CHANETON, July Edith, 1998. “La Ciudad de las Damas Teorías y Practicas Feministas” Nueva Sociedad, Mayo-Junio 1998, Universidad de Buenos Aires No. 155, pp. 37-53.
PIZAN, Christine 1405. La Ciudad de las Damas. Edición a cargo de LEMARCHAND, Marie José 1995. SIRUELA España.
RIVERA GARRETAS, María Milagros 1990. Textos y Espacios de Mujeres. Europa, siglo IV-XV. ICARIA, Barcelona.
———————————————— 2005. La diferencia sexual en la historia, Valencia, publicaciones de la Universidad de Valencia.
PATEMAN, Carol. El contrato sexual, 1998, Valencia, Anthropos.
TABUYO, María 1999. El Lenguaje del Deseos. Poemas de Hadewijch de Amberes, España TROTA.
[1] Escritora estadounidense (1929-2018) ha publicado obras de diversos géneros, principalmente ciencia ficción y fantasía, aunque también ha escrito poesía, libros infantiles y ensayos. Fue la primera mujer galardonada con el título de Gran Maestra por la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de los Estados Unidos (SFWA), y es considerada como feminista, taoísta y cercana a las ideas anarquistas. Fallecida el 22 de enero del 2018.
[2] Un contrato que consiste en un pacto entre hombres y mujeres (aunque más bien parece un pacto entre hombres) para el uso del cuerpo de las mujeres. Un contrato que según la historiadora Rivera no tiene más que la forma, porque en él prevalece siempre una asimetría total entre las partes. Las mujeres no operarán nunca en condiciones de libertad (lo cual les impide contratar) porque para hacerlo tendrían que tener dominio pleno del objeto contratado (el cuerpo) y este dominio pleno nunca ha existido en las sociedades patriarcales. Las formas más corrientes de contrato sexual son el matrimonio y la prostitución, muy recientemente el alquiler úteros, contrato que dice Pateman indica también que puede estar produciéndose otra manifestación del patriarcado moderno.
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