Revista Comunicación
(...)
En la teoría de la decisión está demostrado cómo las organizaciones castigan más severamente a quién toma decisiones con un efecto negativo que a quien no las toma (igualmente esa no acción tiene un efecto negativo alto). Este “sesgo de omisión” lleva a la proliferación de “managers flotantes” -como el jefe de la tira cómica Dilbert-, que transcurren años o décadas en sus cargos gerenciales sonriendo, cumpliendo los rituales corporativos, sin tomar ni una decisión de riesgo.
Interactuando con esta coyuntura de cambio y con los sesgos psicológicos que estudia la economía comportamental, se agregan los problemas de incentivos. Por caso, en estructuras de poder atomizado, donde nadie tiene la capacidad de imponer un proceso de cambio verdadero (y no cosmético) y casi todos tienen derecho a veto, el statu quo anida cómodo. El arquitecto Rodolfo Livingston contó una vez cómo este tipo de estructura de poder, muy común en los edificios de propiedad horizontal, hace que el 99% de los interiores comunes se terminen pintando de un horrible color, que él bautizó “beige consorcio”, porque nadie se anima a vetarlo o a conseguir los votos para un cambio.
(...)
SEBASTIÁN CAMPANARIO
“La estrategia Thelma &Louise y por qué cuesta salir del statu quo”
(la nación, 03.10.17)