El 9 de septiembre de 1976 fallecía Mao Zedong, primer dirigente de la China comunista. A su muerte, Mao dejó un país regido por un régimen totalitario y económicamente subdesarrollado, con una situación de estancamiento económico y un deficiente nivel de vida de la población, sobre todo de los campesinos. La vuelta al gobierno de Deng Xiaoping –apartado en tiempos de Mao- supondría una ruptura con la época que le precedió, sobre todo en materia económica.
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El principal objetivo de Deng Xiaoping era sacar de China de la pobreza. En el XI Congreso del Partido Comunista expuso su proyecto de las cuatro modernizaciones: modernización de la agricultura, de la industria, de la ciencia y la tecnología y de la defensa. Este proyecto fue concebido años antes por Chu Enlai, pero finalmente no se llevó a cabo por falta de apoyos en el propio partido.
Para llevar a cabo la modernización de la agricultura se eliminó el sistema de comunas (explotaciones colectivas) que se había instaurado en China tras la llegada al poder de Mao en 1949. A partir de ese momento se permitieron las explotaciones agrícolas familiares, aunque el propietario de la tierra seguiría siendo el estado. Los campesinos tenían que ceder una parte de su producción al estado y podían comerciar con los excedentes. Esta transformación aumentaría la producción agrícola en más de un 30% durante la década de los ochenta.
En esa época se llevaron a cabo otras reformas destinadas a orientar la economía hacia una economía de mercado, como la introducción de la iniciativa privada, la liberalización de precios o una regulación de los salarios en función del trabajo y la formación.
Las reformas económicas contribuyeron a sacar de la pobreza a muchos millones de chinos pero también trajeron otras consecuencias negativas, como la inflación, el aumento de las desigualdades, la corrupción o la aparición del paro, que sembraron el descontento en grandes sectores de la población. Por otra parte, las reformas se habían centrado casi exclusivamente en el aspecto económico, pero no tocaron el aspecto político, salvo tímidas reformas que se llevaron a cabo en el XIII Congreso de 1987.
Los estudiantes sería el colectivo más activo en las demandas de reformas democráticas (aunque no se pretendía abandonar el comunismo) durante la década de los ochenta, aunque no sería el único colectivo, trabajadores fabriles, obreros de la construcción u oficinistas fueron frecuentemente compañeros de viaje de los estudiantes.
Beijing. Las protestas de 1989.
Desde finales de 1988, en la Universidad de Beijing se venía gestando un ambiente propicio para llevar a cabo importantes protestas que obligaran al gobierno a ceder en las demandas de reformas democráticas por parte de los estudiantes. Proliferaban las reuniones clandestinas en las que se hablaba de democracia y de reformas. En ese ambiente, destacaban algunos jóvenes que después serían liderarían las protestas de primavera; Yan Daobao, Chai Ling, Wan Dang o Werkaixi, son algunas de las figuras que tuvieron un gran protagonismo en la revuelta.
El 15 de abril murió el que fuera secretario general del Partido Comunista hasta 1987, Hu Yaobang. Se produjo una primera marcha hacia la plaza de Tiananmen en señal de duelo por parte de los estudiantes. Aunque dicha marcha no había sido autorizada, la policía no intervino para disolverla, lo que fue visto entre los estudiantes como una victoria y un estímulo para llevar a cabo más manifestaciones.
El 18 de abril los estudiantes volvieron a la plaza de Tiananmen e intentaron entrar en el complejo de Zhongnangai, lugar donde los dirigentes comunistas tienen sus oficinas desde tiempos de Mao, registrándose algunos enfrentamientos con la policía. Junto a algunas demandas puramente académicas, los estudiantes empiezan a llevar a cabo reivindicaciones de reformas democráticas, de lucha contra la corrupción y de una mayor transparencia por parte de sus dirigentes.
Volverían a repetirse manifestaciones a finales del mes de abril. El 13 de mayo, varios miles de estudiantes inician una huelga de hambre, deciden acampar en Tiananmen y anuncian que no se moverán de allí hasta que no se atiendan sus demandas. A su vez, las protestas se habían extendido por todo el país. Los obreros, que apoyaban a los estudiantes en sus reivindicaciones, habían iniciado huelgas que llevaron a ralentizar la producción industrial china, lo que llevó a los dirigentes chinos a anunciar la implantación de la ley marcial, la cual se llevaría a cabo el 20 de mayo.
Desde esa fecha se movilizaron decenas de miles de soldados, se reforzaron las fronteras y la marina llevó a cabo un bloqueo de todo el litoral chino, para impedir que entrara cualquier ayuda a los estudiantes desde el exterior. Entre la implantación de la ley marcial y los sucesos del 4 de junio, hubo un par de intentos de sofocar la rebelión por parte del ejército que fueron sofocados gracias sobre todo al apoyo que los estudiantes recibieron de la población de Beijing, que levantó barricadas y en muchas ocasiones impidieron el paso a los soldados poniéndose delante de los vehículos.
El 3 de junio, el primer ministro Li Peng, con la anuencia de Deng Xiaoping, mandó al ejército sofocar la rebelión utilizando la fuerza si era preciso. En esta ocasión los soldados fueron acompañados de columnas de tanques y tenían autorización de disparar. El atropello de tres civiles por parte de un vehículo policial desató la cólera de los ciudadanos de Beijing, quienes empezaron a hacer frente a la policía y el ejército con piedras y palos. Los enfrentamientos se extendieron por varias zonas de la ciudad. Especialmente cruentos serían los que se registraron en la avenida Changang vía que desemboca en Tiananmen, donde los muertos se llegaron a apilar en montones para posteriormente prenderlos fuego. Antes de las seis de la mañana, los tanques entraban en la plaza de Tiananmen y la rebelión era sofocada. Amnistía Internacional elevó el número de muertos hasta 10.000 en Beijing, y 20.000 en toda China.
Autor: Francisco Javier Pastor Gómez para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
Las Manifestaciones de Tiananmen. En50minutos.es
La Segunda Revolución China. Eugenio Bregolat. Ed. Destino 2007.
Érase una vez China. De la Antigüedad al siglo XXI. José Frèches. Ed. Espasa Calpe. Colección Gran Austral. 2006.
Semillas de Odio. La conexión china con el terrorismo internacional. Gordon Thomas. Ed. Punto de lectura. 2001.
China contemporánea. La Historia en sus textos. Julia Moreno. Ed. Istmo. 1992.
La entrada Beijing, 4 de Junio de 1989 se publicó primero en Revista de Historia.